19 abril 2024

El crepúsculo era ésto.

Se palpaba algo especial en las inmediaciones del Palacio de los Deportes. La primera visita a Madrid de la banda de Bristol tenía visos de concierto histórico.  Y lo fue.

Portishead han hecho historia con sólo tres discos en catorce años. No es para menos, crearon un sonido único. Supieron aportar a la electrónica de unos ambientes misteriosos, unos ritmos lentos con otros golpes de efecto, unos samplers vistosos (Isaac Hayes en “Glory Box”) y todo a veces empaquetado con algún retazo de ‘scratches’ a cargo de un dj.

La banda sonó pletórica, apoyada por esas visuales muy resolutivas y vistosas que reforzaban una sobriedad escénica. Especialmente potentes y políticamente directas en “Machine Gun”. Todo ello presidido por la voz de Beth Gibbons, inmensa, portentosa, delicada y hechizante. Una voz que embellece las canciones y que las impregna de un halo especial.

Fue como volver a esa sensación de opresión, de bendita belleza. Todo ello en la densidad de atmósferas musicales etéreas, a veces reposadas, a veces con ritmos maquinales mostrando la desolación. Veinte años después de ‘Dummy’, aquel disco de debut suntuoso que puso a Bristol y al trip-hop en el centro de atención, Portishead conquistaron Madrid a lo grande, con una excelente entrada en el Palacio de los Deportes (aproximadamente unas 7.000 personas).

Un repertorio de quince canciones bien estructurado, bien ideado y excelentemente hilvanado, que supo recorrer sus tres discos, con especial protagonismo de ‘Third’ (2008). Un arranque brutal con la sensación tenebrosa y angustiosa de “Silence”, para dar paso a un medio tiempo sugerente como “Nylon Smile”, donde la voz Gibbons se escurre y se luce. Al margen del guión, interpretaron como curiosidad su último sencillo “Chase The Tear”, que data de 2009.

De “Dummy” sonaron mágicas “Mysterons”, “Sour Times”  con ese lamento tan seductor, la cadencia alargada de “Glory Box”, una maravillosa reinterpretación en clave íntima (teclados y voz) de “Wandering Star”. El bis mágico de “Roads”, la joya de la corona; que junto con “We Carry On” pusieron la guinda a un concierto redondo. Otro momento sublime vino con la maravillosa y ensoñadora “The Rip”, o con “Threads” donde la voz de Gibbons se expande y brilla en esos climas de tormento al límite. De ‘Portishead’ (1997) sólo interpretaron “Cowboys” y “Over” pero con mucha credibilidad.

Portishead supieron captar la angustia vital a través de la música, mediante unas canciones que nos llevan por los sinuosos caminos del vivir y se adentran por matices musicales sugerentes, vibrantes y deslumbrantes. Portishead dieron un quiebro a la música. Y su legado es enorme. En Madrid los de Bristol demostraron su grandeza, sin ningún género de duda ni aspavientos. Y con la rotundidad de sus canciones.

Texto: Andrés Castaño.