20 abril 2024

Han pasado cuatro años y sin embargo creo que The Fleshtones ostentan mi record personal de concierto más divertido que jamás haya presenciado. Fue en el 2008 en la Sala Polar de Valladolid cuando lo contemplado hizo que escribiera en una web una reseña que titulé “El día que los Fleshtones salvaron el mundo”, así que casi un lustro después de tan magno acontecimiento y ante la duda de que los neoyorkinos se acerquen a la capital del Pisuerga (el evento se encuentra en el aire en el momento de escribir estas lineas) tomé carretera y manta (por lo del frío presuntamente siberiano) y combatí el tedio de un domingo prelaboral (¿son peores los lunes mañana o los domingos noche?) con un viaje hasta el Gran Café de León donde a la hora oficial de comienzo del show tan solo había cinco personas en su interior.

Así que aprovechando que la cita se retrasaría no estaba de más honrar la visita con unas cervezas y pinchos nocturnos antes del concierto y así entre tapa y tapa plantearme una apuesta personal, ¿cuanto tardarían los de Peter Zaremba en desatar la locura?.

Vuelta a la sala, ahora con una parroquia más numerosa y empiezan a sonar los primeros acordes cuando la banda ni tan siquiera ha pisado el escenario, se dirigen a él en fila tocando sus instrumentos y la duda es resuelta, antes de que acabe su primera canción, la fantástica Hard Lovin Man, Keith Streng ya ha lanzado varios puntapies a la cara de las primeras filas y ha abandonado el escenario para tocar su guitarra plateada y brillante entre la audiencia, mientras Zaremba, después de unos bailes alucinógenos se ha subido a las mesas que soportan los monitores a hacer un solo con su armónica.

¿Furor juvenil? se preguntarán quienes no los conozcan. Así es, pero con la salvedad de que sus integrantes son casi sexagenarios y que hace cuatro décadas que sacaron su primer disco, pero es que a pesar de todo The Fleshtones siguen siendo la banda amateur más experimentada del universo musical. Mientras cualquier grupillo nuevo del tres al cuarto pretende ofrecer una imagen calculada e impoluta cuando interpreta sus tres acordes desafinados The Fleshtones demuestran que lo suyo es divertirse y contagiar por empatía su sentimiento a todos los presentes. Por esa razón siguen utilizando un volumen atronador (me siguen pitando los oídos), desmadrándose desde la primera nota, tocando de manera acelerada y por momentos inconexa y saltándose todos los guiones, lo que incluye que pasen más tiempo fuera del escenario que en él, que presten sus instrumentos a alguien del público, que salgan a tocar a la calle algún tema, que se vistan con la ropa de alguna integrante de las primeras filas, se turnen las labores vocales, que acaben haciendo gimnásticas flexiones sobre la barra del bar al ritmo de Push Up Man o que pasen por su filtro alocado una versión del Break On Throug de The Doors hasta hacerla casi irreconocible, todo ello basando su show en la inexistencia de una barrera física que separe a la banda de su audiencia, aquí todos somos uno y los papeles se intercambian con absoluta naturalidad.

Y todo ello en 65 minutos de vorágine musical donde se funden el soul, el garage y el rhythm and blues con el sonido punk de Brooklyn y en los que les da tiempo a tocar un par de temas de su nuevo trabajo Brooklyn Sound Solution, (You Give Me Nothing To Go On y Come Home Baby), el número 22 de su discografía y centrarse en sus canciones fetiche como Hitsburg USA (Ramones a toda velocidad), Feels Good To Feel, Push Up…y los bailes con más savoir affair del bigotudo “teenager” Peter Zaremba, con unos giros de micrófono escuela James Brown incluidos.

Al final todos para casa con una sonrisa de oreja a oreja y yo reafirmándome en lo que un día escribí The Fleshtones anoche salvaron el mundo”…Pero no tiene importancia, lo hacen a diario.