29 marzo 2024

El pasado martes asistimos a uno de esos conciertos que te pillan por sorpresa. Día laborable, fútbol a la misma hora con el equipo de la ciudad, sala pequeña, teloneros desconocidos y grupo recién descubierto. Un concierto más, pensamos alguno de los que nos habíamos acercado con tiempo. Pero la noche se fue vistiendo de buenrollismo generalizado a medida que los chicos de Balthazar empezaban a calentar guitarras y agitar baquetas. Los riffs guitarreros de The Boatman o Hunger At The Door nos hacían pensar que los belgas tenían mucho más que ofrecer que un myspace bastante completo y una buena lista de directos por buena parte de Europa e incluso alguno en Estados Unidos.

Una hora después se presentaban en el escueto escenario los galeses afincados en Londres The Joy Formidable, con la vocalista Ritzy Bryan a la cabeza. Pocas veces tenemos ocasión de escuchar un disco recién estrenado –The Big Roar se publicó el 24 de enero de este año- en una gira también inédita. Por tanto, presentación de disco al completo con un sonido que ardía casi siempre, de batería potente y un bajo cuya distorsión en ocasiones nublaba la guitarra e incluso la voz de Ritzy. Sonido abigarrado de gran potencia y ruidismo muy cuidado, ideal para una sala de este tipo, que prácticamente se llenó cuando salió a escena el trío galés.

El primer trabajo editado por The Joy Formidable, A Balloon Called Moaning, anticipaba ya muchos temas de The Big Roar en un formato a medio camino entre single y LP. Con este último han sido capaces de explicar varias cosas al mismo tiempo: que puedes sonar a Glasvegas y Blonde Redhead en un mismo tema y salir indemne -enorme The Everchanging Spectrum Of A Lie-, que una buena batería puede sostener un tema por sí sola –I Don´t Want To See You Like This-, que un tema puede empezar a la mitad sin dar la sensación de que sobre la primera parte –Llaw=Wall-, que en el shoegaze también existe la perfección –The Greatest Light Is The Greatest Shade, Cradle-. En fin, que la distorsión suena bien si se maneja con criterio –The Magnifying Glass, A Heavy Abacus, el final de Whirring o Chapter 2, Austere-.

Todo esto y algo más -las ganas de llegar a casa para volver a poner el disco completo- trasladaron al directo los chicos de The Joy Formidable -traídos de la mano de la gente de Sala Razzmatazz– en un concierto único que nos hizo pensar que la próxima será seguro frente a un auditorio mayor. No será lo mismo.