4 diciembre 2024

Cuando pensamos en uno de los llamados ‘bares irlandeses’ la imagen que nos viene enseguida a la cabeza es única, tanto que podíamos sospechar que todos los irlandeses en los que hemos estado adoptan la imagen corporativa que les impone su casa madre, una franquicia, en vez de simplemente copiarse unos a otros.

No es difícil de describir, pues, la manoseada decoración pretendidamente oldie, la iluminación oscura a juego con la madera que cubre cualquier superficie donde poses la vista, el ambiente bullicioso que como en cualquier otro bar disfruta con un subconjunto de los grandes éxitos de KISS FM y los tiradores de Foster’s, Guinness y alguna otra marca de cerveza genérica.

Pues no, el Irlandés que se sitúa en calle Acibelas no puede estar mas lejos de todos estos tópicos. El acogedor local -y por acogedor me refiero a pequeño, lo cual le da un encanto especial- esta genuinamente decorado a base de retazos que orbitan entre la cultura celta y el mundo de la cerveza principalmente, aunque con guiños a la cultura popular y cosas tan curiosas como una mesa laboriosamente tallada con motivos celtas y un tablero de ajedrez para echar una partida en la misma.

Si andamos por esta calle lo más normal es que lo pasemos de largo ya que el local es estrecho y alargado, dando la parte estrecha a la vía, donde solo hay la puerta y una ventana que no llaman mucho la atención. Sin embargo, ésto no es impedimento para que noche tras noche se llene de auténticos parroquianos, fieles del lugar que propician un ambiente de camaradería y buenrrollismo singular.

Adeptos que están acostumbrados a la variada música que programa, sesiones de música folk europea, bretona o griega que es un lujo escuchar, por lo menos para salir de la obviedad del resto de los bares.
Aunque no solo la música es seleccionada cuidadosamente, la pantalla suele proyectar ciclos de películas de temática concreta, cortos, o simplemente clásicos como por ejemplo de los monty python, con los que no sería la primera vez que la música se interrumpe para oír esa mítica escena.

Pero lo realmente destacable de este bar es que, como otro ninguno de la ciudad, es una autentico templo de la cerveza. Solo como ejemplo, pese a sus reducidas dimensiones, cuenta con nada menos que 5 grifos de esta bebida. La oferta es completada con una variedad de cervezas en botellin abrumadora, con nada que envidiar a la carta de un bar Bélga y siglos por delante de la oferta de cualquier otra cervecería vallisoletana.
Y no es una mera pose, si no tienes muy claro qué beber -después de consultar la siempre curiosa carta hecha como un collage con las recomendaciones pertinentes del mes- siempre puedes pedir la opinión del experto barman que, siempre de buen humor, te aconsejará que probar según tus gustos, deslumbrandote con sus conocimientos de ésta bebida.

Finalmente este es uno de los bares que tienes que visitar en esta ciudad, seas o no devoto de la cerveza.