16 abril 2024

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Tímido, amable, casi pidiendo permiso, así subió Barzin al escenario del Salón de actos del Colegio Mayor Peñafiel el pasado 11 de mayo. Nick Zubeck a la guitarra eléctrica y al slide, Robbie Grunwald al acordeón, los teclados y el vibráfono, y Joel Cassady a la batería, acompañaban a este músico canadiense de origen iraní que una vez más nos dibujó sus sentimientos en las cuerdas de su guitarra.

Un año después de que el Colectivo Laika lo trajese al Café España en uno de sus conciertos invisibles, Barzin volvía a nuestra ciudad, esta vez celebrando el cuarto aniversario de la creación de dicha asociación. Con la cortesía y la educación que reviste cada una de sus palabras, Barzin felicitó al Colectivo por los años que lleva en activo y se disculpó por no ser capaz de tocar “música de fiesta” . “Ni falta que hace”, pensé. Y es que Barzin es hermoso tal y como es, con su  tristeza sencilla, sin artificios. En cuanto sonaron los primeros acordes dePast All Concerns”, de su primer disco, homónimo, me acurruqué en el asiento y me dispuse a dejarme embargar por la calidez que destilan sus canciones. Su último álbum, Notes to an absent lover, fue el protagonista de la velada, con canciones como “Nobody told me o “Queen Jane”, una de mis preferidas. Sin descuidar sus anteriores trabajos, como nos demostró con la siempre excelente “Leaving Time” de su disco My life in Rooms, casi la mitad de su repertorio estuvo compuesto por temas inéditos que, sin perder la melancolía que lo caracteriza, muestran una cara quizás más optimista que en etapas anteriores. Tal vez es debido, como él mismo confesó, a que después de la ruptura sentimental que describe en Notes to an absent lover, experiencias posteriores a ese duro momento de su vida le han permitido volver a creer en el amor. Y Barzin es sincero, y canta lo que siente. Además, como más tarde explicó, tocar las canciones nuevas en directo le sirven para conocer su feeling y decidir si y de qué manera incluirlas en su próximo disco. Tendremos que esperar para comprobar cuáles, de todas las novedades que pudimos escuchar, han pasado el filtro de la gira. Yo ya tengo mis apuestas personales.

Poco a poco, con suavidad pero sin monotonía,  Barzin desnudó sus sentimientos, nos habló de amor y desamor, soledad y dolor, hasta despedirse con la cruda Look what love has turned us into. Fue un concierto tranquilo pero intenso, en una sala de acústica envidiable. Y es que la música de Barzin puede ser escuchada en muchos lugares, pero para sentirla hace falta un entorno adecuado, y tanto los técnicos como el resto de la organización hicieron un trabajo excelente para lograr un sonido impecable y un ambiente acogedor.

Casi sin darme cuenta, una voz dulce, un acordeón hermoso, un slide delicado y una percusión suave me habían trasladado lejos, a una casa vacía, a una tarde de lluvia, y estaban poniendo banda sonora a las ensoñaciones de muchas de las personas que habían dejado de escucharle para dejarse llevar por la música. Apenas una hora y media después, cuando se encendieron las luces y sonaron los últimos aplausos, volví súbitamente a la realidad del salón de actos, del que Barzin se despidió igual que llegó. Tímido, amable, casi pidiendo permiso. Y se marchó. Pero algo de él se quedó entre nosotros.

fotografía cedida por fERtxi