Lobezno. Japón. Mariko. Ninjas. Katanas… Las primeras informaciones que circularon sobre ‘Lobezno inmortal’ (James Magnold, 2013) emocionaron a los fans más veteranos con la perspectiva de que los responsables de la franquicia cinematográfica de los X-Men se hubieran decidido a adaptar la primera miniserie del mutante canadiense, ‘Lobezno: honor’, firmada por unos Chris Claremont y Frank Miller en estado de gracia hace ya 32 años.
Sí y no… Esa historia, una de las más famosas de Lobezno, tenía un contenido razonablemente adulto, serio y violento -en el sentido más real de esa palabra- y daba más importancia a los personajes y sus conflictos -sentimientos, frustraciones, crisis de identidad- que a la acción. Demasiada chicha para lo que los productores de Hollywood -qué equivocados están- consideran que la audiencia demanda.
Como toda superproducción actual que se precie, la segunda aventura de Logan en solitario está calculada para satisfacer un poco al público de todas las edades, es decir, nunca del todo a ninguno. Se inspira, tiene algo de la citada miniserie, sí, pero gran parte de la profundidad que destilaban las páginas del cómic se ha sustituido por espectacularidad vacía, por eternas secuencias de acción muy bien coreografiadas -como la larguísima persecución de Mariko- y embellecidas por ordenador, pero que poco o nada aportan al desarrollo de la trama o a la construcción de los personajes.
Resulta irónico que las escenas que mejor funcionan en este ‘Lobezno inmortal’ -no sé a quién se le ocurrió el título en castellano, pero Logan no es inmortal- sean precisamente las de conversaciones entre personajes, sobre todo las que Lobezno mantiene con dos mujeres, Mariko y Jean Grey, mientras que las secuencias de acción suenan a repetido, a mira-todo-lo-que-puedo-hacer-con-el ordenador, algo que a estas alturas ya no sorprende a casi nadie.
El cómic de Claremont y Miller apostaba por la sencillez incluso en la acción, duelos a katana y poco más, y funcionaba. Lo mismo habría pasado en la película si los productores no se hubieran obcecado en eclipsar trama y personajes con un torrente de imágenes por ordenador. Lobezno y sus garras de adamantium son la réplica perfecta a una espada japonesa… Estética y estilísticamente no se hubiera necesitado más para que el filme funcionara y éste habría ganado en intimidad y, a la vez, en fuerza.
Con todo, hay destellos a lo largo de todo el metraje de lo que la película podría haber sido de haber estado sólo en manos de su director, responsable de títulos tan interesantes como ‘Copland’, ‘En la cuerda floja’ o ‘El tren de las 3:10’, en lugar de en las de los ejecutivos de Marvel y la Fox. La atormentada personalidad de Lobezno, comparada con la de un ronin -un samurái sin señor- tanto en el cómic como en la película, está ahí desde la primera escena, los duelos con armas blancas son intensos y el retorcido triángulo Logan-Mariko-Jean funciona o, mejor dicho, habría funcionado si se le hubiera dado más tiempo para respirar.
Es indudable que ‘Lobezno inmortal’ es mejor película que ‘X-Men orígenes: Lobezno’ (Gavin Hood, 2009), al menos aquí hay un atisbo de historia en lugar de un encadenamiento de excusas para hacer avanzar la trama, pero esta película podría haber dado de sí mucho más si se hubiera dejado a Magnold sacar los pies un poco fuera del tiesto. Simplicidad en la narración, personajes con algo más de profundidad y conflictos creíbles… todo eso está en el cómic original y habría bastado con adaptarlo con cierta gracia al lenguaje cinematográfico para obtener un producto mejor, de entretenimiento, claro, pero con algo más de fondo.
El gran problema de seguir un patrón, una fórmula, es que a poco inteligente o experimentado que sea el espectador es fácil predecir todo lo que va a pasar a nivel argumental, cada supuestamente sorprendente punto de giro del guión, hasta el desenlace final, con un Silver Samurai cuya identidad ya se puede adivinar con haber prestado un poco de atención al trailer. La ausencia de riesgo también contamina el apartado técnico, con una fotografía correcta pero aburrida y unas escenas de acción cargadas de esteroides, afortunadamente no tanto como las de ‘El hombre de acero’ (Zack Snyder, 2013).
Hugh Jackman es el actor perfecto para encarnar a Lobezno -el responsable de casting que lo encontró hace casi 15 años ya debería estar en los altares- y precisamente por eso duele mucho más que se desaprovechen las oportunidades para hacer una buena película sobre el personaje. Hasta la fecha, lo mejor del Lobezno cinematográfico está en las dos primeras entregas de los X-Men… Habrá que esperar al regreso de Bryan Singer a la saga con ‘Días del futuro pasado’ para ver si se hace justicia con Logan.
(Por cierto, merece la pena quedarse un rato a los títulos de crédito para ver un prólogo de esa nueva película en el que el canadiense comparte plano con dos pesos pesados del universo mutante…)