16 abril 2024

Arte, realmente es una obra de arte. Yasmina Reza, escribió esta obra de teatro en 1994, ni tan siquiera hace una década. El libro, aunque realmente breve es exquisito. La autora, en él, consigue aunar una amalgama de sentimientos y pensamientos de lo más variopinto que se entrelazan a la perfección dando lugar a una verosimilitud perfecta. En ella, los tres protagonistas discuten en torno a un hecho: uno de ellos, en escena interpretado por Javier Martín en esta versión, ha comprado un cuadro de un importante artista, que consiste en un lienzo en blanco en el que se sugiere que hay una línea blanca casi imperceptible. El segundo, en el escenario Enrique San Francisco, se irrita muchísimo por el desorbitado precio, a su juicio inmerecido, que ha pagado su amigo por el cuadro. Y el tercero, Vicente Romero, aporta un tono conciliador bastante inseguro.

La escena transcurre alrededor del cuadro. Los protagonistas, Marcos, Sergio e Iván discuten sobre los valores del arte y sobre los valores de la amistad. En esta obra se plantean valores filosóficos tan importantes como la definición de arte, que tan de cabeza trae a los teóricos dedicados al mundo de la estética hoy en día. ¿Quién dicta qué es o no es una obra de arte? ¿El público? ¿Su precio? ¿Acaso las instituciones, como museos o galerías? ¿O es criterio de autoridad suficiente el que haya sido creada por un prestigioso artista? Si es así… ¿qué fue antes, el huevo o la gallina? Tales son las cuestiones que plantea esta obra. Sin embargo, esto no es suficiente, puesto que esas preguntas ya estaban sobre el tapete, y Reza, no nos ofrece un ensayo, sino una obra literaria. Esos interrogantes se nos muestran en un marco ficcional que hace que se creen unas perfectas situaciones de tensión narrativa ente los personajes. Cada uno pretende llevar a cabo una argumentación que favorezca su postura, pero los tres acaban cayendo en la falacia de llevar la discusión al terreno personal. Esto les hace discutir acerca de su amistad en particular, y de la amistad como concepto. Se plantean qué les une y qué les unía antes poniéndose en el límite de tener que decidir si continúan con su relación o ponen punto y final. Todo alrededor del cuadro.

Sin embargo, la puesta en escena no aportó, en este caso, nada relevante a la obra de Reza. Nos encontramos con un Enrique San Francisco que no aporta nada nuevo. Tras haber desgastado su habitual tono sarcástico en los platós de televisión, es difícil desencasillarle, por mucho que se suba a un magnífico escenario como el del teatro Zorrilla, y más aún si él no hace nada para que así sea. Su actuación: simplemente equivalente a todas las demás, incluso por las ‘cañas’ que se tomó a lo largo de la representación mientras actuaba (no sabemos si eso es cosa del él o del director, lo que sí sabemos es que no era exigencia del guión de Reza). Javier Martin, dio el toque atractivo a la representación, algo no poco importante en lo que refiere a agradar al público. Él, sencillamente estuvo correcto, un ‘yupi de postal’ bastante snob. Vicente Romero, no estuvo mal, llevando a cabo una interpretación bastante personal del papel que le correspodía interpretar, un hombre maduro inseguro con todas las cosas que trata de llevar a cabo,  su posición con respecto al arte, con respecto a la amistad e incluso con respecto a su prometida.

Así pues, desde mi punto de vista, podemos quedarnos tranquilamente en el sofá disfrutando de la obra de Reza en papel. Además, tardaremos prácticamente el mismo tiempo en leer la obra que si acudiésemos al teatro a ver la representación. Quizá no sea una mala representación, únicamente que sea insuficiente para superar la magnifica obra de Yasmina Reza.