19 abril 2024

Walker Percy, el editor de la maravillosa La Conjura de los Necios, lo dejó dicho en el prólogo de dicha novela, le bastaba leer solo unas páginas de un manuscrito, a veces tan solo un párrafo, para saber si realmente aquello que estaba entre sus manos merecía la pena.

Siempre, y pensando en esto anterior, me he preguntado lo que sintió el editor que leyó el primer capítulo de Lolita; y no estamos hablando de John Ray Jr., doctor en filosofía y autor del prólogo, y que el inteligente de Nabokov se sacó de la manga para, como es de suponer, darle más fiabilidad a la novela. Imagino al editor (he buscado su nombre por todos lados pero ni rastro) de la editorial Olympia, una editorial de temática erótica de París, cuando leyó:

Lolita, luz de mi vida, fuego de mis entrañas. Pecado mío, alma mía. Lo-lita: la punta de la lengua emprende un viaje de tres pasos desde el borde del paladar para apoyarse, en el tercero, en el borde de los dientes. Lo-li-ta. Era Lo, sencillamente Lo, por la mañana, un metro cuarenta y ocho de estatura con pies descalzos. Era Lola con pantalones. Era Dolly en la escuela. Era Dolores cuando firmaba. Pero en mis brazos era siempre Lolita.

Rezuma sutileza y erotismo; como toda la novela. Lolita son muchas cosas: es una tragedia, un estudio psicológico, una crítica a los Estados Unidos de la época, una novela tremendamente sensual o un perfecto tratado de estilo.

Humbert Humbert es un asesino y un neurótico, pero no puedes odiarlo, es más, lo consideras víctima. Al igual que hace Capote con Perry Smith en A Sangre Fría, sientes una gran compasión por ambos al finalizar la lectura. Eso solo lo pueden hacer los genios.

H.H., desde la cárcel, expía sus culpas. Cuenta a los jueces que lo van a juzgar sus obsesiones y el asesinato que ha cometido debido a ellas. Debido a un suceso de la infancia siente una atracción enfermiza por niñas en la pubertad. En uno de sus viajes a Estados Unidos conoce a Lolita y para estar cerca de ella decide casarse con su madre, por la que no siente más que asco y antipatía…

Mejor contar solo hasta aquí e ir descubriendo la obra poco a poco; descubrir todos sus recovecos, sus esquinas y sus curvas.