24 abril 2024

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“Exquisita degustación de un buen Daiquiri”

Antes de recopilar de mis maltrechas neuronas, todo lo vivido en este mágico concierto, quiero pedir disculpas, por mi tardanza en la redacción de la crónica, a todos los seguidores de nuestro maravilloso magazine y a los fans de Quique González en particular. Y es que cuando se acumula el trabajo, las urgencias llegan y hay que sacarlas adelante con prioridad 1000, el volumen va tapando lo pendiente y casi echamos en el olvido lo visionado con anterioridad.

Y tendría que considerarse prioritario, ya que cuando uno asiste a algo exquisito y que llena totalmente, la calentura del momento debería poner en funcionamiento los dedos oxidados y empezar a redactar lo experimentado a la velocidad del Audi A5 sport (anunciantes, por aquí ando…).

A pesar de los dos meses que han pasado de la celebración del concierto (porque eso fue, una celebración) lo cuento como lo viví en esa noche lluviosa en el teatro Carrión, teatro céntrico y vetusto de la capital.

Era de esas noches que prometen, todos los amantes de la buena música (y buena, es buena, no son otras cosas…) comentábamos a pie de barra, cerveza en mano, las ganas que teníamos de revivir un concierto del señor González. Rememorábamos el anterior concierto en la sala Mambo, donde el feeling no fluyó como debería, no sabemos si por el recinto, o que la magia no hizo acto de presencia, como suelo aparecer cuando el músico madrileño rasga su guitarra y canta.

Cuáles abuelos Porretas, hacíamos un ejercicio de memoria histórica y recordábamos con melancolía, por lo viejos que nos estábamos haciendo, el primer bolo que nos ofreció Quique en Valladolid, en la querida Sala Asklepios. Concierto que recuerdo con especial cariño y dónde empecé a seguir al músico.

La calle del teatro presentaba un aspecto magnífico, público variopinto, dónde veteranos y nobeles se mezclaban, como el cocktail que Quique nos ofrecería minutos después.

Nos sumergimos en el patio de butacas del teatro presenciando algo que hacía mucho tiempo que el propio teatro no vivía en sus carnes; y es que el aforo estaba completo. La fiesta se presentaba como debía.

qqgonzalez-1Al público asistente se le notaba caliente. Y se demostró nada más salir la banda a escena que acompañaba a Quique González y que se rindió a los pies del propio músico en cuanto éste hizo aparición en la boca del escenario. Los silbidos y gritos rindiendo pleitesía al músico, eran harto elocuentes y los decibelios guturales de los asistentes subieron como la espuma, en cuanto sonaron los primeros compases de “Daiquiri blues”,su último trabajo.

Después de ese momento de katarsis en muchos, las luces de un neón se encendieron (título del último trabajo con copa incluida, en rosas y azules) y la marabunta rugió deseosa de la voz de Quique.

La escucha del último álbum (deberes hechos como podéis comprobar) era satisfactoria. El viaje hecho a Nashville, para que Brad Jones produjera el disco, no fue tiempo perdido. La producción es impecable y el sonido es tan bueno y genuino, que con buen arte (que lo tiene) una buena acústica del recinto y buen trabajo de los ingenieros de sonido, preludiaban una gran noche de música, como así fue.

El desgrane del último trabajo fue total, sonaron todos los temas y acompañados por el Corifeo del patio de butacas (los deberes también los habían hecho y con creces…) sonaron como un cañón en el teatro.

Al poco sonó una versión de “Kamikazes enamorados”, magnífica su puesta de largo en eléctrico, para seguir con “Polvo en el aire” con solo de armónica al final. Al piano nos deleitó con “Pequeño rock and roll” para dejarnos con algo más de caña con “Suave es la noche”, “Restos de stock” y versión orgiástica a la batería de Toni Jurado en “Hasta que todo te encaje”.

Momento homenaje cuando se hizo carga de las baquetas Karlos Arancegui (batería de la Aristocracia del barrio). Quique nos contó el motivo de que Karlos estuviera allí. Y es que por problemas aeronáuticos, tuvo que ir a recoger a parte de la banda a Bayona para traerlos en su Partner (señores anunciantes sigo aquí…) hasta la capital castellanoleonesa para poder tocar con el solista. Después le siguieron temas de Salitre 48 y de Avería y redención.

Grandes aplausos y mayor ovación se llevó toda la banda con Quique a la cabeza, en el momento de abandonar el escenario, para regresar a posteriori a ofrecernos unos bises.

Reaparece en solitario y ofrece al dueño de la butaca 7 de la fila 7, que elija el tema para cerrar el espectáculo y cientos de dueños de la mencionada butaca, comienzan a vociferar títulos de canciones, cual letanía, para que el párroco siga con la liturgia, y el “Rompeolas” es la elegida para seguir con la celebración.

Remató con “Su día libre” y “Vidas cruzadas” y una excentricidad.

Una versión de un tema de Kiss, el “Rock and roll all nite” con la que nos dibujó una sonrisa en la boca, fue el punto y final (pongamos seguido para que vuelva…) del magnífico recital que nos ofreció el músico del Foro.

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Más de 25 canciones revolotearon por el teatro Carrión en más de dos horas de concierto, donde se mezclaron en magnífico cocktail, canciones añejas con las nuevas, quedando la concurrencia plenamente satisfecha de la madurez de Quique en lo musical y donde también tiene mucho que decir la banda de la que se rodea, con Javi Pedreira a la guitarra, con finos dedos, Jacob Reguilón al bajo, Julián Maeso a los teclados y Toni Jurado, dándole bien a la batería.

A la salida del concierto, caras sonrientes y agradecidas pese a la intensa lluvia que caía a esa hora de la noche. Nos encaminamos a seguir como empezamos. Nos acodamos en la barra de un garito, cerveza en mano, a hablar de lo que más nos gusta: la buena música. Y eso fue lo que nos ofreció Quique González. Salud.

Carlos Burguillo