Con la inspiración llegada directamente desde aquellos “rosters” que en los 60 y los 70 gastaban sellos como Motown, Stax y Atlantic y con una formación jazzística que le hace inventarse conspiraciones para meter arreglos a cualquier suspiro, sean de voz o de saxo. Psicodelia de cámara.
Matthew E. White toma además ecos del sur estadounidense, extractos de un mundo musical real, como el de su admirado héroe Randy Newman, y los reconvierte en productos de su imaginación, doblándolos y deformándolos hasta proyectar columnas sin fondo de soul etéreo.
En 2012 vio la luz su debut discográfico, “Big Inner”, y sus conciertos, acompañado de su banda Spacebomb, lograron trascender los circuitos restringidos. En ese sentido, el primer gran golpe tuvo lugar ese octubre, cuando su directo impactó en el festival CMJ de Nueva York, donde fue uno de los triunfadores. Uno de los motivos de ese triunfo fue su voz, que suena como si Justin Vernon (Bon Iver) quisiera cantar como Bill Callahan, o viceversa. Otro motivo fue, que, delicado él, sabe mecer sus canciones, impecablemente acabadas hasta en detalles de apariencia intrascendente, con una elegante brisa retro que se salta los lugares comunes de los neo-clásicos rockeros y acaba en la humareda de Al Green. Con la reedición de “Big Inner” a finales del verano de 2012 llegó un EP con cinco canciones nuevas. “Big Inner: Outer Face Edition” trabajo que presentará esta semana en nuestro país.
