29 marzo 2024

Magia, veteranía y entrega

En los últimos 10 años he tenido la fortuna de poder disfrutar de un concierto de Ute Lemper en tres ocasiones. Manteniendo siempre un nivel excepcional, es sorprendente contemplar como esta artista total, al igual que los buenos vinos, mejora sustancialmente con los años. Su actuación hace unos días en el Auditorio Miguel Delibes, con su aforo casi completo, brillará en el inconsciente colectivo de los asistentes durante mucho tiempo. Dicho en pocas palabras: Ute Lemper se salió del mapa.

Como si de un sortilegio musical se tratara, la alemana nos embarcó en un viaje en el que recorrimos un amplio espectro de emociones, materializadas en las letras de los temas abordados, que interpretó plenas de sentido y expresividad. Perfecta en dicción y fraseo en los tres idiomas que manejó, francés e inglés además de su lengua materna, dotaba a cada palabra o frase de un contenido que era vertido en nuestros oídos como absenta en unas ocasiones y como esencias chispeantes en otras.

Pero Ute Lemper no es únicamente una voz portentosa. Técnica y talento se mimetizan con sentimiento y emoción. Lejos de ser una diva hierática, su presencia llena una enorme sala de conciertos con una naturalidad y sencillez que sólo los más grandes poseen. Pese a que tuvo que equilibrar su corporalidad al marco en el que se encontraba, no escatimó en acompañar sus interpretaciones con distintos movimientos, coreografías o gestos desenfadados, según lo requiriera cada una de las piezas.

Dividido en dos partes, el concierto se extendió en torno a las dos horas y media. La Orquesta Sinfónica de Castilla y León (OSCYL) estuvo dirigida para la ocasión por el británico Jan Latham-Koenig. La excelentemente referenciada batuta de este director supo sacar bonitos sonidos en una obertura instrumental que consistió en una suite formada por piezas que el compositor Nino Rota creó para las imágenes de las películas de Fellini.

El marco sonoro que creó la OSCYL fue adecuado y eficaz durante todo el concierto, aunque para mi gusto se mostró demasiado encorsetado, rítmicamente hablando, en algunas piezas de la segunda parte, más cercanas a estilos populares, como por ejemplo I got rhythm (Gershwin) o Moondance (Van Morrison).

Dentro del excelente nivel de todo el concierto, dos momentos fueron especialmente brillantes. En la primera parte la interpretación de Youkali (Roger Fernay) nos hizo flotar sobre lugares orínicos. En la segunda, la sobrecogedora versión que Ute realizó del Ne me quitte pas de Jacques Brel nos dejó incrustados en la butaca y con el corazón cabeza abajo. Pude percibir la emoción de alguno de los músicos de la Orquesta, literalmente al borde de las lágrimas, ante este himno al desamor.

El precioso La vie en rose de Édith Piaf fue regalado como bis tras una deliciosa interpretación del genial All that Jazz. Esta pieza pertenece al musical “Chicago” en cuya versión londinense Ute Lemper interpretó el papel de Velma Kelly, ganando el “Laurence Olivier Award” a la mejor actriz musical en 1998.

La artista lo dio todo desde el primer momento, metiéndose en el bolsillo a cada uno de nosotros, y logrando que el Auditorio al completo la despidiéramos en pié con una prolongada ovación llena de aplausos. Es lo que pasa cuando juntamos magia, veteranía y entrega. El gran concierto emerge, como un milagro.

Pablo SwingKid