Sábado 30 de septiembre. 21h. Pista abarrotada dentro del ciclo de conciertos denominados ‘Escenario Eslava’ en la Sala Joy Eslava en pleno centro de Madrid. A escasas horas de una de las jornadas más difíciles de la historia reciente de España, un catalán sale con su guitarra para abogar por la serenidad, el sentido común y hacer un homenaje al verdadero motivo por el que nos encontrábamos allí: La música.
“Soy catalán. Sabemos lo que está pasando pero hoy y siempre, la música debe estar por encima de todo”. Con esta frase, Enric Montefusco demostraba su cordura y coherencia haciendo que todos nos sintiéramos más unidos con el escenario. Y tras estas palabras y el primer aplauso de la noche, daba paso a entonar la canción ‘Adiós’ con la que quiso abrir de forma especial, su tercer concierto del año en la capital.
A Enric y toda su banda, que volvían para presentarnos su primer disco en solitario, se les vio durante todo el concierto muy emocionados y con una sensibilidad especial. Esto hizo que enseguida conectara la banda con todo el público que allí nos encontrábamos alcanzando una atmósfera de complicidad y amistad. Esta sensibilidad se medía en forma de un silencio inusual inundaba la sala cada vez que el grupo comenzaba a tocar los primeros acordes de sus canciones, cosa que por desgracia, cada vez se estila menos en este tipo de conciertos.
Después de ‘Adiós’ Enric Montefusco comenzó con su habitual setlist de Meridiana (Buena suerte, 2016). La canción que da título al álbum, ‘Todo para todos’ y ‘Flauta man’ aparecían una detrás de otra sin dejar ninguna duda de que Enric tiene una de los chorros de voz más potentes y de más calidad del panorama alternativo nacional y así, con grito incluido, se lo hacían saber sus seguidores más fieles que se agolpaban en las primeras filas.
Dos de las canciones de su anterior etapa en Standstill hicieron su aparición en una sala Joy Eslava. ‘¿Por qué me llamas a estas horas?’ y ‘Adelante Bonaparte’ consiguieron que la sala se tornara en un remanso de nostalgia y felicidad recordando los buenos tiempos de su anterior formación. Pero sin duda, el momento más emotivo para el cantante fue cuando después del Bis, entonó la canción ‘El riu del L’oblit’. Su única canción en catalán que habla sobre la enfermedad del alzheimer de un familiar cercano y que fue entendida y acogida con una calurosa ovación en forma de aplausos.
El concierto iba teniendo un perfil montañoso de emoción en emoción como la etapa reina del tour de Francia donde Enric poco a poco se iba sintiendo más cómodo sobre el escenario. Seguramente no fue un concierto fácil de hacer para él y su banda. Por eso, a la hora de elegir una versión, utilizaron la canción de Albert Plá, ‘Todo es mentira’ para reivindicar el difícil y decepcionante momento por el que atravesamos como sociedad.
Y para coronar, llegamos al final de este viaje sonoro a través de esas melodías alegres y dolorosas acompañadas por guitarras, teclados, trombón, batería y violín que durante más de una hora y media nos habían amenizado la noche. Pero la cosa no podía acabar sin que la comunión vivida durante todo el concierto entre público y grupo se tornará en una fiesta mayor en el medio de la sala. Como ya nos tienen acostumbrados en ocasiones anteriores, los cuatro integrantes se bajaron al medio de la pista y subidos en un taburete empezaron a entonar los primeros acordes de ‘Obra maestra’ en un ejercicio de fuerza vocal e instrumental sin altavoces. Sólo sus instrumentos, su voz y un coro formado por las gargantas y palmas del total de la sala. El esfuerzo realizado por el público se vio recompensado con un acto de generosidad donde Enric y su banda nos deleitaron tocando de nuevo ‘Todo para todos’ cerrando así este círculo de concordia, serenidad y armonía que vivimos aquella tarde de sábado en el centro de Madrid.
A mí solamente me cabe una reflexión final: Cuánto tiene que aprender la política de la cultura.
