24 abril 2024

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“COLLIOURE, Último viaje de Antonio Machado” de Marco Canale

  • Dirección: Ginés Sánchez
  • Reparto: Miguel Palenzuela, Juan Carlos Puerta, Claudia Gravi, Charo Soriano, Julia Trujillo, Francisco Vidal, Antonio Medina, Cristina Calleja.
  • 7 de noviembre de 2008 en el Teatro Calderón de Valladolid. Esa fue la fecha señalada en la que llegó a nuestra digna villa la obra del señor Canale y un servidor se apresuró a llenar dos horas de su tiempo, sentándose en las butacas del palacio calderoniano, a deleitarse con los versos del gran Machado y a emocionarse con esos últimos días, donde el gran don Antonio, debido a su enfermedad, se dejó arrastrar por la mano fría de su amada Leonor, hacia el oscuro más allá. En los últimos días de enero de 1939, llegan bajo la lluvia de Collioure unos exiliados españoles a una modesta posada llamada Bougnol-Quintana. Gran sorpresa en la regente de la posada, Pauline Quintana (discretamente interpretada por Claudia Gravi; su acento francés, al igual que su actuación, no encandiló) al descubrir que se trata del insigne escritor don Antonio Machado (Antonio Medina, muy digna interpretación del poeta, sin llegar a brillar) y parte de su familia.

    En los días que trascurren en la posada, vemos los enfrentamientos que surgen entre ellos, debidos a la situación interna (encontronazos familiares por las discusiones de permanecer en Francia, ir a Rusia o volver a su tierra), provocados por la situación exterior (España y su guerra) y sobre todo por los deseos de unos y de otros de querer llevar una vida mejor y ver que cada vez se hace más cuesta arriba.

    Y eso fue precisamente lo que sucede en la obra, que a medida que pasa el tiempo (y pasa lentamente…) se hace cada vez más cuesta arriba. Y no por culpa de los intérpretes precisamente, porque casi todos está muy dignos y creíbles; no vamos a dudar del gran trabajo de Antonio Medina, ya comentado anteriormente, ni de la sensible Julia Trujilla dibujando a la mujer de José. Tampoco ponemos peros, más bien al contrario, a Francisco Vidal (José) muy sentido y definido el personaje del hermano del poeta.
    Ni siquiera de la actuación de Charo Soriano, interpretando a la madre de Antonio Machado. Lo que hizo, lo hizo bien, pero aquí falla la concepción del personaje (mal el autor y mal el director) porque si la madre tiene demencia senil, principios de alzeimer o cualquier enfermedad degenerativa debido a la edad, más lejos de la realidad, ya que durante tres cuartos de la obra, nos deleita con unos parlamentos, que ya quisieran muchos políticos (ejem…) y la pobre mujer no debía de estar tan lúcida. ¡Y esa peluca, por Dios! con un recogido y su moñito correspondiente, habría quedado de lo más digna, pero esa peluca afro… ¡y blanca! Si parecía hermana de Harpo.

    Miguel Palenzuela haciendo de Manuel Machado también está bastante bien, aunque tampoco resalta demasiado, ya que sus intervenciones son breves y casi voz en off, va relatando los acontecimientos. Esta parte del espectáculo no me encaja particularmente, si hablamos de esos momentos trágicos de los últimos días de Antonio Machado en Francia, las apariciones del hermano hermanado con el franquismo, me sobran.

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    Más discreta es la interpretación de Juan Carlos Puerta haciendo de Jacques Baills, el mozo del hostal, mediocre al igual que su acento francés.
    La volátil Cristina Calleja, interpretando al amor de Antonio Machado, Leonor, no alcanza altas cotas, pero defiende su personaje. Y no se lo pusieron fácil, pues iniciar sus parlamentos con risitas cargantes y finalizarlos igualmente, puede inquietar al más paciente. Y su edad no encaja especialmente, ya que ella era una adolescente y nos da un personaje por edad y físico, más maduro.

    Con demasiado cliché de escuela se resolvió toda la puesta en escena, con esas puertas inquietantes que se cierran y abren, que las abren y las cierran queriéndonos decir algo…

    Fallido el momento más trágico, delicado y comprometido de la obra, la muerte del poeta, que pasa completamente de puntillas, sin hacer ruido, situando el director a don Antonio, en un lugar de lo más incómodo y nada plástico. Y si encima entra en escena Leonor y tapa literalmente el cuerpo presente del finado, la escena queda de lo más atropellada.

    Nada convincente resultó el diseño de iluminación de Juanjo de la Fuente, resaltando hasta la saciedad la escena, subrayando con unos colores demasiado calientes la frialdad que se respiraba dentro, el frío que hacía fuera y lo gris del momento. Y el contraste de la realidad con lo onírico (apariciones de Leonor) chocaba en demasía con esos cambios de luz tan sumamente bruscos y estereotipados.

    Resumiendo, puesta en escena fallida, oficio en los actores (faltaría más…) y aburrimiento generalizado debido a que la historia parece que nos va a contar algo más y se va quedando rezagada por el camino con el paso del tiempo; como ese maletín de Antonio Machado lleno de versos, que se perdió por el camino hacia el exilio , ese camino largo y tortuoso hacia la esperanza.

    De todas formas, a mi todo esto me suena.

    Carlos Burguillo