19 abril 2024

Son muchas las razones por las que nos gusta Jenny Hval, y desde que visitara la capital de la mano de Cloudy Dog Producciones y SON Estrella Galicia, una de ellas ya ha pasado a ser su directo. Pero vamos a enumerarlas todas que son unas cuentas, va.

Jenny Hval 1

Para empezar, su voz. ¿Qué les dan de comer en el norte de Europa? Susanne Sundfør (Noruega) o Nina K (Suecia) recuerdan en tono a la ex Rockettothesky, que no nos ofreció ni un maldito desafine en todo su corto show del Teatro del Arte. Cuántas veces habremos oído cuáles son las posturas perfectas para expulsar el mejor chorro de voz que los triunfitos pueden ofrecer… “Controla el diafragma”, “espalda bien recta”… A Jenny Hval no le importa. Jenny, nuestra Jenny, es la Chuck Norris de la voz y canta bien incluso tumbada boca abajo mientras apoya su barriga en la pelota blanca de pilates que le acompaña.

Un momento, ¿bola de pilates? En efecto: esto, dos maniquíes y su colega a los sintetizadores es la única compañía que Jenny tiene sobre el escenario. Así que vamos con otra de las cosas que nos gustan de ella: su performance.

Sus letras son claramente feministas. Canciones como The Battle is Over, de su último disco Apocalypse, Girl (2015, Sacred Bones) y con la que cerró su concierto, hacen referencia a la falsa superación del machismo en su país.  No deja de ser curioso que, siendo esta particularidad suya tan manifiesta, la mayoría del público fuera masculino (chicas, ¿dónde os metéis?). Apuesto a que gran parte de la audiencia se enamoró de esa fémina de melena rubia a la que el pijama – chandal le sentaba tan bien. Pues lo normal, ¿no? Venir cómoda a cantar, sentirte como en casa…

Jenny Hval 3

Jenny Hval 2

Pero nada más lejos de la realidad. Jenny Hval fue quitándose poco a poco capas y capas de ropa hasta terminar mostrando su corte de pelo a lo garçon bajo la peluca rubia. Si sus canciones pueden incomodar a cierta parte de la sociedad, ella decidió hacer el esfuerzo de ser otra persona y hacernos entender, sólo al final, que no se había sentido cómoda con el lookazo con el que había ofrecido su show.

Y aquí viene la tercera razón: su discurso. Suena pura, sin tapujos, en todas sus tonadas. ¿Por qué tendría que disfrazarse? Para mostrar a su público esa carátula de mujer que todas llevamos a menudo; esa chica que sale en las revistas, esa forma de vernos que tiene la sociedad. Jenny Hval se desnudó ante nosotros y pudo despedirse hacia el final de la noche de esa no-chica de la que se había disfrazado. Porque al final, ninguna mujer tan real como ella sobre el escenario. No se conformó con salir, tocar y marchar. Jenny Hval tenía como obligación personal hacernos reflexionar. Y vaya si lo consiguió.

Porque no suena lejana, sino a colega. Porque ese es el cuarto motivo de nuestra admiración, que sabemos que podría ser nuestra amiga. Qué narices, ansiaríamos que lo fuera. Y que use nuestras notas de audio en sus conciertos, como cuando compartió con nosotros un sonido desde su iPhone. Que por sesudo que sea su fondo, es muy sencilla en las formas.

Sólo le achacamos que no tocase Cigars, su hitazo como Rockettothesky, pero por todo lo demás, amiga, sigue luchando así por nosotras, que como decía Mecano, andamos justos de genios. ¿He parafraseado a Mecano? Ok, suficiente. Esta crónica acaba aquí.

Jenny Hval 4