19 abril 2024

Que un grupo sea ensalzado por la NME como próxima mejor nueva banda es algo común. Una especie de pacto tácito donde el supuestamente prometedor grupo recibe una promoción brutal y el panfleto se autoproclama después como descubridor y gurú musical. Ahora bien, el error está prohibido. Será denunciado, repudiado y criticado hasta conseguir una distancia relativa entre pasado y presente. Los ingleses Viva Brother –antes Brother– son vivo ejemplo de ello: ensalzados por la revista como cabecillas de un revival britpop, venerados y encaminados a llenar estadios, olvidados y pisoteados después de un primer disco mediocre. Ayer, el cuarteto anunció su separación dejando un recadito a la NME y concluyendo su periplo de forma abrupta. Pongámonos en situación.

Cuando en 2010 la NME se hacía eco de la aparición de una nueva banda a llenar estadios con sólo un par de singles, los cuatro teens del sur de Inglaterra decidieron aprovechar la ocasión para causar sensación a base de una actitud arrogante e impropia de un grupo que, hasta el momento, no había demostrado aún nada sobre las tablas. Encabezados por su frontman Lee Newell, los entonces Brother aseguraban ser “el futuro de la música” por ser los autores de “las mejores canciones de los últimos 20 años”. Firmes en su propia fe (“sabemos lo buenos que somos”, “encabezaremos Glastonbury en dos años”, “era necesario un grupo con cojones”) y críticos con el resto (“estamos hartos de todas esas bandas americanas de barbudos. The Drums son un ejemplo de ello”), las primeras críticas no tardaron en aparecer. Resultaba que los cuatro componentes habían formado parte antes de Kill The Arcade y Wolf Am I, dos bandas de emo-pop quinceañero con letras más bien autodestructivas y muy poco que ver con el sonido y las canciones que defendían como Brother. Las sospechas sobre el intencionado –y apoyado por la crítica– giro como estrategia comercial, los problemas con la justicia sobre su nombre –que finalmente se vieron obligados a cambiar a Viva Brother– y el rechazo por parte de sus ídolos –Liam Gallaher les llamaba “niñatos con guitarras”–, convirtieron el asunto en interés nacional y las críticas en pan de cada día sin ni siquiera haber publicado un álbum.

Su debut largo, ‘Famous First Words’, terminó por desencadenar el cataclismo. La NME les otorgaba un 5 sobre 10 en una crítica donde se retractaban de todo lo dicho antes; peor suerte tuvieron con Pitchfork, “música descerebrada, esa que te hace sentir estúpido por escucharla”, donde recibían un 2.9; más de lo mismo con The Guardian, sumando otro suspenso por “no hacer nada que no hayas escuchado antes. Es imposible no sentir pena…son los arquitectos de su propia caída”.

Finalmente, el periplo acabó ayer de manera tragicómica. La banda anunciaba por Twitter su separación en el día de los inocentes británico, esperanzando a sus fans de que sólo era una broma y provocando los vítores y las carcajadas de muchos detractores que veían cómo la arrogancia les había terminado por devorar, lápida de su propio fracaso. Se fueron, eso sí, regalando una última canción –acababan de terminar de grabar su segundo álbum– y lanzando un mensaje a la NME: “Y para vosotros. Os debería dar vergüenza”.

httpvh://www.youtube.com/watch?v=n56-g8mCJ8k