La maestría de un trovador | Crónica del concierto de Diego Vasallo en El Intruso de Madrid

Fotografías de Ana Hortelano y Jorge T. Gómez

Hoy las cenicientas salen sin zapatos de cristal. No se nos ocurre una mejor manera de empezar esta publicación en un día tan necesario como el 8M. Esta letra está incluida dentro de la canción “Ver para no creer” de Diego Vasallo, que junto a otras tantas pistas sublimes, tuvimos la oportunidad de verlas interpretadas ayer en directo en Madrid. La hermosura de su lírica enmudeció a toda la sala, en un bar Intruso que colgó el cartel de sold out y que respetó al artista al máximo, manteniendo un silencio que se sintió sumamente reverencial. Gracias una vez más a la Toska Fosfórica, y en especial a Sendoa Bilbao, por organizar este encuentro y hacernos partícipes a todos.

Diego Vasallo emanó sobre el escenario tanta solemnidad como timidez, acompañado de una banda de primer nivel. Se reunieron con él, Fer García a la guitarra, Bobbi Relac al bajo Höfner (el mismo instrumento que usaba Vasallo en su era de Duncan Dhu o el legendario Paul McCartney), y Andoni Echeveste a la batería. Hablamos de grandes músicos que otorgaban trazos de importante personalidad a todos los temas. Su victoria conjunta fue la elegancia y la discreción, confiando la consecución del logro en el valor intrínseco de la belleza de sus propias canciones.

Ayer fue una noche para escuchar, para mecerse y acompañarle cantando también, pero sobre todo, insistimos, para escuchar. Saltando de un tema a otro durante la noche, procedentes todos ellos de sus distintos trabajos, apreciamos un extraño poder mucho más difícil de percibirse en la rutina solitaria de uno mismo ante un único álbum en casa. Hablamos del mensaje de resiliencia que se esconde, en su globalidad, detrás de gran parte de sus canciones. Un mensaje en clave que nos viene a decir que no hay jaula de la que uno no pueda escaparse. Mensajes presentes como  “Hay un cargamento de cosas buenas en camino” de su canción “Cargamento” (incluida en el álbum de Las rutas desiertas, 2020), “Que todo se pare no parece tan malo” de “Que todo se pare” (Baladas para un autorretrato, 2016) o “En este campo descolorido, los tallos verdes crecen” de “Malo ni Bueno” (Malo ni bueno, 2023) por nombrar solo algunas de las canciones de la noche. Seguramente radique aquí en cierta manera la autoridad de un repertorio que se desarrolla a conciencia y que deriva en tan esperada magia.

Diego y la banda se sentaron en la zona reservada antes de su comienzo, sin esconderse de las miradas más curiosas. El concierto, que comenzó a la hora exacta, arrancó con “Mi historia” ( Las rutas desiertas, 2020), una propuesta totalmente acertada como lo fue su última canción “Ver para no creer” (Canciones en ruinas, 2019). Habría sido una proeza dejar el escenario del Intruso desde la parte delantera para volver en el bis, por lo que se quedó en un amago sin consumación que nos regaló una joya más, “La vida mata” (Los abismos cotidianos, 2005).

Al acabar el concierto, el artista tímidamente firmó algunos vinilos. También le acompañó firmando, pero desde la otra punta del Intruso, Pablo Cerezal, en este caso lo hacía con su nuevo libro “Diego Vasallo. Trayectoria de una ola”.

Copa de vino en ristre durante toda la velada, Diego Vasallo posee una personalidad única en el escenario, que resulta tan austera como seductora, exprimiendo las seis cuerdas así como su alma. Esperemos que venga más a menudo para que podamos verle una, dos y tres veces al año si hace falta. Este es un llamamiento universal para que esto ocurra y consigamos vivir noches de tan extremada belleza con mayor asiduidad.