La estrella de la noche se echa encima de sus hombros todo el espectáculo. Sus bailes y coreografías son coronadas en ocasionas por unos intensos gritos de histeria desde la grada, un público que canta y baila totalmente metido en la batidora audiovisual de Róisín, cuyo carisma resulta abrasador. Róisín vacila a un chico de la primera fila pidiéndole la hora antes de acometer The Time is Now, otro éxito de Moloko. El juego con la cámara de vídeo le hace hermanarse con Chaplin o Jacques Tati. Sale por la izquierda de la pantalla y se pone a andar muy seria hasta que desaparece por la derecha. Y luego vuelve por la derecha para salir por la izquierda hasta que en un momento se para, y mirando a la cámara, de espaldas al público, con la pantalla enseñándonos la cara de Róisín con el público detrás, comienza a cantar Can’t Replicate, un tema de su último trabajo Hit Parade. La forma en la que lo hizo fue mágica, dejó de cantar y se paró a escuchar al público, y haciendo bueno el título de este tema, acabó levantando los brazos como si fuera un forzudo circense, se tocó los bíceps del brazo, y sonrió por primera vez durante el concierto. Fue sobrecogedor. Una emotiva imagen y también, visto lo visto, muy merecida.