28 septiembre 2025
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Sumamente contrariado salí del teatro Calderón, al finalizar el magnífico montaje que nos ofrecieron los discípulos de la directora Natalia Menéndez. Precisamente, como digo, no tuvo la culpa de mi decepción, el buen hacer y el estupendo montaje, sino la apatía del público al finalizar el espectáculo y los comentarios posteriores que se oían a la salida del templo del Calderón. Evidentemente, para gustos están los colores y la subjetividad de cada uno, para decidir si un espectáculo es bueno, malo o regular, pero salta a la vista que, cuando nos salimos de los clichés, del famoseo, de lo comercial, etc. y nos ofrecen algo un poco más elaborado, más reflexivo, menos comercial, algo hecho con gusto, refinado, sin sofisticación, amable, con intención pero sin espectacularidad y encima no aparece en el reparto la estrella de turno, entonces para la plebe de la corbata y el abrigo de visón, la obra es aburridísima. Y lo peor de todo ¡Que no la entienden…! Como muchos comentaban bajo los arcos del teatro.

¡Qué lástima! Qué poco rigor y con qué poquita cosa, muchas veces, nos conformamos. ¿Y esta es la ciudad que presume que entiende de teatro…?

A lo mejor soy yo el raro y tengo que pedir disculpas. Así que antes de empezar a hablar del montaje, pido disculpas por gustarme algo inteligente y hecho con buen gusto.

“Tantas voces…” se compone de cinco cuentos breves del autor siciliano Luigi Pirandello (La casa de Granella, El hombre de la flor en la boca, Limones de Sicilia, El certificado y Alguien ha muerto en el hotel, componen “Tantas voces…”).

Son piezas que no tienen conexión las unas con las otras, son una sucesión de acontecimientos (tristes y alegres) diarios, que van unidos solamente por el transcurrir del tiempo. De ahí que entre pieza y pieza, suene el tic-tac del reloj; único engranaje.

Son un discurrir de costumbres del pueblo italiano de principios del siglo XX y finales del XIX, en el que aparecen personajes tan variopintos y coloridos desde la Sicilia rural, hasta la Roma burguesa.

En el espectáculo aparecen más de 30 personajes que están genialmente resueltos por los 7 actores que conforman el plantel. Los siete demuestran una gran versatilidad, con una gran capacidad de registro y fuerte presencia escénica.

El espectáculo está alejado del realismo, como casi toda la obra de Pirandello, y se aproxima más a lo fantasioso, pero con toques de humor. Ligero humor, pero sumamente eficaz, con el que esbozamos una liviana sonrisa, ya que, pese a no ser hilarantes las situaciones, están impregnadas de un absurdo amable, que las hace a la vez hirientemente trágicas.

Estas vivencias localistas o crónicas de costumbres de la época, son casi fábulas, de las que extraemos en cada una de ellas una moraleja. En todas ellas el humor ácido corre por los cuatro costados, criticando la moral de la época, bastante ligera, como nos retrata el premio Nobel de literatura de 1934 en casi toda su obra.

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Muy acertado el espacio escénico que nos propone Andrea D’Odorico, con una excelente iluminación, que hace resaltar sobremanera el ambiente caricaturesco y colorista, con un vestuario que adquiere también su importancia y que redondea el espectáculo.

Gran trabajo de todos los actores. No hay necesidad de resaltar la labor de alguno en particular, ya que al ser un espectáculo tan coral, todos tienen, en alguna de las piezas, su momento de gloria. Magníficos todos ellos en lo gestual. Si cabe, podríamos mentar a uno de los nuestros. El actor vallisoletano Jorge Calvo formaba parte del reparto que resuelve perfectamente, al igual que sus compañeros de escena.

La directora Natalia Menéndez resuelve con rigor todas y cada una de las piezas, muy cuidadas estéticamente y moviendo francamente bien a los actores por el espacio escénico. Lo único reprochable, (ligeramente, todo hay que decirlo) es no haber dado más conexión al montaje, con un nexo que diera un poco más de sentido a la obra. Quizás así, llegaría más limpiamente al espectador medio y entendieran el mensaje… Aunque individualmente, cada una de ellas, funcionan a las mil maravillas.

Pese a la apatía del público presente y el poco calor con el que recibieron al elenco a recibir los aplausos finales, todos los componentes de la producción, pueden estar sumamente orgullosos del trabajo realizado.

Hasta el aplauso final estaba trabajado con composiciones gestuales de los actores. Tema que brilla por su ausencia en la mayoría de las producciones.

De ahí que reciban mi más caluroso aplauso y mis más sinceras felicitaciones, por todo lo que nos ofrecieron.

Porque, claro; lo sencillo, pero inteligente, no vende. ¡Qué lástima!

Teatro Calderón de La Barca de Valladolid

Producciones Andrea D’Odorico
Reparto: Fidel Almansa, Jorge Calvo, Lola Casamayor, Lara Grube, José Luis Patiño, Juan Ribó, Antonio Zabálburu
Dramaturgia: Juan C. Plaza-Asperilla
Coreografía: Marta Gómez
Vestuario: Ana Rodrigo
Música: Luis Miguel Cobo
Iluminación: Juan Gómez Cornejo
Escenografía: Andrea D’Odorico
Dirección: Natalia Menéndez

1 comentario en «“Tantas voces…” de Luigi Pirandello – De la sencillez y lo sublime»

  1. Totalmente cierto, es una lastima que no todo el mundo sepa apreciar las cosas sencillas pero inteligentes! aunque yo opino que mientras siga habiendo gente que haga teatro y arte de calidad, seguirá habiendo gente capaz de apreciarlo. Porque loa belleza y la excelencia en todos sus aspectos no pueden morir nunca!

Comentarios cerrados.