El pasado miércoles 6 de abril, el Ballet Nacional Ruso llevó a escena la famosa historia de La bella durmiente en el Palacio de Congresos y Exposiciones de Castilla y Léon en Salamanca.
Había una vez un Ballet Nacional Ruso que desde su inauguración en 1960 ha incluido en su catálogo las mejores obras del mundo, tanto de compositores y coreógrafos rusos como extranjeros, prestando especial atención a las producciones clásicas más importantes (El lago de los cisnes, El Cascanueces ). Siempre tuvo el firme objetivo de preservar la escuela rusa de ballet clásico, pero con la mirada atenta a las nuevas formas de expresividad coreográfica y a los nuevos modelos de la danza contemporánea.
Y un día llegó a Salamanca para poner en escena La bella durmiente, en el Palacio Congresos y Exposiciones de Castilla y León; una pieza de Piotr Tchaikovsky de 1888-89 basada en el cuento de Charles Perrault, y transformada en un ballet en tres actos con prólogo, con coreografía de Valery B. Kokorev y escenografía de Maxim Zhuchin. En el elenco de los casi treinta bailarines destacaron, Margarita Kamish (Princesa Aurora), Andrey Subbotin (Príncipe Dezire) y Anna Nekhludova (Hada Lilac). Los dos primeros han interpretado en numerosas ocasiones papeles principales, algo que, si bien se indica en el panfleto, resulta fácil de adivinar cuando se les ve bailar majestuoso.
La pieza comienza con el apagado general de luces y música, para entrar en ambiente. En el escenario se representaba el palacete del Rey Florestan, padre de Aurora, pintado sobre tela. A continuación, se inicia el primer acto, con la celebración de un baile con motivo del bautizo de la princesa Aurora, que se ve empañado por la ira y la maldición de la bruja Caraboss. Continúa el primer acto dieciséis años después, el día del cumpleaños de la protagonista y momento en el que el negro augurio se hace realidad.
Los dos actos siguientes, en los que se cuenta cómo el amor del príncipe Dezire consigue deshacer el maleficio y el momento del enlace matrimonial de príncipe y princesa, son más breves. Llama la atención la aparición final de otros personajes de ficción de Perrault en escena: Caperucita Roja y el lobo, el gato con botas En general, se suceden las escenas cargadas de simetría, especialmente en los momentos con más bailarines, combinadas con momentos de ruptura, en una coreografía que en conjunto se amolda perfectamente a la música.
Los bailarines estuvieron soberbios, especialmente Margarita Kamish y Andrey Subbotin, mencionados anteriormente. Los toques más innovadores llegaron de la mano de la malvada Caraboss, con pasos firmes y movimientos angulosos que constituyeron un gran contrapunto a los movimientos flotantes del resto de la plantilla. Menos grácil lució el hada Lilac, quizá por su altura, bastante por encima de la media, si bien hizo un gran trabajo. Otra de las hadas, de amarillo, llamó también la atención sobre el conjunto por sus movimientos nerviosos perfectamente sincronizados.
El resultado, bellísimo, cargado de magia, romanticismo y delicadeza, pero contundente, dejando toda la expresividad en el movimiento corporal y no tanto en la expresión facial, con excepción de la protagonista, y con ese toque simpático que suele acompañar a los espectáculos de ballet cuando el público entusiasmado no encuentra el momento de aplaudir. La cita del Ballet Nacional Ruso en Salamanca fue solo una de la decena programada para su gira, que terminó el pasado 9 de abril en el Gran Teatro de Elche, por lo que los que os lo hayáis perdido tendréis que esperar a su próxima visita a nuestro país.