Poco hay que contar ya sobre Alcalá Norte, una de las bandas que mayor crecimiento han tenido este año desde que viera la luz su álbum de debut. Una estrategia de comunicación apoyada por un álbum que rezuma autenticidad y frescura en un panorama copado de nuevas releases que apenas da tiempo a escuchar con el mimo necesario, dentro de esta vorágine de novedades algo bien tienes que hacer si consigues hacer sonar tu disco en bucle en miles de personas de este país.
Quizás el secreto de Alcalá Norte ha sido conseguir ser ellos mismos, conseguir enlazar himnos que transitan entre el pop y el post-punk creando una mitología post-moderna entre deidades de diversa índole, de la cristiana a la futbolera, de la griega a la del pueblo, calles de Ciudad Lineal, sueños de riqueza a través de boletos de lotería o laboratorios clandestinos, muerte e IA, divas multimillonarias y capítulos bélicos. Una nueva mitología de la que ellos son mensajeros alados, cual Hermes difunden una palabra captada y amplificada cuyo fin no tiene límite cortoplacista.
Su primera cita en el Teatro Eslava el pasado 25 de octubre comenzo con uno de sus miembros habituales abriendo para los madrileños, Dharmacide, proyecto de René, también guitarrista ocasional de los Alcalá, volvía a hacer suyo el centro de Madrid con una mezcla única de shoegaze, noise y post-punk lisérgico, creciendo hasta límites insospechados sonando atronador, superando el directo que diera semanas antes en la Sala El Sol. Temas como ‘Lovers’ o ‘Dreams‘ dieron buena muestra de ello, haciendo resonar la Joy como se merece.
Tras ellos, la banda del momento, Alcalá Norte, hacía entrada en sala con su particular formación, la emoción presente en todos ellos, y el ambiente caldeándose desde el último piso del Teatro, no cabía un alma, de todo había en dicha cita, desde el curioso que se asomaba a la banda a través de La Vida Cañon, a los melómanos que quería comprobar el fenómeno in situ, el fan acérrimo que gritaba cada estrofa o al que iba a poner el banderín de yo estuve ahí pasando totalmente del directo, de todo hay en esta vida, nada nuevo bajo el sol.
Con todo ello, los Alcalá hicieron su particular vini,vidi,vinci en casa. Proyecciones acompañando temas que ya son de todos, un setlist que repasaba maquetas y su primer largo al completo, y pruebas de nuevos temas que tendrán que ser rodados poco a poco coparon la noche. Una noche donde se pudo comprobar el crecimiento de una banda en su habitat natural, el directo, y el directo en sala. Si bien en algunos de los primeros festivales donde iban siendo confirmados en verano el directo podía perder la fuerza que comprobamos en El Sótano en abril, ese training continuado desde la salida del disco, y ese callar bocas a base de desglosar temas en directo se solidificaba en el Eslava.
Pegada, actitud y sobre todo eficacia en la ejecución de temas que bordean y llegan a las aristas de géneros del spoken-word al punk, del goth al rock, fusilando estribillos a su antojo y galvanizando himnos con un público entregado desde los inicios de ‘Los Chavales’ al apoteósico final de ‘La Vida Cañón’. Entre medias ‘El Guerrero Marroquí’, ‘420N’, ‘No Llores Dr. G’ se iban mezclando con temas como ‘Codere’ o ‘Arteligencia Intificial‘ respirando ese aroma a maqueta ya solidificado. ‘El Rey de los Judíos’, ‘Westminster’ o ‘La Calle Elfo’, regados o no por el líquido que se derramaba de una bota, todos éramos sumergidos en un bautizo comunal de la banda en casa. La traca final venía de la mano de ‘Langemarck’, ‘Superman’ y ‘Barbacoa En El Cementerio’, un perfecto aquelarre para cerrar telón con su tema fetiche.
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