24 abril 2024

 

La noticia empezó a dar vueltas hace unas horas por las redes sociales. Una foto del batería de Jero Romero en Instagram, Nacho García, dejaba leer entre líneas que el concierto del pasado finde en el Festival Gigante quizá no era sólo fin de la gira de “La Grieta”, sino que simplemente era eso, un #fin.

nacho garcia instagram

Si el mejor fan de un grupo se mide por horas en conciertos, yo no soy la mayor fan de Jero Romero ni mucho menos, ya que tan sólo les he visto 4 veces en directo desde que iniciaron la nueva aventura tras The Sunday Drivers. Pero si se mide en horas de piel de gallina y lágrimas tímidas asomando por los ojos cuando escuchas sus temas, entonces sí que soy una de sus mayores fans. Seguramente no tienen la música más perfecta, ni las letras más complejas y bien escritas, eso es así. Pero, al igual que una pareja, uno no elige qué grupo te va a llegar tan hondo que te emociona con cada canción, que cada una de sus letras remueve algo muy adentro de ti que no sabías que estaba.

La primera vez que les vi en directo fue en el Sonorama del 2012, en una calurosa y abarrotada Plaza del Trigo. En aquel momento había escuchado alguna vez su “Cabeza de León” pero casi sin ganas, resentida porque “yo prefiero a los Sunday, y punto”. Pero no sé si fue el ambiente de aquel Sonorama (el primero para mí), la magia que surge al descubrir la plaza del Trigo o la compañía del momento, pero fue uno de los conciertos más emocionantes que he vivido. Una hora de piel de gallina a anotar en mi cuenta personal. Y ahí volvió a surgir el flechazo con Jero, escuché en bucle ese primer disco rememorando cada minuto vivido en Aranda, con una sonrisa en los labios, y emocionada al recordar ese gran momento que fueron “Las Leves”. Al año siguiente, Sonorama, Jero y yo volvimos a coincidir, esta vez dentro del recinto y en el escenario principal, escenario principal. Ahí ya coreé, boté y viví cada canción como una fan acérrima más. Porque volvieron a transmitirme esa magia que tienen en el directo, esa sensación cuando les estás viendo desde abajo de que les encanta lo que hacen y disfrutan y viven con pasión cada nota, cada concierto, y quieren que tú disfrutes también.

El tiempo y el destino hizo que aquél disco se convirtiera en mi bote salvavidas cuando pasé un bache emocional, las típicas horas en bucle de masoquismo musical y lágrimas tímidas asomando por los ojos. Y casi al mismo tiempo, lanzó su campaña de crowdfunding para editar “La Grieta”, y por supuesto fui una de esas miles de personas que hicimos que su objetivo se cumpliese en menos de 24 horas. Fueron meses de recibir emails esporádicos en los que Jero nos contaba cómo iba el proyecto, los problemas surgidos, los retrasos y hasta cuáles eran sus temas favoritos. Hasta que por fin lo tuvimos en nuestras manos, y pudimos comprobar que ese segundo disco no tenía nada que desmerecer al primero, otro disco a desgastar. Llegó Noviembre del 2014, y la cita con la Joy Eslava. De ese concierto poco más puedo decir que lo que comenté en su día en este post, simplemente fue perfecto para mí, y posiblemente para casi toda la abarratoda sala. Hasta que nos reencontramos en Valladolid el pasado Mayo, en la sala Porta Caeli. Y, amigos, eso es como tener a tu artista favorito tocando para ti en el salón de tu casa. El ambiente familiar, íntimo, pero la misma calidad sobre el escenario (y un calor sofocante, también es cierto). Sólo los que acompañaban pueden dar fé de lo feliz que fui esa noche.

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Las cosas de la vida han hecho que durante todo este verano tuviera en mente ir al Festival Gigante, pero un contratiempo de última hora me lo ha impedido. Ay si llego a saberlo, si llego a saber que este finde puede que haya sido mi última oportunidad para verles en directo, me hubiera plantado en Guadalajara como está mandado. Yo de verdad espero no haber llegado tarde, que ese #fin realmente signifique “Hasta pronto”, y no un “Hasta siempre”. Porque el mundo ya es un lugar bastante triste y feo como para privarnos de poder disfrutar de más horas de piel de gallina y lágrimas emotivas.

 

Nota: De aquel primer Sonorama me fui con una camiseta que dice en letras naranjas “The Sunday Drivers”. Fan sí, inestable, también.