El Ciclo 365 Jazz Bilbao pone colofón a su andadura a lo largo de esta primera parte del año programando a Terence Blanchard, varias veces ganador del premio Grammy, otrora referenciado por Miles Davis como sucesor más dotado y agraciado con una técnica depurada que paseó por el escenario del Teatro Campos Eliseos. Con la platea repleta, rozando el lleno, de gente madura, asidua por lo que se ve a la música clásica del siglo XX, Blanchard sopló su customizada trompeta durante unos 95 minutos reptando sutil por el bop, dejándose acariciar por el new age más ortodoxo y apoyándose en unos escuderos que derrocharon clase.
Destacó la atrevida juventud del pianista cubano Fabián Almazán que tejió armonías, buscó los recovecos que le dejó la estrella y supo encauzar temas y dejarlos listos para el desarrollo y del resto de solistas. Y qué decir de la línea de ritmo con un contrabajista también joven (Joshua Crumbly) siempre en la sombra pero que tuvo destellos en un par de solos fulgurantes, y especialmente el batería Kendrick Scout que, pajarita al cuello, se salió sutil, percutiendo los parches firme pero sin alharacas y que en su solo hizo primar la clase al golpeo sin tino (creo que los de jazz son los únicos solos de batería que soporto y no todos). Por su parte, Brice Winston, al saxo tenor, cumplió el expediente, sopló comedido, de menos a más siempre bajo la sombra alargada del jefe.
Así, a las 20:03, bendita puntualidad, Blanchard echó mano de su último disco “Magnetic” (Blue Note 2013) y durante una hora, sin interrupciones, se lanzó por la vereda de la improvisación. Principiaron con una intro de piano que tejió una red de escalas lacerantes que embaucaron a la línea de ritmo y que permitió el lucimiento del saxo, meloso pero rutinario, y de la trompeta que fraseó sobria y elegante sustentada en parte por la electrónica manejada a golpe de pedal, lo que le permitía tonos, de otra manera complicados si no imposibles. Sin lapsus interruptus se lanzaron a por el bop tumultuoso con la batería imperial, la trompeta destilando groove y destacando, en la parte final, el lucimiento del trío piano-bajo-batería que marcó uno de los hitos de la tarde-noche. Dos piezas más completaron la hora inicial; en la primera derivaron a tonalidades más cálidas que fueron el preludio de un solo de Blanchard que arrancó aullidos de su instrumento; en la segunda Fabián marcó la pauta a las teclas, acercándose más al mainstream new age, lo que no impidió que la trompeta marcara el fin en un solo catárquico por lo épico. Fin y ovación. Gustaron y se gustaron.
De ahí al final dos temas más. Continuaron con bop virtuoso con la batería en el primer plano musical y en el que Brice Winston se quitó todos los lastres y despegó virtuoso al lado del jefe en un sopapo de jazz contemporáneo, para finiquitar el concierto con un tema que coqueteó con el swing, despegó con acierto a lomos de un solo de la sección rítmica que salió durante todo el show y dejó a las claras que el que tuvo retuvo y no se quedó dormido en los laureles. En el bis de rigor, más bop candente que remitió a las épocas doradas del movimiento y aplausos de una parroquia ya rendida al quinteto.
Se acaba la temporada preveraniega del 365 Jazz Bilbao con el éxito acostumbrado. Todavía no se sabe nada de lo habrá tras el verano. Quedamos expectantes.