10 diciembre 2024
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Lo primero que pensé al entrar en la sala y ver el tamaño y altura del escenario fue en la dificultad que tendrían las bandas para alcanzar la comunión con el público a la que nos tienen acostumbrados. Afortunadamente, tras la primera canción de Los Bengala mis dudas ya estaban disipadas. El sonido era correcto y su actitud mejor.

El dúo formado por Guillermo Sinnerman (guitarra y voz) y Borja Téllez (batería y voz) ofreció un show completo en el que no faltaron ni hits ni desparpajo. Dejaron canciones como “Jodidamente Loco”, “No Hay Amor Sin Dolor” o “Creo Que Te Voy a Dejar(Bueno, No Sé)” para el final que, ya con uno de sus miembros descamisado y corriendo entre el público, hicieron que hasta los más reticentes empezaran a soltarse.

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Los Bengala en la Sala Shôko / Foto: nabscab

Tras una espera espera relativamente corta (unos 15 minutos), The Parrots salieron al escenario. La última vez que se les pudo ver por la capital fue en octubre del año pasado acompañados por Los Nastys en El Sol, y había que ver que tal lo hacían en una sala de gran aforo. Cumplieron.

Comenzaron con “Let´s Do It Again” y poco a poco fueron despiezando su álbum debut (el notable “Los Niños Sin Miedo”) intercalando sus canciones algunos de los mayores hits de sus anteriores EPs. A destacar, “No me gustas, te quiero” y la anteriormente mencionada “Let’s Do It Again” del primero y “I Did Something Wrong” y “All My Loving” de los segundos. Pero la verdadera histeria colectiva llegó con la última canción. Cerraron el concierto con una genial cover de “Demolición” de Los Saicos, el gran éxito de la que probablemente sea la banda más importante de la historia del rock peruano. Todo un acierto.

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The Parrots en la Sala Shôko / Foto: nabscab

Llegados a este punto, nos damos cuenta de que juzgar un concierto de The Parrots fijándonos únicamente en la música quizá sea un poco injusto. Ya que ésta no refleja una de las verdaderas virtudes de la banda, y es la conexión que tienen con el público. Convirtiendo cada concierto en una fiesta salvaje y hedonista en la que uno abandona cualquier tipo de pensamiento para centrarse en bailar, saltar, gritar… Gran prueba de ello fue el jolgorio que había montado en las primeras filas durante prácticamente todo el concierto y la invasión que se produjo en el escenario durante la interpretación de “Demolición”.

La peor parte del concierto fue la central. Acumuló demasiados medios tiempos, lo que la hizo un poco aburrida.

Pero si ellos disfrutan y nos hacen disfrutar, ¿qué más les podemos pedir?