29 marzo 2024

Suzy & Los QuattroVoy a ser honesto contigo. Desde que llegué a esta ciudad, hace más de un año (¡cómo pasa el tiempo!), siempre he dicho que aquí hace falta más rock. Mucho indie y mucho modernismo, pero conciertos de sacar el peine de la chupa de cuero y peinarse el flequillo (quién pueda), pocos.

Pues bien, tuvieron que llegar dos bandas locales, The Meows junto con Suzy & Los Quattro para darme un ¡ZAS en toda la boca!. El pasado viernes 9 de marzo ambas bandas demostraron que aún hay esperanza en el movimiento más sumergido de la ciudad.

El papel de teloneros lo tenían los veteranos The Meows, que abrieron la noche con los trallazos de su último disco, All You Can Eat. Para un simple aficionado como yo es difícil de describir todas las influencias que tiene este grupo. Desde el garaje más cavernícola hasta rozar ritmos del R&B más frenético, pasando por yo qué sé cuantas mezclas más. Todo aderezado con buen humor y ganas de pasarlo bien. The Meows se mantuvieron en su papel, animando con buena pegada pero sin llegar a abrumar. Temas como Shake o No No No llenaron la sala, junto con algún tema antiguo (de su primer LP) de corte más punk. Si este grupo es capaz de animar así tocando poco más de 40 minutos, no quiero pensar qué pueden hacer tocando un concierto entero ellos solitos.

Pero claro, el papel estelar de esa noche no era para The Meows, si no para la adorable Suzy y sus Quattro. La pinta de niña buena y de no haber roto un plato de Suzy se pierde en el primer momento en el que empiezan a tocar. La pegada de la banda es brutal. Que no engañe el tono más pop o relajado de su último disco, Hank. Su directo se basa sobre todo en la contundencia de su batería, una bestia parda que además de pegarle duro lo hace extremadamente bien. Un amigo mío me dijo hace poco que un grupo llegará todo lo lejos que pueda llegar su batería. Si es verdad, Suzy lo tiene fácil. Aún así, por mucha batería que haya, hace falta gente delante que la soporte. Tanto el bajista como el guitarrista mantenían el nivel de sobra. Los solos de este último, aunque cortos, demostraron su buen hacer. Y claro, luego está Suzy, con su voz hecha para el rock y su actitud desenfadada. Esa noche la niña buena se quedó en casa mientras que la guerrera salió de fiesta.

En cuanto a las canciones, básicamente presentaron su último álbum, Hank. Un disco, como ellos se encargaron de recordar, hecho con sentimiento a una persona querida y desaparecida. Convirtieron su memoria en un directo de lo más fiestero. Celebraron su memoria. Lo de llorar se lo dejaron a los tristes de turno. Temas tan importantes como I.O.U (I Owe You) o Kick Ass fueron buen ejemplo del tono de la noche. Todos los temas fueron tocados en tandas de 3 o 4 temas seguidas, demostrando que no hay descanso para los (malditos) rockeros de toda la vida.

Por sacar defectos, que los hay, cabría decir que el sonido no estaba del todo bien ecualizado. La batería se comía muchas veces el sonido del resto de instrumentos, en especial la voz de Suzy. La potencia mola, pero sin control como que sobrepasa. Por supuesto, el mayor defecto de la noche fue el público. La sala no es que estuviese muy llena, pero es que además ahí no se movía casi nadie. Repasad lo que he dicho, que fueron muy potentes, mucha fiesta y blablablá. Bien, la gente no pareció enterarse del todo. Y me incluyo, que conste. Una pena, ambas bandas se merecieron una mejor respuesta.

Así que la próxima vez que vayamos a un concierto de rock y una cantante guapa baje a la pista y se ponga a bailar a nuestro lado como una condenada, bailemos nosotros también. Hagamos como Suzy. Suzy es el Bien.