24 abril 2024

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El jazz vuelve a Bilbao con fuerza en el marco del ciclo 365 Jazz Bilbao; y lo hace con un Teatro Campos con las entradas agotadas para ver a la primera artista internacional en aparecer por el botxo dentro del apartado Gold Jazz, Lizz Wright. Y es que oportunidades como las que brinda el ciclo son difícilmente desaprovechables para los amantes del género que podrán (podremos) disfrutar de primeras figuras a precios realmente comedidos. Ravi Coltrane y Tom Harrell pasarán antes de llegar al verano; ya estamos salivando ante el derroche de calidad.

Y, como decíamos antes, Lizz Wright ha sido la primera en pisar las tablas del Campos ante una audiencia rendida, respetuosa y conocedora de muchos de los temas. Copada por gente de edad provecta, los que no se pierden ni una y algunos jovenzuelos en busca de los orígenes, la platea rezumaba respeto ante una artista de voz profunda, de calidez melismática, bien aprovechada en las perlas soul con las que obsequió a la parroquia y que se salió en los góspel que mamó de pequeña. En formato quinteto, sus músicos epataron al personal con solos genuinos de guitarra y piano, con el bajo marcando la senda y trotando a sus anchas en un intro estratosférico en “Coming home” que me hizo caer de rodillas por primera vez ante un solo de bajo, y con un batería sutil en el golpeo, de instrumentación minimal, y que nos deleitó también en intros gustosas (ufff, también me gustó). Instrumentos que no taparon la voz de la Wright, que se explayó aguerrida y que no tuvo rival en ninguno de los estilos sobre los que sobrevoló con suficiencia y sin arrogancia, proyectándose también en versiones rutilantes llevadas a su terreno.06

Así, durante más de hora y tres cuartos, Lizz Wright picoteó de todos sus discos (con especial predilección por el primero, “Salt”, y curiosamente con pocos temas del último “Fellowship”) destilando góspel primigenio con groove en “Walk with me, Lord”, lanzando soflamas de soul talentoso y cosmopolita en “Blue Rose” e interpretando a Neil Young en una “Old man” de slide prístino. Afloraron sentimientos en “Hit the ground” cuando recordó que era la canción preferida de su padre (el batería tejió una intro atmosférica que nos subyugó) y se dejó mecer por la psicodelia en “Easy rider”, dejando a la slide trotar por la sinuosidad del género. La Wright estaba en racha y ya dio lo mismo que versionara a Lucinda Williams en “Right in time” (pidió la opinión del público sobre el tema para incluirlo en su próximo disco y, ya puestos, si la hace con un poco más de mala leche la borda), que volviera al soul más contemporáneo o que se recreara en los tintes africanistas que jalonan su andadura en “Afro Blue”, que la partida estaba ganada. Su voz se imbricó perfectamente en los recovecos que crearon piano y guitarra en duetos esperanzadores para el género (en especial una “Amazing Grace” que derrochó hondura), picando al final en el blues, desparrame instrumental incluido. Los “bravos” se repetían y en el bis el personal se soliviantó todavía más con una estupenda “Silence” cantada a capella bajo un silencio atronador.

Iniciativa, artistas, marco incomparable. Todo es positivo. Que siga.