25 abril 2024

pozo_olson_1El de Madrid, el sábado 12 de noviembre en la sala Galileo Galilei, fue el cuarto de los trece conciertos en que Rubén Pozo y Mark Olson están compartiendo tablas.

Mark Olson y la noruega Ingunn Rigvold, su mujer, rompen el hielo dando las gracias y hablando de Madrid. Se prestan media decena de instrumentos entre temas, sin dejar de mirarse. Entendiendo algo más que el resto. Suena tribal ‘Running Circles’.

Han colocado entre ellos, posado en el suelo y al lado de los dos álbumes de Pozo, su disco “Good-bye Lizelle”. Ingunn comenta que la fotografía de la portara la hicieron en la parte de atrás de un taxi en Armenia. Antes de comer queso y pan sentados al lado de una vaca. “It was one of this days”. Acompañan los aplausos. Ella con un tambor africano, él con la guitarra.

pozo_olson_2Se oyen silbidos y un “vamos Rubén” en lo que hace su entrada el aludido. Después habrá otros “Ru, campeón” no muy correspondidos. Arranca con ‘Por Eso se Hace’, sin saludar. Declaración de intenciones y la primera en la frente. Da las gracias y las buenas noches.

Ha salido solo, llanero solitario. “Me he puesto un chaleco para estar a la altura del poncho”, dice y se justifica con que eso es lo que se acaba diciendo cuando no se lleva nada preparado. Los focos se reflejan en la madera negra de su guitarra haciendo constelaciones en ‘Nombre de Canción’.

Sigue con ‘Nada más’, coge una armónica y recupera ‘Pirata’, de cuando eran dos y tenían nombre de pecado capital. Se queda callado y deja que el público cante lo de “y a empezar otra vez de cero”.

Reconoce que en la gira con el de Minnesota le están pasando cosas que se esperaba, pero que no había pensado. Pone como ejemplo el que a sus compañeros de furgoneta, que viven en el desierto de Joshua Tree y tienen historias de serpientes de cascabel en el pasillo, les encantase Teruel, por parecerse a Wyoming. Se lía con el gentilicio y aclara que no ha querido ofender a nadie. “Como ahora cualquier cosa que dices… Es una tierra preciosa. Y se parece mucho a Wyoming”.

“Voy a hacer un only, cambia de guitarra entre ‘Ozono’ y ‘Tú Qué Tal’. Une la cara más americana de ‘Pegatina’ con ‘Pelos de Punta’, arrimándose al borde del escenario como si fuese el Gran Cañón. Cierra su tiempo con todo el rencor de ‘Lo Que Más’.

pozo_olson_3Vuelven Olson y Ringvold. “Éste es uno de los regalitos que te da la vida”, aunque ellos dos no entiendan la frase en castellano. Se van turnando. Dos canciones para cada parte del rompecabezas.

Los dos golpes de Rubén son ‘La Chica de la Curva’ y ‘Entre Tú y Yo’. Responden Mark e Ingunn con ‘Posion Oleander’. Tocan los tres y suenan como el orden que hay en cualquier caos.

“Esto es un poco como pasar del delta del Misisipí al delta del Manzanares. Pero a ellos les gusta”, razona Pozo y trae ‘Tonto de Tanto (r’n’r)’. Para ‘Margot’ todo lo gana el punteo eléctrico de sus cuerdas. Constante como una gotera o el paso de la sangre bajo una herida.

Apura Olson el contenido de una taza de café antes de arremeter con ‘Jesse in an Old World’. Igual que una ceremonia de chamanes en el desierto.

El ‘Blue’ de The Jayhawks y ‘Chavalita’ sirven de despedida. Delante de mí suben las escaleras de salida del local lo que parecen un padre y una hija con cazadora de cuero y tachuelas. Una unión poco probable.

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