25 abril 2024

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Empezar la semana con un concierto es para valientes, y no sólo nos referimos a público, sino a promotores que se dejan los huevos en traer a bandas de la talla de los que ocupan esta reseña, y entrar y ver una sala a medio gas en un directo de esta índole siempre pone de mala leche . Quizás nos estamos acostumbrando a no indagar, a no aventurarnos a descubrir algo nuevo a no ser que nos lo den muy mascado, comportamiento que ya tenemos viciado. No obstante Ground Control siguen ejerciendo de nuevos mesías y procurando dejarnos de vez en cuando unas delicatessen de la talla de Wand y colocándolos en una agradecida sala Boite Live (¿os hemos dicho lo bien que suena esta sala?).

Wand , el cuarteto con sede en Los Ángeles , se presentaba en la capital el pasado lunes 18 de Mayo para confirmarnos lo que nuestros oídos presentían, que beben más del hard-rock progresivo y del garage psicodélico con mala baba que de Tame Impala tal y como se nos quiere vender, pero ésto no está mal, la banda mama lo mismo del glam rock que de los Thee Oh Sees, de Black Sabbath que de Dungen, ¿por qué cerrarse a un género?.

Con estas premisas los americanos comenzaron su arsenal de temarracos de los que su nuevo álbum, el consistente ‘Golem‘ copó casi la inmensidad del directo.  Desde la epicidad latente  de ‘The Unexplored Map’ a la adrenalínica descarga de riffs y subidas de decibelios por encima de lo permitido en ‘Self Hypnosis in 3 days‘ , con un par de temas ya nos dejaron noqueados, para bien ojo. Bendita distorsión salteada con un guitarréo salpicado de mala baba, space rock y kraut cavernario, volumen sanador para noches de lunes dispersas.

Muros sónicos que son difíciles de traspasar, con una ejecución digna de grupo de rock de estadio, sí y no exageramos, o para muestra como sonaban pildoras de la talla de ‘Floating Head’ , ‘Reaper Invert’ o ‘Planet Golem’. Música para romperte el cuello y para mecerte en otra dimensión espacial, a la par que para bajarte de un ostiazo cuando menos te lo esperas. Su anterior trabajo ‘Ganglion  Reef’ también tuvo su protagonismo y de qué manera, pues cortes como ‘Fire On The Mountain’ cruzaban por la sala como un torbellino, golpeando timpanos con una pasmosa facilidad. La expansión de sus temas y la vida propia que adquieren fuera de nuestro equipo de sonido nos dejaron con un más que agradable pitido en los oídos a parte de la gratificante sensación de haber presenciado a una bestia de ocho brazos que fagocita géneros dejando como resultado un extremecedor elixir sónico.