28 marzo 2024

Puede que el nombre de Devil Doll no te suene mucho pero ella llegó antes que la mayoría de divas del new swing, su debut Queen Of Pain es de 2002,  que proliferan en la actualidad. No ha tenido la suerte de algunas de sus compañeras como Imelda May pero el concierto que dió en la sala Estudio 27 de Burgos el pasado día cuatro demuestra que su propuesta musical es tan válida como la de las demás.

Collen Duffy, este es su verdadero nombre, presentaba su nuevo trabajo The Return Of Eve en el que se puede comprobar como las bases musicales de la de Cleveland van más allá de las reminiscencias del swing de los 40 y deja filtrar en sus composiciones desde el blues al psychobilly pasando por el rock de los 50 y el punk americano.

Su música rezuma glamour pero no el de las grandes avenidas y las salas de los hoteles de lujo sino el de los clubs llenos de humo y tipos poco recomendables de los barrios periféricos. Pero a pesar de ello Devil Doll acudió a la cita embutida, el adjetivo no es gratuito, en un traje negro y rojo que dejaba ver sus tatuajes, la carga sexual que imprime a sus conciertos, su aspecto de Betty Boop y esa dualidad de chica mala en cuerpo de niña.

Para esta gira se hace acompañar de una base rítmica (batería, contrabajo y saxo impecablemente vestidos para la ocasión) de músicos españoles que cumplieron y un joven guitarrista de Los Angeles que a pesar de su preciosa guitarra Gretch, su cara de niño guapo y su entrega gestual supuso el talón de aquiles de una noche que habría sido mejor sin los errores de este (horrible su ejecución cuando se quedó solo con DD para interpretar una versión lenta de King Of Brooklyn) y sin los diversos vaivenes de intensidad que supuso un repertorio en el que apostó por demostrar la multitud de matices de su estilo y en el que sus giros continuos del swing al rockabilly y de ahí al punk, rock n´roll, blues, jazz…le hicieron perder la cohesión necesaria para que cuando el público respondía de manera efusiva ante una canción que les ponía a bailar no se desincharan de inmediato con un tema excesivamente lento.

Se centró en su reciente obra e interpretó el country Doreen (desenfrenado) o Gyspsy Bitch (más relajado), el swing high class de Man In Black el furioso Rock N Roll de The Curse o la oscuridad de The Way You Do para acabar el set list con dos versiones (una lástima que no hicera el clásico Fever que si ha grabado en su último trabajo), una desafortunada Radar Love de Golden Earring (demasiado lenta y desganada) y el clásico House Of  The Rising Sun donde los adornos swing pusieron un buen colofón a una noche de elegante decadencia.

Por lo demás Collen estuvo solvente en la voz y entregada en lo visual, tan importante en su espectáculo como la música, y nos deleitó con una colección completa de estudiadas poses que teatralizaban sus canciones (no dudó también en emplear elementos de atrezzo como pistolas de juguete) y la acercaban a un show de burlesque. Como anunciaba en su nota promocional la oficina de management “Devil Doll pinta negro donde las demás ponen rojo” creo que pocas veces la descripción es tan acertada.