Puede que no haya sido el espectáculo épico que esperábamos, pero seguía siendo él: esa voz evocadora, su estilo despreocupado de rasguear la guitarra, su carisma algo apagado, pero todavía inconfundible. Fue una noche de música melancólica, melódica y, sobre todo, auténticamente Evan Dando, aunque con un sabor agridulce…
Fotografías de Bárbara Molinero
¿Conoces a Evan Dando? ¿No? No te preocupes, no eres el único. Sin embargo, el lleno absoluto en La Sala Sol de Madrid este miércoles, en una cálida noche madrileña de noviembre, dejó algo claro: este músico, que fue un referente en los 90 con The Lemonheads, aún tiene la capacidad de abarrotar un lugar, aunque lo haga de forma desgarradora, desordenada y dolorosamente humana. La música de Dando, esa mezcla de rock alternativo, melancolía y desdén por la perfección, sigue siendo tan actual como hace más de veinte años. Un grupo que se fue a pique, en buena medida por las luchas personales de su líder, el talentoso y caóticamente impredecible Evan Dando. Afortunadamente, Evan aún tiene a sus fieles, dispuestos a tolerar esa falta de claridad mental, para escucharlo y aplaudirlo como si nunca hubiera dejado de brillar. Somos aquellos que atesoramos sus discos “It’s a Shame About Ray” (1992), “Come on Feel the Lemonheads” y “Baby I’m Bored” (2003) bajo llave junto al VHS “Two Weeks in Another Town”.
El artista americano, ahora afincado en Brasil, llegó con un estilo algo excéntrico que se volvía más curioso si cabe con sus dientes de oro: americana vintage, camisa desabrochada rosa chicle, cadena de plata y una bolsa llena de piedras, colillas y lienzos que, al dejarlos caer torpemente, se esparcieron por el suelo. Esto lo obligó a agacharse para recoger y organizar los lienzos desperdigados, sumando, además, uno más grande con una lista improvisada de las canciones que podría tocar. No importa que su estilo parezca al principio descuidado, esa misma actitud, a medio camino entre el caos y la belleza, fue la que lo convirtió en un icono de una época. Y seamos francos, ese pelazo. A medida que empezaba el concierto, la sala se llenaba de esa energía impredecible que caracteriza a Dando, mientras interpretaba sin apuro sus éxitos y otras canciones que siguen demostrando por qué The Lemonheads fueron una de las bandas más relevantes de los 90. Y no, no hubo subasta.
Recordemos brevemente que Evan Dando cumplió 48 años mientras actuaba en la sala Clamores de Madrid en 2015. Muchos de los presentes ya conocíamos el formato y sabíamos qué esperar de su estilo más relajado e íntimo, un cambio respecto a su trabajo con The Lemonheads. Durante la hora y cuarto a los que tuvimos derecho, hubo, por supuesto, muchos momentos destacados. Comenzó con “The Outdoor Type”, seguida de “Being Around” y “Tenderfoot”. Desde esas tres primeras canciones, el efecto karaoke inundó la sala, con el público coreando cada verso y creando una atmósfera de complicidad, hasta tal punto que, si no eres muy fan de cantar, deseabas que los coros se apagaran un poco para escucharle solo a él.
Nos hizo revivir los tiempos dorados de “It’s a Shame About Ray”, “Confetti”, “It’s About Time”, “Big Gay Heart”, “Rudderless”, “Being Around” y un largo etcetera para concluir con “Ride with Me”. Empezó con su guitarra de 12 cuerdas, y fue después de “Into Your Arms” que cambió a la de 6 cuerdas y dejó atrás la primera para el resto de la noche. Muchas canciones fueron aceleradas o ralentizadas a voluntad, y en otras ocasiones se limitaba a rasguear las cuerdas en el redondel de la guitarra. Hubo momentos en los que apartó la melena de la cara, aunque, en general, se empeñó en ocultar su timidez tras una voz que, a menudo, se deslizaba hacia lo desafinado.
El único momento algo más polémico vino con su petición expresa de cerrar las cortinas del piso superior de la sala. Según su criterio los asistentes allí sentados no estaban para disfrutar del concierto, sino para hacer de “influencers” y distraerlo de su repertorio, algo que no dudó en expresar en voz alta y acompañarlo con el dedo corazón apuntándoles.
Recordemos también que no ha sacado material nuevo en casi 20 años, pero eso no lo impide soltar un puñado de versiones. Reconocimos varias: “Different Drum” de Linda Ronstadt, “Warning” de Black Sabbath, “He’s a Whore” de Cheap Trick y “Return of the Grievous Angel” de Gram Parsons.
Si Evan Dando bromeó con lo de “Va andando”, el telonero Kurt Baker no se quedó atrás, llamándose a sí mismo “Kurt Panadero”. El artista estadounidense, ahora instalado en Madrid, comenzó su set a las 20:45 horas con una sonrisa tan grande que parecía ser parte del show, en un modo DIY que, sin duda, le quedaba de maravilla. Impresionó con su manejo de la guitarra, su voz potente y las canciones que presentó, un repaso de su carrera que incluyó “She Don’t Wanna Be” de Rock ‘N’ Roll Club (2023) y “Why Gotta Lie” de Rockin’ For a Living (2011). A pesar del constante desfile de gente entrando y saliendo, sus temas lograron calar, y nos sorprendió dejándonos llevar por ellos. ¡Bien jugado!
¿Volveremos al próximo concierto de Evan Dando? En este bando, la respuesta está por ver. Después de más de tres décadas viviendo del mito del rock alternativo y el grunge, incluso los más duros acaban pagando el precio. Sabemos desde hace tiempo que Dando ha batallado con el abuso de sustancias, algo que supuestamente ha dejado atrás, pero el desgaste es evidente. Puede que no haya sido el espectáculo épico que esperábamos, pero seguía siendo él: esa voz evocadora, su estilo despreocupado de rasguear la guitarra, su carisma algo apagado, pero todavía inconfundible. Y su manera de cantar canciones que, en su día, hicieron de The Lemonheads algo relevante, sin importar quién estuviera en la banda en ese entonces. A pesar de eso, el ambiente en la sala pronto pasó de la admiración a una extraña mezcla de compasión, con ganas de darle un abrazo. En fin, fue una noche de música melancólica, melódica y, sobre todo, inconfundiblemente Evan Dando, aunque con un sabor agridulce.
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