28 septiembre 2025
enoscrz

c_4_maincontent_2516417_largeimage18 de octubre de 2009 Teatro Calderón de Valladolid: Hacía tiempo que José Luís Alonso de Santos guardaba en el cajón de su escritorio esta obra titulada “En el oscuro corazón del bosque”; un texto que nada tiene que ver con el teatro costumbrista, naturalista, social e irónico que el autor vallisoletano venía realizando hasta la fecha. Esta obra es un cuento para adultos con mucha tristeza y un pequeño alegato a la nostalgia. En ella nos cuentan la historia de una pareja de gatos, que repasan su vida refugiados en su casa de siempre, la cual será inmediatamente demolida. En esta fábula, la poética está presente de principio a fin, aunque la moraleja no aparece, nos deja sensaciones con un final abierto.

Una obra diferente a las que nos tenía acostumbrados el autor, muy lírica y llena de simbología, con connotaciones filosóficas llevadas de la mano de Marco Aurelio, el cual decía que “vivimos por un instante sólo para caer en el completo olvido y vacío”, una máxima que tiene el viejo y achacoso gato (Hector Colomé), extraída de las memorias del filósofo. Un poso que queda al final del espectáculo.

El montaje es correcto, con el mensaje y las intenciones claras, pero que decae el interés del mismo debido a ese lirismo demasiado subrayado, a esas conversaciones largas y pretéritas que los dos gatos entablan durante todo el espectáculo y que se van haciendo un poco cuesta arriba a medida que va pasando el tiempo. Esperamos que pase algo y no pasa nada, sólo disertaciones del pasado y el miedo al futuro. Ese tedio nos va contagiando a los espectadores y el tiempo no avanza.

Entre charla y charla gatuna, sucede una historia paralela donde una pareja empieza un camino nuevo, donde el amor dará sentido a sus vidas. Sus escenas son más optimistas, concebidas a golpe de clown, que sirven de contrapunto a las otras más pesimistas de los gatos. Una forma de desengrasar el contenido más espeso de las secuencias felinas.

Son estos momentos donde el entretenimiento se vuelve más eficaz y el tedio desaparece. Aunque la obra no remonta y nos encontramos en una montaña rusa que sube y baja y al final, el trayecto nos deja indiferentes.

El montaje lo mejora sobremanera el magnífico actor Hector Colomé (una de mis debilidades del panorama teatral). Seguimos sus disertaciones con atención, debido a ese magnetismo que desprende, a ese chorro de voz que hipnotiza y a esa presencia escénica arrebatadora. Todo suena bien a través de él.

Siendo aburrido lo que cuenta, él lo hace interesante. ¡Eso es saber transmitir!

El resto de los actores cumplen perfectamente con el rol establecido.

Beatriz Bergamín va de menos a más y al final nos deja un buen sabor de boca.

En la otra pareja destacamos la actuación de Roberto Pérez, lleno de matices y registros, realizando una simpática recreación de su personaje.

Resumiendo: divertimento experimental fallido por parte del autor, bien resuelto por director y actores y que seguramente tenga mejor resultado como lectura dramática que como obra teatral.

Dirección y espacio sonoro: Ignacio García
Espacio escénico y vestuario: Domenico Franchi
Iluminación: José Luís Canales
Reparto: Hector Colomé, Beatriz Bergamín, Roberto Pérez, Itxaso González
Y la colaboración especial de Claudio Sierra