29 marzo 2024

Hace un par de meses entrevisté a Paco Roca, desde entonces han ido pasando los días, las semanas, los meses, sin la oportunidad de transcribirla para compartirla con sus lectores. Casualidades de la vida, hace unas semanas, en plenas vacaciones, recibí la noticia del premio en el Salón del Cómic de Barcelona y, como si de una señal se tratara, retomé la tarea. Y aquí está, con todos vosotros… entrevista a Paco Roca, eso sí, anterior a este último reconocimiento recibido por El invierno del dibujante; si bien, aunque no recoge hasta el último día en la vida de este genial autor de cómic, creo da buena cuenta de su trayectoria y buen hacer.

Paco Roca es valenciano, muy trabajador y polifacético. ‘Una mirada de línea clara’, así he decidido denominar esta entrevista; una referencia a la bande dessinée, en la que se enmarca su obra, a su mirada azul, pero, sobre todo, a la transparencia y cercanía que transmite a las personas que tienen la oportunidad de hablar con él. Hablar con Paco Roca, no es solo hablar con un autor de cómic de talento reconocido en España (Premio Nacional de Cómic 2008, entre otros) y en muchos otros países como Francia, es tener la oportunidad de charlar distendidamente, entre risas, con una persona sencilla, tranquila y metódica con la que compartir el interés por el mundo del cómic.

Salidas diferentes

Antes del éxito de Arrugas has trabajado como autor de historietas cortas para adultos, ilustrador editorial, diseñador de cosas muy dispares que van desde logos de discotecas a la caja de los muñecos Pin y Pon, colaborador de televisión y radio, además de autor de cómic… ¿sigues compaginando todas estas actividades o ha habido un antes y un después?

Pues la verdad es que sí se puede decir que ha habido un antes y un después de Arrugas, especialmente tras recibir el Premio Nacional, pero también porque Arrugas ha sido una obra muy mediática, fundamentalmente por su temática. Durante estos años no he hecho más que viajar, pero no solo para asistir a festivales de cómic o a eventos relacionados con el mundo del cómic, que sería lo esperable, sino muchas veces por cuestiones de índole social, desde charlas en Universidades, sobre vejez, Alzhéimer… La verdad es que han sido un par de años muy intensos.

De hecho, leí el otro día en la Rolling Stone que has estado en el avión de Zapatero…

Es una de las muchas anécdotas curiosas de estos años. Se trataba de un viaje oficial del Presidente, también viajaban el Ministro de Economía, el de Exteriores, la entonces Ministra de Ciencias, y querían darle un poso cultural, por lo que invitaron a un arquitecto, al modisto Modesto Lomba, a Javier Cercas y a mí. Fue muy curioso, algo la margen de la gente del mundo del cómic.

La última vez que hablamos me comentaste que tu madre estaba impresionada porque te vio en el Pronto [risas], supongo que ahora que te ha visto en toda la prensa estará alucinada, ¿no?

Creo que empieza a pensar que su hijo se está dedicando a algo serio de verdad [más risas]. Hasta la fecha yo creo que pensaba que era la tapadera de algo turbio, pero ahora empieza a tener claro lo que es, más o menos, esto de los tebeos [muchas más risas].

¿Se podría decir, entonces, que te estás centrando más en tu faceta de autor de cómic, independientemente de que la promoción de Arrugas y de otras obras sea muy intensa?

Sí, la verdad es que sí, digamos que ha sido una coincidencia. En un primer momento, trabajé mucho en publicidad, fue en lo que empecé, pero comenzó la crisis en la publicidad, la ilustración fue un poco a menos, y lo que para mí era un trabajo seguro empezó a dejar de serlo, al tiempo que cada vez podía ganarme mejor la vida con el cómic. Y ha sido una transición muy suave. El cómic ha pasado de ser un hobby de fin de semana a convertirse en la forma de ganarme la vida, algo difícil en España.

La necesidad de contar

Sabemos que has sido un ávido lector desde pequeño, de hecho das muestras de ello en muchas de tus obras, pero ¿cuáles eran tus lecturas favoritas?

No sé si es pura coincidencia, pero la gente de mi generación hemos tenido la suerte de que nuestras lecturas han ido avanzando al tiempo que el mundo del cómic. Empezamos con los tebeos de Bruguera, de ahí a los superhéroes; de los superhéroes al cómic francés, y del cómic francés, aparte del manga, a una nueva forma de contar las cosas, la novela gráfica. Tengo la sensación de haber crecido al ritmo del cómic y este siempre me ha dado las lecturas que he ido necesitando.

También ha habido otras lecturas, ¿no? Lo digo por lo que se ve en muchas de tus obras de influencia de autores no solo de cómic sino de narrativa, muchos clásicos.

Todo lo que lees te influye. Cuando ves una película o lees un libro, en cierta forma estás pensando cómo se podría adaptar a tu medio. Mis lecturas se van reflejando poco a poco en lo que voy haciendo. Desde todos esos clásicos, como tú comentabas, la novela de género de aventuras, que aparece en El Faro, incluso en Las calles de arena. En el fondo, todo lo que te rodea, todo lo que lees o absorbes en alguna forma, lo sacas por algún lado.

¿Cuándo empezaste a sentir la necesidad de ser tú el que contase una historia, bien de forma escrita o a través de imágenes?

La verdad es que es difícil saber estas cosas, imagino que desde pequeño. Cuando tienes una inquietud, buscas un camino para canalizarla, y en mi caso lo primero fue la necesidad de contar historias, y lo segundo encontrar un leguaje que piensas que dominas o, por lo menos, a través del cual que te resulta más sencillo hacerlo, y yo elegí el dibujo. En este sentido he vivido dos facetas, por un lado la ilustración y por otro el cómic, si bien te permiten contar cosas muy diferentes, a veces, son complementarias.

¿Siempre has destacado por tu dibujo?

Pues la verdad es que no. Bueno, me imagino que de pequeño sí, pero cuando llegas a los estudios superiores, te das cuenta de que eres uno más. Incluso ahora tampoco soy un virtuoso del dibujo. Para mí el dibujo es una herramienta para contar historias, y con lo que puedo dominar más o menos pues puedo contar según qué tipo de historias. Además creo que en estos momentos en el mundo del cómic no hay un canon, vale todo, siempre y cuando transmita sensaciones.

En muchas de tus obras se observa un gran trabajo previo de documentación, ¿es esa tu forma de trabajar? ¿Cómo describirías tu proceso creativo? ¿Siempre buscas soluciones diferentes a los problemas narrativos con los que te vas topando?

Pues es bastante aburrido y metódico, voy por fases y no me gusta alterarlas. Primero me documento: leo, busco por Internet, hablo con gente; después o al mismo tiempo, escribo el guión, y cuando lo termino pienso que la historia está perfectamente como está, e intento no volver a tocar la estructura. A continuación, empiezo a hacer los bocetos, luego va el escaneado, el color y demás. Hay otros dibujantes que lo hacen todo al mismo tiempo, yo no puedo, el simple hecho de dejar viñeta sin terminar porque no encuentro la documentación necesaria, me estresa.

El juego lúgubre, Hijos de la Alhambra, Arrugas, El invierno del dibujante… te definen como autor de cómic social pero también están El faro, Las calles de arena… ¿qué opinas? ¿Hay algo en común entre todas ellas?

Mucha gente dice que hay dos tipos de escritores, los que siempre te están contando la misma historia disfrazada y los que no tienen un tema. Yo creo que soy de los primeros, de los que, quiera o no, siempre estoy contando la misma historia. Muchas veces el tema lo disfrazas, pero la esencia sigue siendo la misma. Es como si siempre hablara de alguien descontento con la vida que le rodea, que huye hacia otro lugar mejor, y ese lugar mejor, a falta de creencias políticas o religiosas, siempre suele ser el mundo de la fantasía, es un poco quijotesco el tema. Este patrón se repite en todas mis obras, sean de fantasía o realidad, se ve que no hay forma de dejar de ser el tipo de autor que siempre cuenta la misma historia.

¡Qué modesto eres, Paco! [risas]

¿Cómo surgió Arrugas, la obra que te catapultó a la fama?

Bueno, pues, surge… La verdad es que ya lo he dicho tantas veces [risas].

¿Es más una opción personal o tiene algo que ver con la aparición de otras propuestas en esta línea como Píldoras azules de Peeters o María y yo de Gallardo?

Yo creo que surge más de la necesidad de contar. Aunque sí que es cierto que hay obras que van abriendo camino para que esto sea posible. Imagino que si no hubiese habido antes un Maus, quizás un Píldoras azules, cosas así, hubiese sido más difícil que un editor apostase por hacer algo en esta dirección.
Cuando hablaba con algún amigo o con un editor sobre lo que estaba haciendo, su reacción era como “¿Estas haciendo una historia sobre las personas mayores y sobre el aburrimiento que es la vida de estas personas?”
Ciertamente, no parecía que fuese a ser un tema comercial pero yo tenía la necesidad de contarlo. Mis padres son mayores. Vas viendo cómo la edad les va afectando, te das cuenta de esa realidad social, te das cuenta de que la vejez es algo que no valoramos o que, incluso, no queremos ver. En una ocasión, me encargaron un cartel y dibujé en él a unos ancianos. Me hicieron quitarlos porque “eran antiestéticos” y la gente no quería verlos.
También por el Alzheimer. El padre de un amigo tuvo Alzheimer y pude ver cómo pasó de poder recitar de memoria el párrafo de un libro a ser incapaz de ponerse una camisa. Tenía la necesidad de hablar de todo eso, de contarlo. Además, pensaba que era un tema muy poco tratado, no sólo en los cómics, sino en el cine, en la televisión, en la literatura.

Antes de Arrugas, ¿te habías planteado dibujar a tus padres o a alguien tan cercano como el padre de tu amigo?

No. La verdad es que no lo había hecho hasta que leí el cuento del Borges mayor que se encuentra con el Borges joven. Desde entonces muchas veces he pensado en eso, en qué pasaría si me encontrase con mi yo de hace 10 o 15 años. He pensado que si mi yo actual le enseñase Arrugas a mi yo de cuando empecé a dibujar, de cuando hacía cosas de género (como ciencia-ficción) y los temas contemporáneos o costumbristas no me interesaban para nada, me lo tiraría a la cabeza: “Yo, vamos, ni loco, ¿cómo voy a acabar haciendo cosas así?”
Vas cambiando tus gustos y, a su vez, vas madurando en cuanto a lo que te apetece contar. Me sigue gustando el género, me sigue gustando la aventura pero, de repente, veo que hay un camino que me interesa más. No sólo me interesa contar lo que me pueda haber pasado a mí sino, sobre todo, contar los sentimientos o las cosas que les suceden a los demás. Jamás pensé que iba a terminar dibujando a mis padres ni abordando un tema como el de Arrugas, pero al final lo he hecho. No sé, es posible que dentro de unos años acabe dibujando algo que ahora ni me plantearía hacer.

Historias reales pero dentro de unos límites

¿Cómo se vive el dibujar a alguien enfermo o, casi peor, que sufre una enfermedad degenerativa?

Es curioso, porque cuando más he pensado que eran personajes ha sido durante las firmas. Cuando los lectores me han pedido, por ejemplo, “Dibújame a Modesto, que me parece muy simpático” o “Dibújame a Emilio”. Me he dado cuenta de que para los lectores son personajes, mientras que para mí son personas reales. Son personas que he conocido, aunque quizás algunos estén muertos (como Emilio) o el Alzheimer haya hecho mella en ellos.
Ahora, se han convertido en personajes que viven en toda la gente que ha leído la historia. Me resulta extraño el que esas personas que he conocido, con las que he convivido y que, en casos como el del padre de mi amigo que falleció, sigan estando ahí. La gente habla de ellos como si fuesen parte de su familia, aunque nunca los ha conocido. Dibujarlos no ha sido tan enriquecedor o tan impactante como escuchar los comentarios que hacen los lectores sobre ellos.

Hace algunos años fui al banco y me encontré con una pareja de ancianos. El hombre estaba haciendo la cola por su mujer, mientras que ella esperaba sentada en un banco. La relación de Modesto y Dolores en Arrugas me recordó esta situación y me resultó igualmente conmovedora. Has comentado que los personajes están basados en personas reales, ¿qué podrías contarnos de ese proceso de documentación?

Como he dicho, tenía su parte dura y su parte enriquecedora. La historia de Modesto y Dolores, de toda una vida juntos a pesar del Alzheimer, me pareció muy bonita. En ese caso intenté imaginar la historia de amor que los había unido durante sesenta años.
Todas las historias de Arrugas son reales, pero dentro de unos límites. Dejé fuera las que me parecieron más sórdidas, como las referentes a suicidios, o las que sería una falta de respeto contar.
Además, al partir de casos reales que fui recopilando, cuando dibujaba lo hacía pensando que eran personas vivas. Yo las había visto gesticular, moverse, sabía cómo actuaban ante determinada situación. Por eso me resultó muy fácil darles vida. Cuando los estaba dibujando siempre los tenía en la cabeza.

Entonces, ¿se podría afirmar que, en cierto modo, Arrugas es como una especie de mosaico formado por piezas de la realidad, que se trata de una especie de realidad ficcionada?

Sí, yo creo que sí. Y eso es también lo que me da miedo. Lo que he creado no sale de la nada, sale de todas esas visitas y de todas esas vidas. Casi que lo que he hecho es servir de intérprete: he ido robando fragmentos de vidas y las he unido.
Cuando publicas algo así y resulta que es lo más premiado y con más éxito entre lo que has hecho, te da miedo y piensas: “Pero bueno, cuándo me tenga que inventar yo una historia de cero, ¿qué? ¿qué va a pasar?”
Arrugas aborda, por un lado, el tema más personal que he tocado y, por otro lado, es la obra que menos sensación tengo de que sea mía.

La recepción

Arrugas es una historia que llega a todo tipo de público, desde adolescentes a adultos, desde lectores de cómic a personas que habitualmente no leen cómic, ¿dónde crees que está la clave? ¿Crees que puede tener algo que ver con el interés que suscita el tema y el hecho de que resulte más digerible leer una historia sobre una enfermedad tan cruel como el Alzheimer en formato cómic que en otros formatos?

Es difícil saberlo. Creo que coinciden muchas cosas. Por un lado, aborda un tema que nos afecta a todos. Pues no sólo trata de una enfermedad concreta sino, más bien, de una etapa de la vida. La podemos tener cerca (por nuestros padres o abuelos) pero todos llegaremos a ella. Así, Arrugas puede interesarnos aunque nunca hayamos pensado en este tema e incluso aunque no queramos verlo.
Creo que también ayuda el hecho de que sea un cómic. A nivel mediático ha tenido mucha repercusión pues las personas que no son lectores habituales de cómics creen que no es normal que en ellos se traten temas así. En este sentido, la difusión en los medios ha trasmitido que el cómic se hace adulto y también que es capaz de tratar temas como éste.
De haber sido Arrugas una novela, quizás, no hubiese sido noticia. Mucha gente le ha dado una oportunidad a esta historia justamente porque se trata de un cómic, pues además mientras la novela requiere un esfuerzo mayor para saber de qué va y leerla, el cómic te sorprende y te engancha desde el principio.
El boca a boca también ha hecho muchísimo. Creo que Arrugas ha funcionado mucho más como regalo que como compra personal. Tengo muchas anécdotas del tipo “Se lo voy a regalar a tal persona porque ha vivido una circunstancia parecida”, o justamente lo contrario “Se lo voy a regalar a tal persona porque yo he vivido esta circunstancia y ella no, y quiero que sepa lo que se siente”. En general, el tema y el formato han sido la clave del éxito.

Has comentado que cuándo empiezas a darle forma a una idea para hacer un cómic tienes en cuenta al público al que te vas a dirigir, ¿hasta qué punto influye en tus creaciones?

A veces más de lo que quisiera. Sobre todo, después de haber creado algo que vende. Cuando empiezas tienes una total libertad, el camino está en blanco. Luego, el recorrido te va condicionando un poco. Yo intento pensar que al lector le gusta lo que a mí me gustaría. Una vez que la obra ha sido publicada, lees las críticas y, más que otra cosa, te marean: “Arrugas está bien pero yo creo que le falta tal cosa” o “Debería tratar más el tema de…” Comentarios como estos te condicionan mucho, más si eres inseguro. Si haces caso a todas estas cosas terminarás muy mareado.

El tono y la frontera

En el caso de Arrugas, ¿es por el público que has elegido un dibujo que se puede considerar “amable” para abordar un tema como las enfermedades neurodegenerativas? ¿O la razón por la que terminas la obra con una situación cómica?

Yo creo que las dos cosas. Una historia puedes contarla de muchas formas, lo difícil es marcar el tono y trazar una frontera para lo que quieres contar. Yo quería hablar de la soledad, del Alzheimer y de la vida en una residencia. Pero para construir esa historia podía haber cogido diferentes anécdotas: podría haber hablado de toda la gente que se suicida en una residencia, o de todas las personas que están postradas en una cama sin poder moverse y de lo duro que es todo esto para ellas y para los enfermeros. Eso hubiese dejado todavía más claro lo cruda que es esta realidad (de hecho, algunos lectores me lo han dicho, “Vale, pero no se ha hablado de todo esto”) pero no habría conseguido el tono que yo quería darle a la historia. No es que quiera ser más comercial (sin ser una película de Disney) sino es que busco un tono más optimista, quería ante todo que el lector acabe con una media sonrisa o con un “Vale, la vejez es esto y ya está”. Si hubiese optado por anécdotas más crudas, hubiese sido muy difícil en algunos momentos levantar la historia y conseguir esa sonrisa, habría sacrificado el juego entre comedia y drama en el que se enmarca Arrugas.
Por otra parte, si hubiese elegido otro tipo de dibujo, menos “amable”, la obra habría sido totalmente diferente y posiblemente hubiésemos acabado el libro diciendo “¡Menudo drama!”. No es eso lo que buscaba, no quería llegar a un extremo tan siniestro, tan negro; prefiero quedarme con ese punto optimista de “Vale, os voy a contar algo duro, pero, bueno, también tiene su parte bonita”. A veces, dudas y piensas que quizás el mejor camino hubiese sido la denuncia social, pero “¿Qué denuncia social vas a hacerle a la vejez?, ¿A quién te quejas? Si eres creyente, te quejas a Dios, si no eres creyente, te quejas, no sé”.

El Premio Nacional

Entre tu producción, El faro y Arrugas han sido ampliamente galardonados, ¿te lo esperabas?, ¿Qué opinas de este tipo de reconocimientos?

Pues, te hacen ver que vas por buen camino, ayudan a las ventas de los cómics. Por otra parte, cuando no te dan un premio piensas “Va, los premios están dados” y no crees demasiado en ellos. Por eso, cuando lo obtienes tampoco puedes pensar: “Si me han dado un premio es que soy el mejor del año”. Si no le das importancia en un sentido, tampoco se la debes dar en el otro. Los premios están bien, son necesarios, pero son una especie de sorteo. Todos los años hay un premio del Salón del Cómic, un Premio Nacional… y si eres el mejor de ese año, te los puedes llevar. Pero, aunque parezca falsa modestia, lo que me parece más bonito son los comentarios de la gente. Ahí no hay ningún sorteo, no hay ningún cupo de gente a la que tienes que emocionar al año ni nada de eso. Hay gente que te comenta que se ha sentido mejor al leer el cómic, que le ha hecho pensar en algo en lo que no había pensado o que ha servido como vehículo para que una persona le cuente a otra lo que ha sentido.

¿Tienen los premios un lado negativo?

En cierta forma, pero hay que evitarlo. Hay que intentar que no te influyan, ni ellos ni las ventas, porque muchas veces te hacen estar demasiado pendiente de no perder lo que tienes. Creo que es más fácil crear, no desde el fracaso, pero sí, digamos, desde la falta de éxito, arriesgas mucho más y tienes la fuerza de querer demostrar de lo que eres capaz. Cuando ya has conseguido algo, te vuelves más conservador. Los premios te dan seguridad y te hacen ser más exigente con tu trabajo, pero también invocan al miedo.

Es un poco lo que me comentaste cuando estaba a punto de publicarse Las calles de arena, tras es éxito de Arrugas, ¿no?

Sí, es ese tipo de situación que te debería dar libertad y no lo hace. Quizá cuando se llega a un punto mucho más elevado, se es completamente libre, se puede hacer lo que se quiera, independientemente de que tenga o no éxito, pero cuando estás en un status intermedio, a veces te apetece hacer cosas diferentes y no te atreves por si fracasas, te vuelves esclavo de tu éxito.

La situación del cómic

En el caso de España, ¿consideras que los premios constituyen un paso más hacia un mejor estatus del cómic?

Sí, sí, sí. En especial, el Premio Nacional. El resto de premios, como el del Salón del Cómic y demás, son muy importantes para el mundillo del cómic. El Nacional, en cambio, tiene una trascendencia que va mucho más allá. Consigues lectores nuevos y consigues también que los medios de comunicación hablen sin ningún pudor del cómic. Por ejemplo, tengo amigos que trabajan en prensa o en televisión y siempre quieren reseñar cómics, pero es una pelea continua “¿Cómo vas a reseñar un cómic junto con este libro?”. Sin embargo, en el caso de un Premio Nacional está justificado “Es que es el Premio Nacional, ¿cómo no vamos a hablar de esto si el Ministerio de Cultura le da un premio?”.

¿Ha supuesto eso Arrugas?

Quizá en cierta forma, aunque es difícil afirmarlo siendo su autor; pero hay cómics que que lo están haciendo, bien por la temática, por cómo están contados o por lo que sea, consiguen acercar el cómic a gente que, en principio, no se hubiese interesado. En ese sentido, sí que ha hecho algo positivo por el mundo del cómic.

¿Ves muchas diferencias respecto a tu experiencia en Francia?

Sí, pero, afortunadamente, cada vez menos. Sobre todo, hay diferencias en la cantidad de lectores. En España, una tirada habitual es de 3000 a 5000 ejemplares, y si se vende más es un gran éxito. En cambio, en Francia que algo que venda 5000 ejemplares es un fracaso, pues la tirada media es de 100000 ejemplares y un best-seller incluso puede llegar a medio millón de ejemplares. Esa es la gran diferencia.
Poco a poco la cosa va cambiando, gracias a los medios de comunicación, gracias al Premio Nacional y, sobre todo, gracias a las grandes superficies. Hasta ahora, para comprar cómic tenías que ir a tiendas especializadas (que tienen que existir porque son las que mejor pueden atender a un cliente y recomendar) pero el hecho de que exista una sección importante sobre cómic en FNAC o en La Casa del Libro está haciendo mucho bien al medio, lo está colocando junto a las novedades literarias y las películas. Ya no da la impresión de que el cómic sea una lectura marginal y difícil de encontrar.
Te doy un ejemplo, si ves un cómic reseñado en el periódico y para comprarlo tienes que ir a un tienda especializada (que ni tan siquiera sabes dónde está y en la que no has entrado nunca), hay un 80 ó 90% de probabilidades de que nunca lo compres pero si, en cambio, lo encuentras en la estantería de una librería a la que sueles ir, la cosa cambia.

Del papel a la pantalla

Anuncias en tu página que la adaptación a la gran pantalla de Arrugas, de la que hemos oído hablar desde hace tiempo, se estrenará este verano, ¿qué nos puedes contar de este proyecto?

Ya hemos visto el tráiler y la película tiene que estar terminada este verano. En junio haremos el doblaje y se estrenará en otoño.

¿Cuál ha sido tu implicación? ¿Qué ha significado para ti?

Mi implicación se ha limitado fundamentalmente a una primera fase de adaptación del cómic al guión y al diseño de los personajes, para que tuviesen una estética lo más parecida al cómic. En el caso del guión, se han añadido algunas cosas, pero todo controlado por el director. La experiencia posterior a la publicación de Arrugas me ha hecho descubrir un montón de detalles que no sabía y la película ha sido una especie de segunda oportunidad.
En un principio quería haber estado más involucrado, pero al final te das cuenta de que no es lo tuyo, de que lo tuyo, para lo bueno y para lo malo, es el cómic, que surge de un trabajo solitario. Una película es otra cosa, está el productor, el director, el director de animación, trabaja mucha gente y cada uno aporta su parte, además hay muchos aspectos como el presupuesto, los plazos de entrega, etc. que para mí son incompatibles con el proceso creativo.
Como experiencia ha estado muy bien, ha sido muy bonito haber visto todo el proceso desde el principio. Desde cómo surge la idea hasta ver en qué se convierte, y especialmente ver a tantísima gente trabajando en ello, pero me ha hecho darme cuenta de que prefiero seguir dedicándome a los cómics, y disfrutar de la animación como espectador. Por otro lado, al final te olvidas de que es la adaptación del cómic.

Tras Arrugas y el Nacional

¿De dónde surge Las calles de arena?

Era un proyecto anterior a Arrugas, y para mí era como una especie de cajón desastre, en el que iba metiendo todo lo que me iba apeteciendo, de historias que me habían gustado, de cosas que se me habían ocurrido… Antes de meterme con ella se coló Arrugas, la paré durante algún tiempo hasta que puede retomarla. Y, aunque el punto de partida es una cosa como muy surrealista, como muy kafkiana, tiene bastante que ver conmigo. Yo me suelo perder con facilidad, soy bastante despistado, y una vez me perdí en el barrio antiguo de Valencia. Entonces empecé a pensar qué pasaría si no pudiese salir del barrio, en el hecho de que a veces no puedes luchar contra algo absurdo porque si lo haces te vuelves loco, y en que en esas circunstancias el único camino es dejarte llevar. Me pareció un buen punto de partida, una metáfora del mundo en el que vivimos.

¿Por qué el protagonista no tiene nombre?

Me pareció una buena idea. Se me ocurrieron muchos nombres pero eran pretenciosos, demasiado obvios muchos de ellos, al final me di cuenta de que no le hacía falta ningún nombre y de que me gustaba que no lo tuviese, que fuese un personaje anónimo que pudiese representarnos a todos. Lo bueno de las historias con un componente grande de irrealidad y fantasía es que puedes afrontarlas desde muchos puntos de vista; esta historia podía haber sido tan real como Arrugas, por ejemplo, sobre un tipo que ha perdido su trabajo, su novia, que se encuentra perdido en la vida, que tiene amigos en situaciones parecidas, pero al empezar a ficcionarla y meterla en en mundo imaginario, cobra otra dimensión. El resultado es atemporal e internacional, permite al lector identificarse más fácilmente y al autor exagerar muchísimo más todo, crear una atmósfera más claustrofóbica y agobiante de lo que sería en una historia real. Además muchas veces la fantasía te permite criticar más la realidad.

¿Por qué todas las mujeres son clones de Eva?

Pues me parecía curioso, por una parte, era una forma de representar la creación de la mujer por parte de Dios, y por otra me parecía era un poco como la historia de las mil y una noches, llenar un mundo de un amor platónico al que no se renuncia. En general, es lo bueno de esta obra, cabe todo lo que se te ocurre, y es también un punto de inflexión; todo lo que he ido acumulando hasta un momento determinado está en ella, y a partir de ahí surgen otras cosas.

El invierno del dibujante es una obra que, en cierto modo, siempre has querido hacer pero, ¿en quién más pensabas?, ¿A quién esperas llegar… a los interesados por la historia de Tio Vivo o a un público general interesado en la situación social de la España de la época?

El punto de partida es el mismo que en todas mis historias, es pensar en la historia que a mí me gustaría leer, y me apetecía leer una historia así, una historia que contase la una parte de la historia del cómic en España. En lo que se refiere al público tuve en mente a dos tipos de lectores, a los que les gusta el cómic y probablemente les interese una historia que hable de él, a los nostálgicos que crecieron con estos personajes, pero por otro lado, intenté darle a todo una profundidad. La obra es un homenaje pero también es el tipo de historia que da igual que esté protagonizada por dibujantes, escritores o cualquier otro personaje, porque, en definitiva, gira en torno a la lucha por la dignidad en una época en la que era mejor no moverse, especialmente en según qué circunstancias.

¿Se podría afirmar que ‘el invierno del dibujante’ lo representa Rafael González?

Sí, yo creo que es el protagonista de la historia, empieza con él y termina con él; pero en el fondo casi todos los personajes son el mismo, una persona que refleja la vida del español de la época, especialmente de los de izquierdas, que tuvieron que dejar atrás sus ideales y convicciones, agachar la cabeza y seguir para adelante, pensando únicamente en subsistir. Los personajes de la esta historia no viven, subsisten; todos en el fondo son el mismo en distintas fases. Rafael González convertido ya en el reflejo del franquismo; los dibujantes de Tio Vivo en un punto inicial con la esperanza puesta en su proyecto pero en el que, al final, el único reducto de libertad es la página en blanco; y Víctor Mora, que está en una fase intermedia anterior a la de González.

Se ha hablado de la edición, de los colores de fondo de las páginas, de algunas viñetas pixeladas… ¿tiene esto algo que ver contigo? (¿Estás, de alguna manera, decepcionado?)

Son dos cosas diferentes. Por un lado está lo del pixelazo de las imágenes que es una errata que se nos pasó a la editorial, a la imprenta y a mí; algo que en la segunda edición se arregló. Fue un fastidio, especialmente porque la primera edición es la suelen comprar tus más fieles lectores. Por otro lado está el tema del color y del teñido de las páginas, eso fue idea mía, yo quería marcar con ellos los cambios temporales en la historia, que muchas veces responden a periodos de tiempo muy breves. Los personajes son los mismos, los escenarios son los mismos y tenía miedo de que el lector se perdiese.
Además, los colores transmiten sentimientos que se corresponde con los que tienen los personajes en cada momento. En realidad no sucedió así pero en la obra hice que coincidiesen los diferentes momentos de la historia con según qué estaciones del año. De ahí que cuando surge el proyecto sea primavera, cuando eclosiona, verano y cuando fracasa, invierno. Sí que es cierto que a veces los colores varían al imprimirlos, podrían haber quedado un poco más claros, pero, en definitiva, se trata de contar algo y prefiero lo que gana la historia con los teñidos a lo que pueda perder porque no se ve con toda la nitidez que quisiésemos.

¿Cómo valorarías la experiencia de creación de El ángel de la retirada? Hacía mucho que no trabajabas en colaboración, ¿no es así?

Pues muy buena, la verdad. Especialmente porque Sergeï es un escritor de novela, jamás había hecho el guión de un cómic, por lo que hemos hablado de cómo hacerlo y para mí ha sido casi como trabajar con un guión propio. Él me pasó un relato y yo pude interpretarlo, modificarlo, llevarlo a mi terreno, contarlo con la narrativa, el ritmo o la pausa a los que estoy acostumbrado. Por otra parte, aunque se parece bastante al tipo de historias que yo podría contar, trabajar con alguien siempre te refresca.

¿Algo entre manos en estos momentos?

Sí, no hay forma de parar. Ahora estoy con dos cosas, terminando los diseños de la película de Arrugas y haciendo las ilustraciones para un recopilatorio de cuentos de Kafka, con el que estoy encantado. Por otro lado, todos los domingos hago una página para un periódico que se llama Las Provincias, ‘Las memorias de un hombre en pijama’. Ahora trabajo en mi estudio en pijama y a través de estas viñetas hablo de mi vida aburrida [risas]. Estoy muy contento con este trabajo. Nunca había trabajado de forma semanal y, como no sabes lo que vas a hacer para la siguiente semana, estás más abierto a todo lo que te rodea: las conversaciones en el supermercado, las palabras del alguien… Además, tienes la limitación de una página, que a veces se te queda corta y otras veces se hace larga. Creo que hacia el verano lo recopilaré todo en un libro.

Bueno, pues muchas gracias, Paco, y mucha suerte con tus futuros proyectos.