6 octubre 2024
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unnamedRebeca Khamlichi no entiende de límites ni clasificaciones, se mueve con facilidad entre artes, siendo la suya la pintura. Dice dibujar en una terraza que da a los tejado de Lavapiés, y asume el eclecticismo como rutina. Ella misma nos habla de Tintoretto, Zahara y la crisis.

Rebeca, parece que tus pinturas se ven muy influidas por la música. ¿Dónde se unen y borran las fronteras de ambas artes?

En mi caso, mi pintura siempre tiene banda sonora. Cada cuadro mío es “hijo” de una canción: los empiezo, los desarrollo y los termino con el mismo tema en bucle. Puedo poner la misma canción mil veces. Hay cuadros que suenan a La Niña de los Peines, otros a Devendra Banhart, algunos a Manos de Topo, a Bon Iver… Y además tengo cierta teoría sobre que los cuadros se gafan si se les cambia de música durante el proceso de realización.

También estás ligadas a la literatura; lo digo por tu colaboración con Zahara para el libro o cuaderno “Semaforismos y Gabaratonías”. ¿Cuál es el papel que juegan las palabras en tu trabajo?

La colaboración con Zahara en “Semaforismos y Garabatonías” es estrictamente pictórica. ¡Las únicas palabras que he escrito son las de algunas dedicatorias!  Sí están muy presentes las palabras y la literatura en los nombres de mis cuadros. Muchos son juegos de palabras, otros casi minipoemas. Y por supuesto está muy presente la literatura, igual que antes decía con la música, en el árbol genealógico de mis cuadros. Muchos de los libros que leo terminan inspirando algunas obras. Ahí están David Foster Wallace, Chuck Palahniuk, Corman McCarthy…

Y, ¿cómo os animáis Zahara y tú a abordar ese proyecto?

La verdad es que desayunando juntas se nos ocurren trescientos mil proyectos cada minuto y medio. La mayoría de ellos son chaladuras…. Pero de entre  todos esos, de momento, dos se han hecho realidad: el primero se llamó “IlusTRAICIONES” , y son una serie de dibujos basados en textos de sus canciones. El segundo y más reciente es éste “S y G”. Pero seguro que no es el último.

Te comparan con el pintor pop japonés Takashi Murakami. ¿A quién te gustaría acercarte a ti? ¿Qué otros artistas te han influido?

Murakami me encanta, sí. Y es verdad que mi pintura puede tener algo de él. Pero mis preferencias van por otros caminos. Quienes realmente me gustan son artistas que no tienen nada que ver con lo que yo hago: El Greco, Murillo, Tintoretto. A mí lo que me gusta ver es pintura clásica.

¿De dónde surge ese universo que combina vírgenes y corazones con extraterrestres y platillos volantes?

Alguna vez ya he dicho que somos una generación que ha visto tantas procesiones de Semana Santa como capítulos de Bola de Dragón, así que es lógico que en nuestras creaciones se mezclen unas y otros sin darle demasiada importancia. Lo normal me parece ser ecléctico.

En ese sentido, perteneces también a la generación de artistas que están naciendo entre los ecos de crisis y desconfianza en el mañana. ¿Cómo ves el futuro de esa generación? ¿Cuáles son sus puntos fuertes?

Somos una generación que se ha tenido que esforzar mucho más que las inmediatamente anteriores para llegar a conseguir menos cosas. La crisis ha sido una criba pero también un estímulo para la inteligencia y el talento. Por eso la gente que queda es la gente que realmente se ha esforzado, la que realmente tiene algo que aportar. Y en cuanto al futuro yo tengo mucha esperanza, en parte porque es difícil que las cosas puedan ir a peor. Además tengo mucha confianza en el interés de los jóvenes por la cultura.

Para acabar, ¿cuáles son tus próximos proyectos o metas a corto plazo?

El principal proyecto es poder seguir pintando mucho y que lo que haga le siga gustando a la gente. ¡No voy a concretar demasiado porque sobre “explicar lo que se tiene entre manos” pende la misma superstición que sobre cambiar la música que suena al pintar un cuadro!

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