26 abril 2024

Cuatro años han pasado desde la publicación del álbum de covers Jukebox (Matador – 2008). Chan Marshall se ha tomado su tiempo para ordenar su mente y decidir de qué forma sorprendernos en la siguiente entrega. Ya son lejanos los tiempos donde Chan se presentaba oscura y misteriosa cual P.J. Harvey despojada de su eléctrica. También quedó atrás es deslumbrante redescubrimiento que supuso The Greatest (Matador – 2006), donde se rodeó de soulplayers legendarios como Mabon ‘Teenie’ Hodges y su piano deslubraba como no lo había hecho antes. Este año vuelve a la carga con Sun (Matador – 2012), su disco más ecléctico y variado, donde los sintetizadores se han hecho un hueco, aunque no predominante.

La primera sorpresa nos la llevamos con el primer tema del disco, al muy acertada Cherokee. Unos suaves acordes de eléctrica, una melodía de piano y la voz de Marshall abren la canción para de repente introducir un ritmo potente y adictivo que inmediatamente hace mover el cuello. Consigue combinar a la perfección el golpe que supone la base al comienzo del estribillo y la suavidad con la que desaparece dejando el protagonismo al piano. Un fantástico comienzo, seguido de la canción que da nombre al álbum, más oscuro e intenso, siguiendo el estilo de siempre.

El siguiente estandarte del disco viene en tercer lugar. Ruin es deliciosa, el piano mezclado con el bajo sincopado le confieren un ritmo pegajoso que seguramente harán que aparezca pinchada en garitos de noche. Continuada por otro giro de guión con 3, 6, 9, en la que Marshall demuestra que también puede atreverse, y de que manera, con un ritmo hiphopero y que siga pareciendo natural. Bajamos las revoluciones en la mitad del disco, donde aunque los cuatro temas no son tan llamativos como el resto, cada uno muestra una personalidad diferente, tanto los más pausados Always On My Own y Human Being, pasando los el sintético y sensual Real Life, hasta la luminosidad que desprende Manhattan.

httpvh://www.youtube.com/watch?v=4_Mww_XVU1s

Recta final inaugurada por el infeccioso riff de Silent Machine, acompañado por la potente base demuestra que el disco no decae y también tiene grandes temas al final. Personalmente, es una de las características que me encantan, que no solo con escuchar las tres primeras canciones hayas sacado todo el jugo al álbum. Pero ahí no queda la cosa. Todavía faltan los diez minutazos de Nothin But Time, llevada a lomos de una melodía de piano sobre la que Chan despliega su sensual voz y llega hasta a hacerse corta. Poco queda por hacer ya, pero Peace And Love vuelve con el ritmo hip-hop de 3, 6, 9, pero esta vez más agresiva y arisca.

Termino y pienso en dar al play de nuevo. Tengo que volver a escuchar cada tema por separado y averiguar cómo puede ser que canciones tan dispares consigan formar juntas un disco tan compacto. El eclecticismo es lo que tiene, y Cat Power lo ha moldeado a su gusto y el resultado no podía ser mejor.