28 marzo 2024

Nueva peregrinación a la localidad leonesa de Santa María del Páramo, en concreto a la estupenda Taberna Belfast, para disfrutar de otro de los conciertos “imperdibles” de la temporada musical con el lujo añadido de poder ver a bandas internacionales que en ciudades como Madrid o Barcelona actúan para audiencias de varios centenares pero en este caso en un recinto de pequeñas dimensiones (y una acústica privilegiada) donde raramente nos juntamos más de medio centenar de asistentes.

En este caso la cita era con los emergentes The Delta Saints, una de las bandas que más polvareda están levantando entre la prensa musical sin tan siquiera tener editada aún su primera obra completa (tan solo han publicado dos Eps que han recopilado en un cd especial para Europa y que se puede comprar en esta gira) y que se están llevando alabanzas unánimes y el reconocimiento de que nos encontramos ante una de las bandas que puede reinar dentro del panorama del “rock de raices” internacional, y de paso dar una patada en el culo a unos acomodados Drive By Truckers, en tan solo unos años.

Cinco jovenzuelos (apenas superan los veinte años) procedentes de Nashville y que atesoran en su bagage la sabiduría musical de auténticos veteranos del género.

Para hacerte una idea de a que suenan es como si capturaras a los Screamin Cheetah Wheelies del Magnolia (exijo que todo el mundo se ponga en pie al escuchar pronunciar este nombre) te los llevaras una temporada a un pantano a capturar las sonoridades más añejas y después de la sobreexposición a las raices les trasladaras al delta del Mississippi a convivir con los bluesmen más puros del género. La mezcolanza resultante es una fusión de soul, blues, funk y rock, de dobros centelleantes sobre un colchón de harmónica, de bases rítmicas negroides tejidas y entremezcladas a punteos de guitarra de rithmt and blues y de voces que delatan personalidad y crudeza muy por encima de la edad que sus pasaportes delatan.

Es como presenciar el pacto del cruce de la carretera 66 donde el diablo acuerda con un bluesman la eterna juventud a cambio del secreto del blues pero sin perder la personalidad propia, porque si exceptuamos a los citados Screamin Cheetah (de nuevo todos en pie) o a los Blues Travellers más puristas todo lo demás que el oyente percibe es familiar pero a la vez nuevo.

Así que estos imberbes tatuados con cruces y citas bíblicas, será por mantenerse alejados del diablo del cruce, con un look (excepto su bajista) sacado de cualquier pandillero de la peli de Erase Una Vez En América, con camisas blancas, tirantes y descalzos nos ofrecieron a algo más de 40 asistentes una ceremonia musical que dificilmente podremos olvidar.

Desde que abrieron fuego con Cigarrette hasta el final, casi dos horas después, con la versión de James Brown de Sex Machine pudimos asistir al orgasmo gospel, pasado por guitarra eléctrica,  de Company Of Thieves, al folk rural exacerbado de A Bird Called Angola (mi tema favorito de este año con el permiso del Codeine de Jason Isbell) o el blues puro y sentido de Momma que nos puso la carne de gallina al ritmo cadencioso de la harmónica de Greg Hommert (que sopló como un virtuoso) cuando el Belfast se convirtió en una ceremonia de la que los presentes participábamos con los coros.

Pero es que hubo más porque nos regalaron una versión del Hard To Candle de Ottis Redding que hizo palidecer a la adaptación de los “Cuervos Negros” y un aceleradísimo Johnny B Good que demostró que también pueden rockear como los que más.

Pero donde se encuentran más a gusto es cuando la lucha entre el blues y el folk se debate en duelo y surgen canciones como Pray On donde el sonido metálico y profundo del dobro te trae a la cabeza a Muddy Waters o cuando Ben Ringel se deja la voz y las pelotas cantando Voodoo Walk con la garganta rota y el ritmo se acelera y se percibe el calor del infierno saliendo de las manos de un bajista privilegiado, por no mencionar cuando Swamp Groove nos taladró el alma con su cadencia espiritual o 300 Miles nos situó en una carretera a ninguna parte propia de una road movie country.

Un concierto mayúsculo, impresionante, de una calidad que dificilmente será igualado este año y la antesala a la gira del 2012, prometieron volver el año próximo y los presentes les dejamos claro que si no lo hacían iríamos por ellos, en las que con el disco bajo el brazo seguro llenarán salas de mayor aforo y algún crítico lumbreras hablará de ellos como la nueva banda que salvará al rock de este siglo.

Mientras tanto unos cuantos privilegiados recordaremos esta fecha en la que les tuvimos cara a cara, compartimos cervezas (y algunos tipos con suerte como los miembros de esta web desplazados al evento  incluso mantel y anécdotas de la gira) y descubrimos que lo más profundo de los Estados Unidos es perfectamente trasladable al Páramo leones y que cuando alguien pregunte por la capital de alguno de los estados más rednecks de los USA mentalmente todos mencionaremos Belfast y no será precisamente por la verde irlanda sino por el rojo escenario de una taberna en la que algunos tenemos previsto pedir asilo (musical que no político) en breve.