24 abril 2024

 

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Lo bueno de que sea miércoles en Madrid y halla derbi futbolístico es que, solamente aquellos que de verdad desean ir a ver a un grupo son los que van a ponerse en la cola de entrada a una sala, que pese a no ser muy grande, estaba llena. El pasado 22 de abril, los ingleses Dry The River (que han estado girando por España con los murcianos Nunatak gracias al Budweiser Live Circuit) lo agradecían desde el escenario y el resto de los asistentes nos afirmábamos en este agradecimiento.

 

 

 

 

 

 

 

 

Debido a este pequeño detalle, en la Sala Copérnico un público respetuoso, volcado con el grupo, bailó cuando sus pies así lo reclamaban (Shield your eyes, Everlasting Light), se emocionó con temas tan delicados y sobrecogedores como Lion Den’s o Vessel, coreó las canciones más conocidas (No RestNew Ceremony, Gethsemane) y disfrutó de un concierto donde el grupo inglés nos dejó a todos boquiabiertos.

 

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Dry the River tocan con una destreza  propia de la gente de un país en el que a la música se le otorga el lugar que le corresponde desde las aulas. Pese a la delicadeza de sus melodías, transmiten una gran energía a sus instrumentos que desgranan acordes sin salirse del esquema marcado en los temas grabados, aunque estos ganen puntos en directo. En su segundo disco (Alarms in the Heart) han dejado a un lado los violines, pero a la hora de interpretar algunos temas de Shallow Bed, el teclista que acompaña en directo a los británicos rasgo las cuerdas del instrumento folk por excelencia e incluso le prestó el arco a Matt Taylor para que hiciera lo propio con las de su guitarra.

La tibia voz de Peter Liddle, que apareció sobre el escenario cubriendo su cabellera rubia con la capucha de una sudadera de la que pronto decidió prescindir, se ve arropada por los sobrecogedores coros de sus compañeros Scott Miller (con el que hablamos recientemente)  y Matt Taylor. Estas exquisitas armonías vocales que, evocan a Fleet Foxes, incrementan el tono épico de canciones como Demons, Weight and MeasuresIt was love that laid us low, aunque el momento más conmovedor de la noche llegó con los bises, cuando tres de los miembros del grupo se hicieron un hueco entre el público para arroparnos con la calidez de sus voces ha medida que Shaker Hyms iba tomando forma. 

 

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Así, con tanta belleza es su estado más puro, es imposible no estremecerse.Un sonido equilibrado y perfecto inundó la Sala Copérnico durante algo más de una hora consiguiendo imprimir una huella casi imborrable en nuestros oídos y nuestro corazón. Aunque es difícil que nos olvidemos de este concierto, la memoria gráfica siempre ayuda. Por eso, os dejamos algunas fotos del mismo, para que permanezca vivo en nuestro recuerdo.