La pasada noche (2 de septiembre) tuve la oportunidad de asistir a la representación de A ópera dos tres reás (Die Dreigroschenoper), una producción de la obra de Bertolt Brecht y Kurt Weil a cargo del Centro Dramático Gallego, bajo la dirección escénica de Quico Cadaval y la dirección musical de Diego García Rodríguez, que se ha planteado como todo un hito en la historia de las artes escénicas gallegas; si bien, gran parte del protagonismo se lo está llevando su actor principal, el reconocido Luis Tosar.
En un Liceo radiante a media luz dio comienzo este drama musical en el que se hace una crítica de la burguesía representada por una sociedad de delincuentes, prostitutas y mendigos; una obra que gozó de un gran éxito en Alemania desde su estreno en 1928 hasta la toma de poder del partido nazi el 30 de enero de 1933, y que se ha convertido en un clásico del siglo XX; algo que, sin duda, no se esperaban sus autores, Bertolt Brecht y Kurt Weil, cuando adaptaron o, más bien, recrearon La ópera del mendigo (The Beggar’s Opera) de John Gay y Johann Christoph Pepusch.
La historia transcurre en una ciudad imaginaria denominada Central City durante cuarenta y cinco horas (2h 25 para el espectador), en las que un giro en la vida de un conocido delincuente, Mackie de la Faca, sirve como pretexto para abordar las miserias del ser humano: la ambición, la traición, la delincuencia, los abusos y la miseria con letras mayúsculas. Mackie, un temido asesino y ladrón, se encapricha de Polly Peachum, la inocente hija del señor Peachum, jefe de los mendigos, y la convierte en su esposa. Cuando los padres de la joven se enteran de lo acontecido, su única ambición es deshacerse de su indeseable yerno.
La historia, en la que se entremezclan elementos de la novela negra con la opereta, el folletín romántico con el cine cómico, los bailes del otro lado del Atlántico con las estampas orientales y un largo etcétera, constituye un claro intento de provocar la reflexión del espectador sobre el ser humano y sus valores y, en mi opinión, lo consigue sin renunciar al entretenimiento que supone una propuesta con tantos y tan variados matices y elementos, así como gran abundancia de referencias literarias, musicales y cinematográficas.
En la producción del Centro Dramático Gallego nada resulta arbitrario: ni la selección del reparto, encabezado por Luis Tosar, con Marcos Orsi, Muriel Sánchez y César Goldi, también protagonistas; junto con Alba Messa, Víctor Mosqueira, Mónica de Nut, Marta Pazos, Francisco Pérez Narf, Begoña Santalices y Sergio Zearreta; ni los miembros de la orquesta: Suso Alonso, Rui Bandeira, Pablo Castaño, Andrew McNeill, Saúl Puga, David Rodríguez, Adrián Viñas y Vadzim Yukhnevich; ni la dirección que, como ya he comentado, está a cargo de Quico Cadaval y Diego García Rodríguez.
Este enorme elenco de actores, músicos y demás profesionales del ámbito artístico consigue imprimir a la obra original y a su mensaje universal un aire y un tono gallegos. No sólo por la adaptación del texto y las letras sino muy especialmente por el ritmo de la música, con una candencia melancólica que a una mínima parte del público le resultó algo tediosa pero que a la gran mayoría (entre la que me incluyo) nos cautivó.
Entre lo más destacado del reparto, Luis Tosar, del que me declaro firme admiradora, que se movió con elegancia y soltura y dio cuenta de su nivel interpretativo así como de sus dotes como cantante. También me gustaron mucho las aportaciones de Marcos Orsi, Begoña Santalices, César Goldi y Alba Messa, de esta última en especial su voz, si bien todos los actores se movieron por el escenario y cambiaron papeles con mucha agilidad.
Esta noche (3 de septiembre), el telón del Teatro Liceo se levantará una vez más para contar esta historia; y de Salamanca, primera ciudad de Castilla y León en la que hemos podido disfrutarla en el marco de la programación de la Fundación Salamanca Ciudad de Cultura, a otras plazas, que, imagino, serán muchas.