25 abril 2024

Estos días circula por los cines el documental Amy (La chica detrás del nombre) que Asif Kapadia ha dedicado a Amy Winehouse. Yo que vosotros me daría prisa por ir a verlo, no parece una película que vaya a mantenerse mucho tiempo en cartelera. Y es una pena, la verdad.

A nadie le resulta ya desconocida la figura de Amy Winehouse, esa mujer bajita, extremadamente delgada, con unos cardados imposibles y una marcadísima raya negra enmarcando sus ojos. Pocos serán los que no hayan escuchado alguno de sus temas, aunque sea de rebote, mientras hablaban de su tremenda adicción a las drogas en la televisión. Pero Amy es mucho, mucho más que eso.

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Durante algo así como dos horas, el director Asif Kapadia nos descubre una Amy que se parece muy poco a esa mujer que los medios de comunicación quisieron mostrar. A nadie se le escapa que la inglesa nos dejo un legado musical increíble. Quien más, quien menos ha escuchado algún tema de su segundo disco Back to Black (2006), con el que alcanzó la fama mundial. Probablemente, muy pocos sepan algo más del trasfondo de ese disco. Amy estaba tremendamente enamorada de Blake Fielder y cuando su relación se rompió, Amy se sumió en una depresión tremenda, aumentó su consumo ya de por si elevado de alcohol y, finalmente, canalizó todo ese dolor en un puñado de canciones que recibieron todas las alabanzas que merecían. We only said goodbye with words. I died a hundred times.You go back to her. And I go back to… Si, ella se dejó caer en los brazos de esa oscuridad que le rodeaba desde que sus padres se divorciaron, en esa oscuridad de la que nunca pudo huir del todo y gracias a la cual, nos brindó unas letras cargadas de emoción e interpretadas por una voz increíble que el propio Tonny Bennett llegó a comparar con la de Nina Simone

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Su disco anterior, Frank (2003), pese a ser un poco más desconocido, tuvo gran repercusión a nivel nacional, alcanzando el disco de platino en el Reino Unido, aunque eso a Amy no le importaba demasiado. Durante todo el documental ella deja claro que lo que desea es hacer música, que no está interesada en las canciones que se escuchan en la radio, ni en ser famosa. Su sinceridad es asombrosa, no tiene ningún problema en demostrar que le importa muy poco lo que otros músicos piensen (su cara cuando le hablan de Dido lo dice todo) y ni en criticar a su discográfica en aquel entonces (Island Records) por meter violines en un disco que rezumaba jazz por doquier.

Amy Winehouse es una mujer de ideas claras, con sobrado talento, un icono de esos que surgen de cuando en cuando y que, en la mayoría de los casos (por desgracia) llevan asociados a una muerte temprana. Es una pena que su figura aparezca ensombrecida por su adicción a las drogas y al alcohol y más cuando, tras ver el documental, te das cuenta de que esa situación se podría haber revertido si hubiese recibido el apoyo de su entorno más cercano (They tried to make me go to rehab but I said ‘no, no, no’.Yes I’ve been black but when I come back you’ll know know know. I ain’t got the time and if my daddy thinks I’m fine). Asif Kapadia recoge pedacitos de la vida de la artista, a través de vídeos inéditos, grabaciones caseras. Aúna testimonios de las personas más cercanas, de aquellas que tuvieron un papel decisivo en la vida de la inglesa. Las letras de las canciones de Amy van apareciendo en la pantalla sobre imágenes de la artista que muchos desconocíamos. Y así, a través de un documental que se sale de los moldes de lo comúnmente conocido, Kapadia humaniza una figura de la que se ha hablado mucho, a la que se ha criticado sin preguntar el por qué de sus actos, qué se escondía tras aquellas letras cargadas de sinceridad, qué provocó que se quedase muda en uno de sus últimos conciertos, que se negara a actuar. Aunque algunos tildan el documental de cierto “amarillismo”, considero necesario que incida en su destructiva relación con Blake Fielder, el oportunismo de su padre (que llegó a grabar a su hija durante una de sus curas de desintoxicación como si de un reality se tratara) y el canibalismo que la prensa ejerció sobre ella. Todo ello marcó su música y su vida y la condujo hasta su trágico final.

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Amy (La chica detrás del nombre), enmudeció definitivamente aquel julio del 2011, pero por suerte, nos dejó una herencia musical a la que podemos regresar siempre que lo necesitemos y que perdurará por encima de mitos y rumores, que planeará sobre sus adicciones y tragedias hasta hacernos olvidarnos de ellas y centrarnos tan solo en su voz, en esa soberbia y extraordinaria voz.