23 abril 2024

Es indiscutible que las viejas glorias del rock tienen cartel, eso sí, unas más que otras. Multitudes que acuden a la llamada de dinosaurios que van a por “el toma el dinero y corre” tan manido en estas tierras, a la de otros que pasean su decrepitud por los escenarios socavando su leyenda y, los menos, los que continúan en el cotarro con un poso de calidad, que siguen sacando discos, que se siguen pateando los garitos de medio mundo y que no son reconocidos por el gran público. Es el caso que nos ocupa, el de Nick Lowe y, siendo egoístas, mejor. Porque verle en las condiciones que lo hicimos en la sala Santana 27 de Bilbao es un lujo.

Perdedor de recia estirpe, Lowe sentó de un plumazo las bases del rock de kilates con Rockpile, puso los cimientos del pub-rock en solitario y se ha mantenido cuatro décadas en el candelero con discos elegantes, clásicos, de calidad.

Reo de una climatología infernal el concierto reunió a poca gente, talluditos la mayoría (ojo que me incluyo) y tras el introito de su escudero Geraint Watkins como telonero, salió al ruedo con la sola compañía de su guitarra, desmenuzando melancólico piezas de su último disco (“The old magic”). No fue un buen comienzo para quien esto teclea ya que abundó en tiempos lentos, lánguidos, incluso con banda, transmitiendo agónico sentimientos encontrados.

Mucho mejor cuando se zambullía en el rock, fue a partir de “Cruel to be kind” cuando el concierto despegó a lomos de guitarras rock de fraseo comedido, de country trotón o lánguido según el momento y con baladas de corte soul marca de la casa. Así nos deparó medios tiempos que ya no chirriaban (“I live on a battlefield” esplendorosa), visitas a su última rodaja digital que nos engatusaron por la sencillez (“I read a lot”, “House for sale”; siempre lo diré y nunca me canso, “menos es más”) y se rozó con Van Morrison en el rock con una estupenda “Raining”.

El concierto iba cuesta abajo y se notó. Lowe estaba cómodo, cada vez cantaba mejor, y su grupo mantuvo el comedimiento, en especial el guitarra que se marcó punteos sosegados, fraseos delicados que realzaron temas, rellenaron huecos y permitieron lucirse a la estrella. Geraint Watkins tuvo su momento con un tema propio en el bis y la sección rítmica en su papel, discreto pero aportando consistencia.

Y Nick Lowe marcó el territorio. Nos acercó al pub con un “I’m a sensitive man” cargado de poderío (¿la cima del show?) y bajó de su pedestal a Elvis Costello con revisiones sinceras de “Peace, love and understanding” y, sobre todo, de “Alison” en el segundo bis, casi a capella, con acompañamiento minimalista a la guitarra y la sala manteniendo un silencio respetuoso.

Fin de fiesta musical para este año y para el que esto escribe. Y no ha podido ser mejor. Rock on.

Foto cedida por Heinekenpro.com, fotógrafo: CARLA MIR