26 abril 2024

El amor es un tema omnipresente en la literatura de todos los tiempos, y dentro de toda su amplitud, las relaciones de pareja son uno de los aspectos más recurrentes; del primer amor al amor en la senectud, pasando por el matrimonio u otro tipo de opciones en el marco de las relaciones consolidadas o de las que aspiran a serlo. De estas tres facetas, quizá sea esta última la que más juego ha dado. Pues bien, en torno precisamente a este momento se estructura Ocasiones especiales, una obra de Bernard Slade, que gira en torno a un matrimonio que se rompe tras su veinticinco aniversario y cuyos cónyuges se ven abocados a reencontrarse de tanto en tanto.

A lo largo de los diez años durante los que transcurre la trama, Lola y Víctor, viven todo tipo de experiencias, desde postraumáticas hasta de alegría desmedida; y, a través de ellas, el espectador se conciencia de la fortaleza de sus vínculos, de esa especie de cordón que los une y del que uno y otro tira de forma alternativa o a la par, provocando una tensión que se traduce en discusiones o actos amatorios, dependiendo del momento. Lola es una mujer inteligente y emprendedora que ha vivido a la sombra de su marido hasta el punto de caer en la bebida. Víctor, por su parte, es escritor y ha cosechado algún que otro éxito, especialmente en lo que se refiere a relaciones extraconyugales. A lo largo de su historia de pareja separada, se produce una transición de las debilidades del personaje femenino a las del masculino hasta que al final parecen encontrar un equilibrio en su nuevo tipo de relación.

En estos momentos, Txalo Producciones está llevando esta propuesta a distintos escenarios de toda España con Kiti Mánver y Jorge Roelas, bajo la dirección de Juan Carlos Rubio, quien también se ha hecho cargo de la adaptación de la obra. El pasado fin de semana (9 y 10 de septiembre) encontró su sitio en el Teatro Liceo de Salamanca, en el marco de la programación de Ferias y Fiestas organizada por la Fundación Salamanca Ciudad de Cultura, y tuve la oportunidad de asistir al espectáculo. No sabría decir si a lo que voy a comentar a continuación se sumaron las expectativas creadas cuando te informas de que estás a punto de ver un espectáculo desternillante, pero la verdad es que no me convenció.

Txalo Producciones cuenta en su catálogo con propuestas fácilmente digeribles, con el objetivo principal de hacer pasar un buen rato al público, pero en esta ocasión, ni siquiera esto se ha conseguido. El ritmo fluido que caracteriza a algunos textos de Slade (para los que no hayáis oído hablar de él, fue el guionista de Embrujada) en esta ocasión es inapreciable, por no decir inexistente, incluso parece provocar inseguridad en los actores; y la química entre Mánver y Roales, actores consolidados que ya han trabajado juntos y además se admiran, resulta escasa. La puesta en escena es lo más destacable, un espacio minimalista con paneles, una mesa y un par de sillas, entiendo que en un intento de dar agilidad a algo que no la tiene.

Una pena, la verdad. Las opiniones compartidas han ido en la misma línea, y si utilizara como indicativo del éxito de una obra clasificada como comedia el volumen de risas provocadas entre el público, el resultado también fue muy flojo. Creo que la razón principal es que ni vimos una comedia, ni vimos un drama, ni hubo mofa explícita, ni hubo acidez… y tanta tibieza nos dejó a todos un tanto fríos. Como puntos positivos, la oportunidad de revisitar el Liceo, siempre acogedor, y de ver en persona a dos actores como la copa de un pino.