Sinopsis: Cuatro veteranos de la guerra de Irak que forman un comando de operaciones especiales, son envueltos en un complot y encarcelados por un crimen que no cometieron. Tras fugarse de la prisión en la que estaban recluídos, usarán todas sus habilidades para limpiar sus nombres y capturar a los auténticos culpables.
Crítica: Aquellos niños de los ochenta que gozaban ante la pequeña pantalla con los ojos como platos han crecido para convertirse en los treintañeros que mueven el mercado. La industria vive pendiente de ellos, dispuesta a saciar todos sus deseos y necesidades a cambio de un módico precio, y si a estos no sólo les gusta disfrutar de la novedad sino también rememorar viejos tiempos, que así sea. Tal vez consciente de que competir con el recuerdo es una batalla perdida, Joe Carnahan pasa en El Equipo-A de puntillas por el homenaje y se dedica a crear un entretenimiento veraniego al uso. La película no intenta emular minuciosamente a la serie de televisión, ni ceñirse de forma radical a satisfacer al fan. Se concentra sencillamente en ser terriblemente divertida, y lo logra gracias a un montaje dinámico cargado de elipsis y narraciones paralelas, acción pirotécnica, diálogos ingeniosos, personajes estrafalarios y un reparto magnético y muy bien asentado en sus roles (e incluímos aquí al histriónico villano de Patrick Wilson) en el que acaparan todas las miradas los guapos Bradley Cooper (con su chinado y metrosexual Fénix) y Jessica Biel (que de no ser tan extraordinariamente atractiva vería valorado en su justa medida su notable nivel interpretativo, aunque probablemente no encontrara trabajo). Carnahan apuesta por reducir desde el comienzo la gravedad del tono a su mínima expresión, lanzándose sin miedo al ridículo deliberado, a la fantasmada y a la pasada de vueltas, al artificio, la locura y la extravagancia superlativa, que casa tanto con estos héroes más modernos, estilosos y violentos que con aquellos que todos veneramos y mitificamos en el pluscuamperfecto paraíso de nuestra memoria.
