Nuevo ciclo de conciertos en Madrid, compartiendo nombres con su edición de Barcelona, enmarcado en el asombroso paraje que es el Tierno Galván, mucho gusto y con una buena logística para poder disfrutar de una programación para todos los gustos, desde las dos divas que nos acontecieron, a Evanescence o Deep Purple. Y es que el Alma Festival se estrenó con ganas a la ciudad.
Róisín Murphy en Alma Occident Madrid (fotografía de Aldara Zarraoa)
La propuesta del martes 4 de junio se tornó una cita indispensable para los amantes de la música disco y del hedonismo generalizado, a la par que para todos aquellos que crecieron con los himnos de formaciones míticas como Goldfrapp o Moloko, a la par que los que han ido descubriendo con el transcurso del tiempo a las figuras místicas y reinas del olimpo disco que son Alison Goldfrapp y Róisin Murphy.
Recinto a reventar, con una pista que servía de zona VIP y con un graderío que hacía las funciones de pista al uso, con unos precios por consumición que ya hacen a uno pensarse si estamos en Londres o en Madrid, y con muchas ganas de pasarlo bien, porque otra cosa no pero el martes todos pensaban en eso de ‘que nos quiten lo bailao’.
Alison Goldfrapp nos daba la bienvenida, caía el sol y ella se encargaba de recordarnos por qué es una reina de la noche, pero que el atardecer también entiende de ritmos. En su nuevo trabajo el pop electrónico, el italo-disco y el synth-pop tienen un protagonismo especial, un disco que desprende la calidez y la euforia que mostró sobre el escenario con su cuerpo de baile. Buen repaso le dio a su debut en solitario, ‘The Love Invention‘, con Alison convertida en una sacerdotisa del baile, que lo mismo te sale por acid-house, que por dance máximo, reina Midas del pop. ‘Love Invention’, ‘So Hard So Hot’, ‘In Electric Blue’, ‘Gatto Gelato’, iban siendo alternadas con los grandes éxitos de Goldfrapp, imposible permanecer estáticos ante ‘Number 1′, ‘Oh La La’, ‘Rocket’ o ‘Anymore’, al igual que con sus nuevas composiciones, Alison demostró que lo de hacer bailar a distintas generaciones es un arte, y ella de ello va sobrada, futurismo en escenario, los ochenta bajo una enorme bola discotequera a sus pies. Euforia pura y diversión como anticipo de la otra gran diva que protagonizaría la jornada.
Róisin Murphy cogía la alternativa a la británica, la clase por bandera, sólo la puesta en escena de ella y su banda nos hacía esperar que la noche se tornaría mágica e inolvidable, ya veníamos con preaviso de su show en el Primavera Sound. Pero lo que vivimos sobrepasó lo esperado, puro show en el que el hedonismo matcheaba con la elegancia, donde el espectáculo es el principal artificio que rige un show medido al milímetro. Cambios de atuendo, viajes a otra época, flirteos estilísticos con su marca por bandera, y haciendo del placer un estado de ánimo sobre la pista.
La estrella de la noche se echa encima de sus hombros todo el espectáculo. Sus bailes y coreografías son coronadas en ocasionas por unos intensos gritos de histeria desde la grada, un público que canta y baila totalmente metido en la batidora audiovisual de Róisín, cuyo carisma resulta abrasador. Róisín vacila a un chico de la primera fila pidiéndole la hora antes de acometer The Time is Now, otro éxito de Moloko. El juego con la cámara de vídeo le hace hermanarse con Chaplin o Jacques Tati. Sale por la izquierda de la pantalla y se pone a andar muy seria hasta que desaparece por la derecha. Y luego vuelve por la derecha para salir por la izquierda hasta que en un momento se para, y mirando a la cámara, de espaldas al público, con la pantalla enseñándonos la cara de Róisín con el público detrás, comienza a cantar Can’t Replicate, un tema de su último trabajo Hit Parade. La forma en la que lo hizo fue mágica, dejó de cantar y se paró a escuchar al público, y haciendo bueno el título de este tema, acabó levantando los brazos como si fuera un forzudo circense, se tocó los bíceps del brazo, y sonrió por primera vez durante el concierto. Fue sobrecogedor. Una emotiva imagen y también, visto lo visto, muy merecida.
Como resumen Festival Alma Occident concluyó exitosamente en el emblemático Parque Tierno Galván de Madrid con la participación de 65.000 asistentes y sin incidentes registrados. Durante los once días de duración del evento, se llevaron a cabo más de 20 mediciones acústicas in situ por parte del área de Medio Ambiente de la Policía Municipal, todas ellas cumpliendo satisfactoriamente con los límites autorizados. La duración media de los conciertos fue de 2 horas por día, concluyendo todos a las 23:55 horas, salvo tres eventos que finalizaron a las 00:55 horas, para asegurar el compromiso con el descanso de los vecinos.
Fotos: Aldara Zarraoa