27 marzo 2024

tpostEra la tarde de un viernes de verano raro, y estaba yo con ansias de algo de buen post-rock. Así que, como ya os anunciamos, decidí dirigir mis pasos a la sala Ritmo y Compás para asistir al bolo que nos proponían Toundra y (lo:muêso).

Nada más llegar topé con bastante gente por fuera, no en la cola, no, sino afuera esperando para entrar. Llegar hasta la cabecera y pedir el disco no fue difícil, tenían una buena cantidad en el stand para acompañar a todo el que comprase la entrada, una buena manera de darle salida al lanzamiento y de incentivar a la gente a acercarse.

(lo:muêso) se hicieron un poco de rogar, apareciendo unos quince minutos tarde, aunque quizá no fuera cosa de ellos. Tras unas palabras de agradecimiento por parte del bajista fueron directamente al grano, abriendo con mucha potencia en las guitarras. A lo largo del concierto se les notaba pasarlo bien, sonriendo continuamente al público y con mucha química entre ellos, indicando de cuando en cuando los títulos de alguna canción (algo casi necesario para no perderse, porque son rarísimos). Aún con esa potencia inicial poco a poco se fueron diluyendo, disolviendo. En este sentido, cuando digo que se diluían me refiero a que iban a mejor: la música se hacía más compleja y las guitarras se iban enredando, pasando a un plano más experimental y más rico. A destacar cuando tocaron “OJ Da Jazen” y “Twelve 2”, que fue cuando más se entregó la gente. Musicalmente fantásticos, quizá no me convencieron del todo las voces, pero es más apreciación personal que otra cosa. Sí me gustaría ver qué son capaces de hacer en un concierto plenamente instrumental, porque talento no les falta.

La cosa acabó en aplausos y una leve espera. En la sala bajaron una pantalla para tapar el escenario y así esperamos a Toundra, hasta que por fin, aparecieron. Lo hicieron en compañía de un cello y una guitarra acústica para interpretar el primer tema de (II), “Tchod”. Los acompañantes les abandonaron momentáneamente al acabar el primer tema, con un ambiente que se iba calentando y la gente dejándose llevar por la música, que seguía el discurrir natural del disco que estaban presentando. Se sucedieron “Magreb” y “Zanzíbar” y todo salía a la perfección, con la única pega al sonido de la sala, que a veces no estaba a la altura. Es de destacar que, a pesar no tener un solo micrófono, se notaba cierta comunicación entre el grupo y el público.

Para el entusiasmo de los asistentes, pasaron a una canción de su primer disco,  “Bajamar”, que tocaron perfectamente. En un estilo en el que no hay melodías vocales para tapar tus errores, Toundra no dejaron un solo espacio para que aparecieran. Tras la bajamar siguió el “Danubio” perfectamente enlazado a pesar de no ser del mismo disco, acabando con un crescendo final que fue aplaudido por el público.  Volvieron a su primera entrega, (I), con “Órbita” y en teoría finalizaron con “Bizancio”, con la vuelta de los acompañantes. Digo en teoría, porque así es como acaba (II), pero la gente, pidiendo más y arropando con aplausos, no les dejó ni salir del escenario para hacer la pequeña pantomima que hacen los grupos antes de unos bises.

Volvieron con “Medusa” (un clásico ya) y pasó algo que no había visto en la vida: ante la ausencia de una letra que cantar, vi a la gente corear con la voz algunos de los momentos más míticos del tema. Parecía de nuevo que tras la canción acabarían, pero la gente no les dejaba, no querían que la cosa terminase. Tras la cariñosa coacción del público y hacerle un gesto al de la sala para ver si podían tocar una más, decidieron regalarnos “Koschei” y ya, por fin, acabar.

Fue un concierto inmenso por parte de los dos grupos, muy entregados y con una ejecución perfecta (más teniendo en cuenta lo exigente que es el estilo), y con una conclusión final: pueden decirse muchas cosas sin necesidad de soltar una sola palabra.

fotografía cedida porMariano Regidor