18 abril 2024

El once del once del once, una fecha la mar de extraña de esas en las que ciertos personajes nos suelen prometer apocalipsis, resurrecciones de muertos o caos en las redes informáticas, asistimos con un grandísimo interés a uno de los eventos del año en Cantabria: El concierto de Saxon en Santander.

Pero antes, pongámonos en tesitura. En Cantabria, el circuito del metal lo mueven ciertos organizadores individuales: personas que hacen los bolos más por amor al arte que por dinero. Esto es así y seguirá siéndolo, me temo. No obstante, el acontecimiento aquí es que los artistas que no pertenecen a la radiofórmula están condenados a vagar por la provincia, donde un alcalde les acoja en un festival veraniego o una sala de las afueras les contrate. Esta vez, los acordes del Heavy Metal crujían en el Escenario Santander, un espacio relativamente nuevo en un parque que divide la ciudad. Y eso, señoras y señores, sí que es digno de regocijo.

El Escenario Santander, para quien no lo conozca, es el fruto de la deuda que tiene la ciudad con los músicos cántabros. La cultura musical nunca ha sido el fuerte del ayuntamiento de Santander. Prueba de ellos son los escasos conciertos y festivales de la región, que se limitan a traer al artista de moda al Palacio de Deportes, (con una acústica lamentable, por cierto) y a montar un gran escenario cada verano en la Península de la Magdalena para que pasen diversos artistas sin que el público termine de responder como correspondería a un festival de esas dimensiones. No obstante, la cantera de todos los estilos es impresionante, y los jóvenes (y no tan jóvenes) que montan un grupo lo tienen muy complicado para encontrar un local para ensayar. El escenario Santander, es un pequeño edificio con locales de ensayo y un gran sótano en forma de sala de conciertos con una capacidad aproximada de mil personas en mitad de la urbe. Inaugurado hace un año, su agenda aún está algo vacía y su interior bastante desangelado respecto a luces y equipamiento, pero con la respuesta excelente del público estamos seguros que tendrán como consecuencia un cambio en la ruta de los músicos internacionales (no va a ser todo Bilbao-Barcelona-Madrid), que comenzarán a darse cuenta que las pequeñas capitales tienen un gran potencial y así podamos disfrutar de grandes estrellas aunque vivamos fuera del “circuito”.

Pero vamos con el concierto. La apertura de puertas revela un interior algo vacío aún, pero nos da una muestra del público que más tarde atestará el Escenario: padres e hijos. Personas de una edad comprendida entre los 45 y los 60 años eran la mayoría y luego una base de chavales preadolescentes que bien podrían ser sus hijos. El salto generacional era impresionante, prácticamente la gente de 20-30 años estaba desaparecida (quizás no sólo por la edad del grupo, que rondan los sesenta años, sino también por el precio de la entrada, que oscilaba entre los 25 y los 30 euros).

Me hallaba yo en estas cavilaciones cuando los teloneros holandeses Vanderbuyst invadieron el escenario. Practican un Heavy Metal clásico y sin sorpresas, que calienta al público que poco a poco entra en la sala, llamados por los acordes. Saxon han escogido bien la banda que abra sus actuaciones, ya que conectaron con el público y pese a ser poco conocidos les arrancaron calurosos aplausos y ovaciones. Más tarde estuvieron firmando discos y haciéndose fotos en el stand de merchansing (vale vale, el puesto de venta de camisetas, álbumes y otros objetos misceláneos. No todo van a ser anglicismos aquí). Sin embargo, vengo desde entonces pensando. Este grupo era un flashback de los años ochenta: sonaban igual, vestían igual, misma actitud, etc. Me pregunto entonces si las bandas de Heavy Metal no son capaces de hacer una renovación. Algo distinto, un nuevo enfoque de su música para que resurja de sus cenizas y haya otro boom del género, como estamos viviendo ahora con el Thrash Metal.

Un cambio de escenario y una larga espera después, los veteranos Saxon ya suenan encima de las tablas. Comienzan fuerte con su Heavy Metal característico, más rockero y macarra (aunque va por rachas, es lo que tiene tener 20 discos de estudio). “Call to Arms”, “Motorcycle Man” y “Never Surrender” atronaron a un público emocionado por tener a sus ídolos tan cerca de casa. Biff Byford, vocalista e impresionante frontman, conecta en seguida con el público cántabro que salta, grita y hace headbanging. “20.000 feet” atrona en el Escenario. Biff, como la mayoría de ingleses que nos visitan, tiene poca idea de español, pero él lo intentaba. “Muchas gracias”, “Santander”, son palabras que utiliza para activar al respetable. El gran momento del discurso se vivió cuando se atrevió con “Came on, show you got grande cohones”, (impronunciable para cualquiera que haya nacido en las islas) agarrándose salva sea la parte que provocó las risotadas del público. La alegría y el buen royo que caracterizan a los conciertos de metal no cesó en ningún momento, incluso aumentó cunado con “Wheels of Steel” abandonaron el escenario para prepararse para los bises. Un solo de guitarra precedió a “Crusader” y con “Strangers in the Night” se despedían otra vez sin ninguna intención de irse. Al principio nos prometieron dos horas de Heavy Metal y las íbamos a tener. Con “Princess of the Night” se despedían a las 12 de la noche con un público entusiasmado y una sonrisa en la cara de cada integrante del grupo.

Ya lo aprendí el año pasado en Madrid: Te guste o no te guste el Heavy Metal, te gustará un concierto de Saxon. Esperemos que esta experiencia altamente positiva haga replantearse a los promotores y organizadores las rutas de los conciertos y al ayuntamiento de Santander, para que apueste por todos los estilos.

Por Gonzalo García Aguirre