16 abril 2024

Los holandeses Peter Pun Speedrock irrumpieron en una noche heladora de la capital vallisoletana con la intención de dejar patente que ellos son los más chulos, más macarras, más bebedores y que son capaces de reventar cuellos a base de headbangers asesinos.

Fue una suerte para los presentes que se cayera su fecha de Ponferrada y buscaran una salida de urgencia para tocar porque los asistentes al concierto de la Sala Porta Caeli no olvidaremos la descarga de velocidad que los de Peter Van Elderen insuflaron. ¿Que la gente está inicialmente a la expectativa? ¿Que un martes no es el mejor día para el rock?. Como el propio Peter proclamó con su voz rota desde las tablas “que más da todo eso si probablemente mañana todos estaremos muertos.

Con un batería hipertatuado (Bart Nederhand)  con una pegada capaz de arrancar un bulldozer triunfaron cuando se aproximaron más a los ritmos de Motorhead (We want blood, Dead End) o la vertiente más Ramoniana (pasada por un empacho de speed) de Go Satan Go y naufragaron cuando en la segunda parte de su corto set (poco más de una hora) se enfrascaron en ritmos hardcorianos que al menos a los presentes nos dejaron algo decaídos.

Pero es que más de 1500 conciertos a sus espaldas (!!!!) les sirven para saber insuflar su amor por la velocidad desmedida (y descontrolada) y sonar con la contundencia que pocos trios se pueden permitir. No son virtuosos (si exceptuamos a su batería) ni pretenden serlo (de eso se trataba el punk rock) pero la actitud es la adecuada y si no que se lo pregunten a su gigantesco bajista con aspecto de clon de Zack Wylde y una fantástica gorra del nuevo ídolo del country Bob Wayne (que visitará esta misma sala dentro de un par de meses).

Faltó algo de público para que los pogos surgieran y los huesos crujieran pero aún así es de agradecer que en la cada vez más rica programación local tengan cabida las bandas de punk rock más desenfrenado y de calidad entre tanto producto español algo trasnochado y un poco casposo.

Letras sobre mujeres, coches a toda hostia, violencia, fiestas y borracheras…Al fin y al cabo una banda cuya nota promocional termina con la frase “el infierno se nos está quedando pequeño” tienen todo mi interés y el beneficio de la duda. Realmente las llamas no llegaron a quemar a nadie pero no hay duda de que el calor nos llegó al menos en los setenta minutos que estuvieron sobre el escenario. Y en una noche con los termómetros tan bajos en la calle es meritorio, al menos yo me marché a casa entonando su himno We Want Blood.