Resulta un tanto extraño ver a Arizona Baby en una sala de las dimensiones de la Sala Berlín, donde los vallisoletanos descargaron su rock acústico mesiánico el pasado sábado 6 de abril en el marco de la gira de presentación de “The truth, the whole truth and nothing but the truth“, su último EP. Y tal extrañeza deriva del hecho de que Arizona Baby se han convertido, poco a poco y con mucho trabajo, en una de las bandas de referencia del panorama independiente nacional. No en vano, el día anterior habían actuado en la Sala Caem de Salamanca, y hace poquito reventaron la Joy Eslava madrileña. Por tanto, durante el concierto estuvimos un tanto apretaditos, pero.. ¡qué coño!. Así es y así debería ser siempre el rock and roll. Y es ahí donde se infiere la grandeza de una banda: cuando son capaces de provocar entusiasmo y energía sea cual sea el contexto. Y doy fe de que lo lograron. Cuando en una coctelera metes grandes canciones, actitud, guitarras acústicas, amplificadores Fender, cerveza, polvo, tambores de guerra, maracas y un gusto exquisito, el éxito está asegurado. Y si a ello le unes un buen sonido, miel sobre hojuelas.
El show comenzó con “Muddy river“, quizás haciendo homenaje al aspecto que presentaba el Duero a su paso por la ciudad, y en los compases iniciales ya dispararon fuego de artillería con “The end of the line“, “Ouch” y “Das Model“, su personal adaptación del clásico de Kraftwerk. No había tenido la oportunidad de disfrutar del directo de Arizona Baby durante esta gira, y lo primero que hay destacar es el grado de cohesión musical que ha alcanzado el grupo. A la ya consabida maestría de Javier Vielba y Rubén Marrón, hay que añadir la incorporación de Guille Aragón a la batería y a las percusiones y de Álex Izquierdo, el último en subirse al carro, a la guitarra, teclados, maracas…y lo que le echen. Dos incorporaciones que, sin duda, dan un salto de calidad al grupo.
La noche se iba calentando a base de rock acústico y mucho zumo de talento, tanto en recipiente acristalado como en forma de canciones como “Misty morning sun“, “Rock and roll messiah” o “Getaway“, entre otras. De entre los temas pertenecientes a su última referencia, destacó especialmente “Where the sun never sets“, una canción que tiene todos los mimbres para convertirse en una de la indispensables en su repertorio. También tuvieron tiempo de homenajear a The Doors con un emotivo fragmento de “The end” (para el que escribe, una de las mejores canciones de la historia) y a sus amigos A Jigsaw con “My name is Drake“, corsario de infausto recuerdo para el antiguo imperio español.
El pertinente bis, en el que reemplazaron el estandarizado “otra, otra” por un “nos vamos a echar un cigarro y volvemos“, se saldó con un cover de “About a girl” en forma de bonito homenaje a Kurt Cobain y Layne Staley (se acababa de cumplir el aniversario de la muerte de estos dos genios), los hits “Shiralee” y “The truth” y una salvaje versión de “Lucille” que puso la guinda a una actuación sincera y llena de garra. Me alegro de haber elegido el concierto de Zamora dentro de su gira por Castilla y León, porque la cercanía con la que pudimos disfrutar del concierto de Arizona Baby le otorgó al mismo un carácter especial, que no se puede disfrutar hoy en día en la mayoría de los sitios en los que tocan. Puede que no sean oriundos del midwest, y que su río de cabecera sea el Pisuerga y no el Mississippi. Pero a Arizona Baby, a diferencia de a otras bandas, me los creo. Y mucho. Deseando volver a encontrarme con ellos y escuchar ese nuevo trabajo que comenzarán a grabar en breve.