25 abril 2024

fedrapostCon especial reticencia fui a ver esta versión de Juan Mayorga del clásico de Fedra y eso que el plantel que se nos presentaba en el Teatro Calderón era de peso. Por una parte nos encontramos con un dramaturgo sobradamente reconocido y valorado como es Juan Mayorga, responsable de la versión. Ya tenemos el primer aliciente. Como responsable en labores de dirección, al frente del espectáculo se encuentra José Carlos Plaza, consolidado director teatral. Segundo aliciente. Y protagonizando el clásico tenemos a una mujer, Ana Belén, que nada tiene que demostrar, con una personalidad desbordante, gran presencia escénica y que no sólo sabe cantar como los ángeles, sino, que encima, es una gran actriz, como lo ha demostrado en numerosas ocasiones. Tercer y último aliciente.

Todos estos eran los puntos a favor para animarme a ver el espectáculo con pose optimista. Pero había otros puntos oscuros que hacían que el vaso lo viera medio vacío. Como el hecho de asistir a un clásico de estas características. He de reconocer que este tipo de obras no me satisfacen demasiado.

Aún así me acomodé en la centrada butaca del patio de las mismas y al oscurecerse el teatro me predispuse en buena compostura.

Fedra vive torturada por el deseo y los remordimientos, se encuentra atrapada en una pasión cegadora a la que se resiste con vehemencia, pero que al fin la atraviesa. Su hijastro Hipólito es el causante de la enfermedad de la atormentada mujer. Con esta premisa comienza lo que después se trasformará en tragedia.

Una buena edición de sonido nos trasladó a ese mundo mitológico, atemporal e indefinido. De inmediato se presentaron las armas con las que intentaban vencer mis miedos. El punto fuerte del espectáculo iba a ser el actor. Nada de estridencias escenográficas, sino puro minimalismo para reforzar las intenciones del director, que no eran otras que dar toda la responsabilidad al actor, para lucimiento del mismo. Arriesgado…

En el decorado, un muro rojo cortante que actuará como pantalla en diferentes momentos y que mediante una acertada luz, mimetizará a los personajes y reflejará sombras para definir los espacios. Economía de medios, pero funcional y acertado.

De inmediato empiezan a relatarse los hechos y en un primer diálogo ya se dejan claras las formas. Cabe decir que el texto de Mayorga ofrece una escritura teatral limpia y sutil, dejando los adornos clásicos a un lado y ofreciendo una postura más actual, llena de matices y óptima belleza rítmica. Pero lo que allí se trasmite es otra cosa; el tufillo clásico asoma sin pudor, subrayado en demasía por las declamaciones exageradas de los actores, las poses dramáticas y ademanes ostentosos, aderezados con parlamentos dirigidos al Sol (o Luna según los casos…).

De todo lo expuesto anteriormente, dejamos a parte a la magnífica Alicia Hermida, recreando a Enone, la dueña o criada de Fedra, que actuará de alcahueta, haciendo un homenaje a la Celestina. Ella utiliza un lenguaje más reposado, más naturalista, sin grandes poses dramáticas, ni exagerados parlamentos (Alicia ha entendido las intenciones de la versión, lo que no sabemos es, si las ha entendido el responsable de la puesta en escena…).

Toda la responsabilidad interpretativa recae, evidentemente, en la protagonista de la historia, que no es otra que la bella Ana Belén. Llena de magnetismo y con un atractivo sublime, el principal foco de atención es ella y ella es una de las responsables de esas posturas sumamente clásicas y exageradas, en las que las declamaciones no le van a la zaga. Dice perfectamente el texto, con una claridad finísima y perfecta dicción, pero redunda en esa particularidad. De todas formas la culpa no es de la actriz, sino del director que la deja volar sola y no trabaja estos arrebatos a la clásica.

Aún así, su recreación es sentida y pasional; nos lo creemos a pesar de las poses y salva esa responsabilidad a la que es sometida por parte de su director, dejándola en el espacio casi vacío, donde la desnudez de los actores se hace demasiado patente.

De todas formas, no tardes demasiado en volver a subir a las tablas, cinco años han sido muchos y necesitamos actrices de carácter como tú.

El problema de todo lo anteriormente expuesto, es que cuando un actor tiene algún tipo de carencia y su naturalidad no desborda, el estar vendido en un espacio limpio, no juega precisamente a su favor. Eso es lo que le sucede a Fran Perea. Pone mucho empeño (y ha mejorado con los años…) pero redunda en todo lo comentado (y presencia no le falta…) Quizá con un trabajo interpretativo mucho más potente, ayudado por un buen director de actores (no dudamos de que el señor Plaza no lo sea, que quede claro) y dejando a un lado las poses, el actor hubiera dibujado mejor su personaje. Aunque como dicen en los colegios, progresa adecuadamente.

El resto del reparto peca de lo mismo. Cumplen, pero no convencen.

Y un último apunte. ¿Por qué los micrófonos en un teatro donde se supone que la acústica es buena? Si ya de por sí, la naturalidad brilla por su ausencia, con el sonido metálico y nada directo del micrófono, este hecho se subraya sobremanera. Estaría justificado en un espacio abierto, pero proyectando desde las fauces del teatro…

¡Eso pa’ la tele y el cine…! como dirían los castizos.

Eso sí, Eurípides, Séneca y Racine dejarían entrar a Juan Mayorga en su bodega e invitándole a un buen trago ofrecido por Baco, debatirían animosamente sobre su versión, agasajándole con merecidos bravos por su trabajo.

“FEDRA” (Versión de Juan Mayorga)
Dirección: José Carlos Plaza
Actores: Ana Belén, Alicia Hermida, Fran Perea, Chema Muñoz, Javier Ruiz de Alegría, Víctor Elías
Diseño de escenografía: Francisco Leal/ José Carlos Plaza
Diseño de iluminación: Francisco Leal/ Oscar Sainz
Lugar: Teatro Calderón de Valladolid
15 de noviembre de 2009