Por fin ha llegado el esperadísimo nuevo disco de Blur. El que hace el número 8 de su discografía, y el primero con toda la banda desde 1999 – en el intrascendente “Think Tank” de 2003 no contaron con Graham Coxon-. Ya hacía tiempo que los teníamos reunidos dando giras, publicando reediciones de sus discos o lanzando discos de conciertos, pero el disco parecía que no llegaba. Entremedio el inquieto Damon Albarn había aparcado sus otros proyectos (Gorillaz, The Good The Bad And The Queen,…) para sacar el que fue oficialmente disco de debut en solitario, el aclamado “Everyday Robots” (2014). Pero la banda ya había empezado a trabajar en nuevas canciones en Hong Kong entremedio de su tour asiático de 2013. Luego llegaría la mano del que fue su productor en los noventa Stephen Street y sus retoques finales en Londres que se han alargado hasta el pasado enero con las grabaciones de las voces del ocupado solista.
El resultado, un compendio de 12 nuevos temas empaquetados en una luminosa portada que presenta un helado y unas letras chinas y que no se conforma en vivir de las rentas del pasado sino que busca nuevas fórmulas. Atrás queda la frescura de antaño, el pop saltarín y las melodías conjuntadas con la crítica social a la vieja Inglaterra – especialmente de la trilogía “Modern Life Is Rubish“, “Parklife” y “The Great Escape” -, los sonidos americanos alternativos (“Blur” de 1997) o las fórmulas pop vanguardistas del “13” (1999). Los Albarn, Coxon, James y Rowntree se han hecho mayores y el pop ha seguido nuevos senderos.
Precisamente es la búsqueda de los nuevos senderos lo que se esconde tras lo nuevo, con la proliferación de canciones mas sosegadas, muy en la línea de lo reciente de Damon, el uso de sintetizadores y de las nuevas tecnologías y la sensación de la pérdida de cierta espontaneidad de antaño. No obstante, encontramos sorpresas que paradógicamente conectan con el pasado. Especialmente memorable es “Ong Ong” de redondo estribillo, coros y acústica pegadiza. O los guitarrazos de Coxon de “Lonesome Street” que nos llevan a los inicios de la banda. También compro la enérgica “I Broadcast” pop entregado directo para los conciertos venideros y “Thought I Was Spaceman” con su épica mezcla de psicodelia y tecno-pop.
“Go Out” es un hit fallido a pesar del empeño de los repetitivos “oh-oh-oh”, “There Are Too Many Of Us” es synth pop solemne, “My Terracota Heart” pop reflexivo y “Ice Cream Man” es un medio-tiempo de relleno que podría haber encajado en sus discos de finales de milenio.
Con todo, no podemos quejarnos de “The Magic Whip“, ya conocíamos los senderos trazados por Albarn, como también que el disco ha sido elaborado a contragolpes. Nos quedamos en las pinceladas de luminosidad y en la esperanza que el proyecto tenga continuidad para que en un futuro no muy lejano se lo tomen mas en serio y vuelvan a dar con una buena receta. Les hemos añorado mucho.