TROMPETAS ANUNCIANDO LA PRIMAVERA
Echando la vista atrás, hasta a los más optimistas les habría sido complicado prever que el Primavera Trompetera iba a crecer tanto y tan bien en solo dos años. Desde que en 2015 se celebrase la primera edición, el número de aficionados que se trasladan hasta Jerez para disfrutar de la música y el buen tiempo ha crecido exponencialmente hasta alcanzar, según la propia organización, los 50.000 asistentes en este 2017. Un dato llamativo, que le convierte sin duda en el festival con más progresión de España.
La anterior localización se quedaba corta para acoger a tal masa de público, por lo que para esta ocasión se escogió un emplazamiento emblemático – y, dicho sea de paso, monstruosamente grande – de la ciudad, el Circuito de Jerez. También evolucionaba el formato del festival, incluyendo dos días de conciertos en vez de uno, mayor número de escenarios y zona de acampada. Entradas asequibles, más de 50 artistas confirmados, cabezas de cartel potentes, cerveza a precios populares… la fórmula del éxito parece sencilla, ¿no?
Aunque antes tocaron artistas de calidad como Poncho K o Mamá Ladilla, entre las típicas colas y aglomeraciones de primera hora, no fue hasta la actuación de Rozalén cuando el público de veras se hizo notar en el recinto. En el escenario, María fue capaz de emocionar con su potente voz intercalando las canciones más sonadas de sus dos álbumes, a la espera de grabar su tercer trabajo al final de la gira.
El Chojin, un habitual en este y otros muchos festivales, fue el encargado de coger el testigo cuando aún calentaba el sol, llenando por completo uno de los escenarios secundarios. Delante de miles de personas que le jadeaban entregados agitando las manos, desplegó todo su rap con trasfondo social, temas llenos de significado que gustan a todos. En cambio, la noche llegaba con aire frío de la mano de un incombustible icono del rock&roll patrio como es Loquillo. Poco importa el hecho de que lleve más de 35 años sobre las tablas, porque el barcelonés se volvió a meter al público en el bolsillo con su aspecto canalla y canciones como Cadillac Solitario o El Ritmo del Garaje, verdaderos hitos dentro del género.
Quizás la actuación más esperada y redonda de la jornada fue la de Fuel Fandango, el dúo formado por el productor Alejandro Acosta y la cordobesa Cristina Manjón. Una música que resulta difícil de catalogar, a caballo entre el flamenco y la electrónica, pero que hizo saltar durante los 60 minutos a todo el Primavera Trompetera, ávido de más folclore. No cabe duda de que el suyo es un formato innovador al que le sienta bien los grandes espacios y que encaja mejor en los festivales que en las pequeñas salas.
Nach por su parte no solo no defraudó con sus rimas imposibles, sino que sorprendió. Y con creces. El suyo fue uno de esos conciertos al que llegas sin mayor expectativa y que, sin esperarlo, acaba por convertirse en el mejor directo de la noche. Flow ilimitado del de Valencia, que rapeó los temas de siempre con el aplomo propio de un maestro. La primera noche tocaba a su fin con Tomasito. El de Jerez jugaba en casa y se notaba, pero las piernas comenzaban a quejarse. Además la temperatura, más fresca de lo normal, terminó por aguar sus fandangos. Tocaba bajar la cortina.
Al siguiente día, prisas y más de un galope para intentar hacerse sitio en el escenario principal. Llegaba el momento del Javato. Con soldout en toda su gira, ver a Javier Ibarra en directo bien merece un viaje de 5, 6 o 7 horas en coche. Incluso se escuchó algún acento gallego coreando sus estribillos – ¡bravo por esos valientes! – Acompañado del siempre solvente R de Rumba pero esta vez sin el resto de Violadores, Kase.O se quedó con las gargantas de todo el público tema tras tema. El Círculo puede resultar atípico para los más puristas, pero nadie se atreve a negar que es un SHOW en mayúsculas. El maño fluyó como sólo él sabe hacer con la preciosa Mazas y Catapultas, se atrevió a bailar con torpeza cuando sonaba No sé qué voy a hacer y terminó despidiéndose del público Repartiendo Arte y transmitiendo la mejor de las energías. 60 minutos que dejaron con ganas más.
Quedaba aún mucha noche como para bajar los brazos, y de prolongar el climax se encargaron Juanito Makandé y El Canijo de Jerez que volvían a su tierra en formato Estricnina. El suyo es un veneno que caló hondo en la gente, más aún cuando a la actuación se unió Vinila von Bismark. En resumen, tres artistas a los que les sobra desparpajo encima del escenario y que templaron el ambiente cuando empezaba a bajar la temperatura.
La mejor puesta en escena de todo el Primavera Trompetera fue la de La Mala Rodríguez. Y también es suyo el título al mejor directo. Sugerente, brava, agresiva, magnifica… faltan adjetivos para definirla. Junto a un grupo de bailarinas, La Mala irrumpió en el escenario para dejarlo todo, para vaciarse, para regalar a los presentes un rato difícil de olvidar. Con su típico derroche de energía, María volvió a demostrar que le sobran recursos – y temazos – para tener al público arriba, bebiendo de su flow, durante una hora completa. Clásicos del rap como Tengo un trato, La Niña o Por la noche que María mezclaba con bases de electrónica dura, que recordaban a una sesión de Matinée. Un espectáculo para contar en los bares.
La última gran función – y la más larga – del festival fue la de Orishas. La suya es una combinación de hip-hop y música tradicional cubana que funciona a la perfección, y por la acogida que tuvieron se notaba que la banda llevaba diez años sin pisar la península. El hype era alto y con razón todos se congregaron para verles. A base de estribillos míticos como los de El Kilo, Nací Orishas o A lo Cubano, Ruzzo, Yotuel y un elegante Roldán mostraron que son unos auténticos genios en lo suyo y que su mezcla de estilos, a priori arriesgada, empasta a la perfección. A pesar de las horas y las ojeras el público estuvo a la altura y acompañó este broche de oro a un festival redondo, que ojalá siga en la misma senda para 2018.
Texto : Nacho Carrasco.
Fotos : Facebook Festival.