28 marzo 2024

James Taylor es una auténtica leyenda de la música no solo por sus mareantes cifras de discos vendidos y premios obtenidos (6 Grammys, miembro del RnR Hall Of Fame, más de 50 millones de álbumes vendidos…) sino por la relevancia que sobre la música popular y de autor ha ejercido. Además no es muy habitual verle por los escenarios europeos con lo que su visita a España suponía un éxito absoluto incluso antes que esta se produjera.

Y es que ni siquiera el precio de las entradas (50 euros en Madrid y hasta 70 en Bilbao con merchandising a partir de 30 euros la camiseta) supusieron un obstáculo para que James Taylor colgara el cartel de “no hay billetes” en ambas citas y apabullara con su sencillo montaje y su timbre de voz suave a un público que ya acudía de antemano con la bandera blanca enarbolada.

Audiencias que nunca volverán a cumplir los 35, muchas parejas, fotógrafos y prensa situados a distancia del protagonista para no molestarle y silencio respetuoso (y reclamado vehementemente si alguien se atrevía a saltárselo)  solo interrumpido cuando terminaba cada interpretación y la ovación hacía aparición para un Taylor que acompañado por tres músicos (batería, bajo y un teclista que puntualmente agarraba tanto el acordeón como una flauta) permaneció sentado con su acústica en el frente del escenario salvo cuando se colgó una Telecaster que obró el milagro de levantarle de la misma para rockear (si señores, Taylor también rockea) en clave blues mientras cantaba Steamroller ,solo de armónica incluido, o en Slap Leather, únicas excepciones a un cancionero que se centró en sus piezas más conocidas y que en ningún momento se desmadró en velocidad o volumen.

Blossom y Sunny Skies abrieron la noche con Taylor en solitario en el escenario  entre las miradas de admiración de la concurrencia pero en cuanto sonó Carolina, ya con los músicos sobre el escenario, el primer estruendo de la velada hizo aparición y llevó de la mano a los presentes hasta Walking Man que demostró a la banda que aquí también se cantan sus canciones y que el protagonista de la noche era capaz de hacer responder a todos con mínimos estímulos visuales. La luz tenue y cálida de los focos, la pose relajada con la guitarra sobre las rodillas y el aspecto ligeramente desgarbado de James Taylor con su gorra calada hasta las orejas dejó momentos de comunión total entre público y banda como cuando toda la sala entonó el estribillo de Don´t Let Me Be Lonely o el éxtasis que supuso Sweet Baby James, de su lejano primer disco, que recogió la mayor ovacion de la noche, superior incluso que cuando sonó Country Road, con unos coros femeninos pregrabados que a punto estuvieron de tapar las voces de los presentes.

Recordó sus aventuras con The Beatles cuando presentó Something In The Way y México puso el toque más AOR. Your Smiling Face consiguió que nadie dejara de dar palmas mientras aparecían los tonos más altos del protagonista, demostrando que su voz no ha perdido un ápice de calidez ni color y personalmente creo que solo me sobró la aparición de su esposa para hacerle la réplica en la imprescindible You´ve Got A Friend, quizás porque aún tengo la esperanza de poder ver a Carole King sobre un escenario algún día.

En total algo más de hora y media de folk rock de calidad, de tradición musical americana con el country como telón de fondo y con la sencillez de quien no necesita grandes artificios para llevarse a casi 3000 personas por delante. No creo que a ninguno de los allí presentes, visto lo vivido, les pareciera cara la entrada a tenor de las caras de satisfacción que se veían mientras abandonaban La Riviera e incluso a mi me sentó bien este relajante muscular después de que apenas 20 horas antes los salvajes Karma To Burn casi hicieran que me dislocara varias vértebras en su concierto en el Belfast paramés. Imagino que en la variedad (de calidad) está el gusto.