25 abril 2024

Cuando llegué a La Riviera, el escepticismo aún era mi aliado. Estos grupos modernos y muy mimados por la comunidad musical a veces no resultan ser más que un buen producto de marketing que no esconde nada más.

Pero es maravilloso darse cuenta de que, en ocasiones, los buenos productos de marketing también esconden buenas bandas. Este es el caso de Vampire Weekend. No sólo parecen buenos, es que lo son (y cada día un poco más).

Pero aún no es el momento de hablar de Vampire Weekend. A las 20:15 se abrían las puertas, en un horario que parecía especialmente programado para la “chavalería” con hora de llegada a casa.  Los encargados de entretener al público, llenar la sala con las primeras notas musicales y probar el correcto funcionamiento de los altavoces, fueron Jenny & Johnny (Jenny Lewis y Johnathan Rice), un duo bastante interesante con cierto tono country y folk, y que presentaron las canciones de su recién lanzado primer álbum de estudio llamado “I’m having fun now” (Warner)

A las 21:15, sin demasiado retraso, aparecieron Ezra Koenig y sus chicos, con sus camisas Ralpha Lauren, y su aspecto de guaperas de comedia romántica universitaria (o del High School aún) entre los gritos de sus fans más jovenes. Pero fue empezar a tocar, y convertir la sala en un auténtico festival multicultural, no sólo por sus influencias,  sino por las múltiples nacionalidades de los asistentes que acudieron al show.

Sin poder parar ni un instante, Vampire Weekend nos asaltó los oídos con una combinación genial de hits, uno detrás de otro, porque lo bueno de estos neoyorkinos es que son capaces de hacer sonar cualquiera de los temas de sus discos como hit singles, una batería de himnos interminable que toda la sala aclamaba con los brazos en alto, y que no se dejó por el camino temas tan pegadizos como “Cape cod kwassa kwassa”, “mansard roof”, “m79” u “oxford comma” de su primer trabajo, o los geniales “white sky”, “holiday” y “diplomat’s son”, sin poder dejar de mencionar la locura colectiva con “horchata” o la espídica “cousins”, de su último trabajo Contra.

Todo un recital de profesionalidad, de estilo, de elegancia y de clase. Sin una éstridencia de más, sin un ruido, sin una distorsión innecesaria. Lo cierto es que se puede volver loco al público sin ningún tipo de distorsión. Redobles imposibles, bailes, cambios de instrumentos geniales. Estos tipos son unos grandes animadores. Simplemente un 10.

Pero si todo esto no fuera suficiente, hubo un elemento que llamó mi atención de manera muy especial: la iluminación. Un juego de luces colectivas e individuales calculadas al milímetro para producir un efecto visual que multiplicó aún más si cabe la potencia de esta gran banda que continúa en plena línea ascendente y que la próxima vez que nos visiten necesitarán un espacio bastante más grande para la cantidad de fieles que siguen generando.

Con permiso del resto, ¡larga vida a vampire weekend!, por favor.