2 diciembre 2023

El pasado martes asistimos a uno de esos conciertos que te pillan por sorpresa. Día laborable, fútbol a la misma hora con el equipo de la ciudad, sala pequeña, teloneros desconocidos y grupo recién descubierto. Un concierto más, pensamos alguno de los que nos habíamos acercado con tiempo. Pero la noche se fue vistiendo de buenrollismo generalizado a medida que los chicos de Balthazar empezaban a calentar guitarras y agitar baquetas. Los riffs guitarreros de The Boatman o Hunger At The Door nos hacían pensar que los belgas tenían mucho más que ofrecer que un myspace bastante completo y una buena lista de directos por buena parte de Europa e incluso alguno en Estados Unidos.

Una hora después se presentaban en el escueto escenario los galeses afincados en Londres The Joy Formidable, con la vocalista Ritzy Bryan a la cabeza. Pocas veces tenemos ocasión de escuchar un disco recién estrenado –The Big Roar se publicó el 24 de enero de este año- en una gira también inédita. Por tanto, presentación de disco al completo con un sonido que ardía casi siempre, de batería potente y un bajo cuya distorsión en ocasiones nublaba la guitarra e incluso la voz de Ritzy. Sonido abigarrado de gran potencia y ruidismo muy cuidado, ideal para una sala de este tipo, que prácticamente se llenó cuando salió a escena el trío galés.

El primer trabajo editado por The Joy Formidable, A Balloon Called Moaning, anticipaba ya muchos temas de The Big Roar en un formato a medio camino entre single y LP. Con este último han sido capaces de explicar varias cosas al mismo tiempo: que puedes sonar a Glasvegas y Blonde Redhead en un mismo tema y salir indemne -enorme The Everchanging Spectrum Of A Lie-, que una buena batería puede sostener un tema por sí sola –I Don´t Want To See You Like This-, que un tema puede empezar a la mitad sin dar la sensación de que sobre la primera parte –Llaw=Wall-, que en el shoegaze también existe la perfección –The Greatest Light Is The Greatest Shade, Cradle-. En fin, que la distorsión suena bien si se maneja con criterio –The Magnifying Glass, A Heavy Abacus, el final de Whirring o Chapter 2, Austere-.

Todo esto y algo más -las ganas de llegar a casa para volver a poner el disco completo- trasladaron al directo los chicos de The Joy Formidable -traídos de la mano de la gente de Sala Razzmatazz– en un concierto único que nos hizo pensar que la próxima será seguro frente a un auditorio mayor. No será lo mismo.

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.plugin cookies

ACEPTAR
Aviso de cookies